lunes, 31 de agosto de 2015

Galicia, lo siento, te voy a ser infiel.

Antes de que empiece agosto, cada verano, desde hace ya unos cuantos años, he tenido confirmadas las reservas de billetes de avión, coche de alquiler y alojamiento de mi septiembreo en Galicia. A estas alturas, ante esa expectativa,  lujuria y gula se me han desatado -yo soy así, ¿qué le voy a hacer?- y he empezado a contar los días que me quedan para llegar a Labacolla, tomar  la carretera que  lleva hasta la autopista y empezar a disfrutar con el paisaje de los verdes eucaliptos que pueblan los inmensos bosques de Galicia y ver a lo lejos, sobre las colinas, los miles de molinos blancos (energía eólica) que acompañan, metro a metro, nuestro camino hasta Pontevedra. 

Sol, siempre sol en el mes de septiembre, y esa luz de media tarde que coincide en claridad, prácticamente, con la de mediodía que  acabamos de dejar en Palma. Respiro un aire fresco, por fín, que me proporciona una intensa euforia. Sé lo que me espera, que no deja de ser una rutina más, pero una maravillosa y suculenta rutina. 

Me convierto en el protagonista de aquel anuncio de televisión, ¿Te gusta conducir? y fijo mi mirada, a través  del parabrisas, en una geografía que siento como propia y que reconozco, kilómetro a kilómetro y adivino dónde y cuándo llegan las curvas y las rampas de descenso desde Santiago de Compostela y la ubicación de las áreas de servicio que evitamos a toda cosa, así se nos esté descolgando el estómago, vacío todavía a esas horas, ay las niñas! Ni para un pipí detengo mi marcha hasta llegar a Marín. Qué luz, qué sol; apetece soltarlo todo en la habitación y saltar hacia las playas más próximas a la Escuela Naval; Portocelo, Mogor, Lapaman, con sus blancas lenguas de arena en eternas puestas de un sol suspendido sobre el horizonte. Esperaremos hasta el día siguiente porque sabemos que la recompensa está ya muy cerca, sentada en la mesa, que el pescado y el marisco están ya en la cocina...y no está bien hacer esperar a tan insigne producto.

En un imposible ejercicio de paciencia, nos recomponemos, tras el viaje de avión y coche y acudimos en pos de la primera gran tradición; la merienda (comida y cena, todo junto) en Sanjenjo. Si voy bien de tiempo alargo el viaje y atravieso parte del Valle del Salnés, rodeado, de nuevo, de un océano de viñedos de verde intenso. Bajo la ventanilla y se cuela un aroma con denominación de origen Rias Baixas. Pararía en cualquier bodega y me dejaría llevar por el embrujo de esa uva, sentado comódamente, con la copa al trasluz, filtrando los rayos de sol; bebiendo muy despacito una copita de  ese albariño que tan gratos recuerdos incorpora a estas horas de mi verano mediterráneo. Volveré a por ti, Galicia,  e intentaré arrastrar conmigo a quien se ofrezca voluntario para disfrutar de la esencia de ese espacio del cual no debería hacer mucha publicidad; y no porque no me pagan, que tampoco, sino porque quisiera preservarla del afán especulador y explotador que pueda iluminar indebidamente a quien, sin conocerla, pueda creer que puede mercadear con su singularidad.

No puedo imaginarme un año entero sin Galicia y me quedo sin sentido cuando cae en mis manos o se muestra ante mis ojos la más diminuta información de pescado o marisco gallego. Y me imagino un sargo asadito al horno, con unas patatitas panaderas por debajo  y otras chip con un chorrito de aceite de ajos fritos por encima ...

Este sargo de algo más de un kilo  cayó en nuestros estómagos, como el probre Jonás en el de una ballena. Restaurante O'Pereiro. Hio. Pontevedra, septiembre 2014

Así las cosas y ante estos precedentes gastronómicos buscaré refugio en las bellísimas calas de aguas turquesas menorquinas y no me quedará más remedio que rendirme ante la oferta de pescados y mariscos locales. Creo que también voy a disfrutarla, aunque me temo que, económicamente, saldré peor parado. No sé. Ya contaré; ya diré cosas.

lunes, 24 de agosto de 2015

I´ll take you to the top

Estaba realmente concentrado haciendo recuento de todos los ingredientes. Veamos; un bogavante vivo, una sepia grande fresca, unos cuantos calamares de potera, un kilo de almejas gallegas, un kilo de mejillones de idéntica procedencia, otro medio kilo de gambón (ignoro su origen); 800 gr. de arroz bomba, cebolla, pimientos, tomate, ajo, aceite, sal, laurel...Todo listo. Al lío!



Me enfrento a esta tarea sólo en casa, como el pequeño Macaulay Culkin cuando era un adorable niño graciosillo, allá por los 80,  esta mañana de sábado distinto desde que empezó el verano. Han bajado las temperaturas, nos ha dado una cortísima tregua este verano insidioso del que ya guardamos registros de temperaturas insufribles. Como digo, sólo en casa, me coloco el ipod a mi espalda, enganchado al Bose soundlink, cuyos graves suenan a concierto en directo, qué sonido!

Manos a la obra; miro al bogavante, con sus pinzas atrapadas por gomas elásticas de vivos colores, como si estuviera, el pobre, en un íntimo carnaval, el último para él, me temo. Agita sus patas y de vez en cuando cierra con fuerza su cola hacia sí mismo, intentando abalanzarse sobre la sepia, que yace junto al resto de ingredientes en la bandeja.

Y en ese momento, entra en la cocina Mick Jagger, con su voz  grave...

Hey baby
Every man is the same come on
I'll make you a star
I'll take you a million miles from all this
Put you on a pedestal
Come on, come on
 

Me vienes al pelo Mick. Haré de este crustáceo la estrella de hoy; le llevaré a lo más alto. Siento que el bicho  me escucha. A mí y  a los Rolling, porque ahora parece querer bailar. No lo hace mal. Trato de seguirle pero me resulta imposible; tiene muchas más patas y por lo que se ve, suficiente energía, a pesar de todo.

Empiezo por los mejillones. Los limpio uno a uno y les quito las barbas. Están vivos y huelen a mar; un mar que, me temo, este año no visitaré. Lo he cambiado por el más próximo de Menorca. Los coloco en una cazuela grande, sin agua, sobre el fuego, con dos hojas de laurel y tapados. En menos de diez minutos se habrán abierto, dejando un caldo con todo su jugo. Los dejo y me dispongo a cortar, muy fina, la cebolla, el pimiento y unos ajos.

Have you ever heard those opening lines
You should leave this small town way behind
I'll be your partner
Show you the steps
With me behind your tasting of the sweet wine of success
Cause I'll take you to the top, baby
Hey baby
I'll take you to the top
 

Sigue la fiesta y sigo sólo en casa. Repito canción. Es la original de 1981. Me gusta la entrada de Jagger que por aquel entonces no había hecho más que empezar su dieta de hierba, ácido y sexo. Sigo yo con la sepia, que da bastante trabajo, porque la compro tal cual y la limpio yo mismo en casa con mucho cuidado porque quiero conservar la tinta para futuras fiestas. Se nota que es fresca. Cuesta un poco. Reservo su melsa para dentro de un rato. Aporta un sabor rotundo a cualquier preparado de pescado. La troceo en tacos y hago lo mismo con sus tentáculos. La boca, su mandíbula, volveré a guardársela a Ana, una vez limpia. Coneixment del medi.

Sigo con los calamares. Idéntico procedimiento. Baila el bogavante; se agita por lo que huele a su alrededor. Dejé las almejas en agua con sal durante media hora para que soltasen toda la arena. En la bandeja, su aroma mortifica al pobre crustáceo. Estoy por ponerle nombre. Lo hago. Se llama Mick. Se mueve igual sobre sus patas como Jagger sobre las puntas de sus nike,s o de sus reebok,s. en sus conciertos.

Separo las cabezas de las gambas de las colas, que dejo desnudas en la pista de baile. En otra cazuela, con aceite y sal en su fondo, empiezo a tostar las cabezas de gambas y sus cáscaras. Deben llegar a torrarse antes de añadir un buen chorro de agua mineral. Empieza a hervir y a subir a superficie una espesa espuma anaranjada. Añado un buen fondo de sepia de anteriores preparaciones. Saldrán más de dos litros de elixir de mar. No necesito más.

Step on the ladder
Toe in the pool 
Your such a natural you don't need no acting school
Don't need no casting couch
Or be a star in bed
Never, never, never let success go to you pretty head
Cause I'll take you to the top, baby
I swear we'll never going to stop, baby
I'll take you to the top
 

Separo los mejillones de sus cáscaras. Al acercar una de ellas a los morritos de Mick, éste se  vuelve loco y lanza su cuerpo hacia adelante, con un salto de cola que casi lo conduce al fregadero; Hey baby,  I'll take you to the top.  Espera un poco, Mick.

Son casi las dos del mediodía. La cebolla me ha hecho llorar. No debo deshidratarme, así es que creo que, para evitarlo, nada mejor que una Cruzcampo Especial....

Pongo a calentar en la banda a la gran cazuela de barro. Va a salir de un momento a otro. Limpio los fuegos y dejo pista. Necesita espacio para dar todo de sí. Llega el momento más triste de la historia. Permito que Mick se despida con dignidad de la bandeja en la que ha cortejado a la sepia y a las gambas y en la que ha ejecutado su último baile. La coloco con suavidad sobre la tabla de corte. Boca arriba no parece tan fiera, pierde su apostura y las pinzas se vencen hacia atrás. Parece resignada. Le evito la terrible visión del acero. 

Llega Ana en el momento oportuno y se adentra en la cocina con el interés de un turista japonés. 

- ¿Puedo ayudarte? Andaaaaa.... esta vivo!!!! ¿Puedo hacer una foto?
- Sí, y video, también, si lo prefieres. 

Lo graba todo. Ahí abajo está el vídeo*. La punta del cebollero se clava entre sus patas, lo corto en canal y luego separo , con el cuchillo, patas y cabeza.  Hay que actuar con rapidez. No me gusta hacer sufrir y tampoco le gusta a Ana; 

- Pobre! ¿no te da pena?
- Si claro, pero cuando lo he comprado no era para adoptarlo como mascota, ¿no te parece?

Desfila con honor el bogavante por la cazuela con aceite de oliva virgen, verde intenso y un pellizco de sal y aún cortada su cabeza en dos, saltan las patas y las pinzas al ritmo de la canción; luego salteo el resto de la cola, cortada en anillos y lo retiro todo entre casi imperceptibles estertores.





Don't let the world pass you by
You better take your chance now baby
Or be sorry for the rest of your sweet loving life, baby
Oh, sugar
Hey sugar, I'll take you to the top
I'll take you to the top
I'll take you to the top, sugar 


El resto es coser y cantar. Las almejas hacen su pase corto por la pasarela de barro cocido; justo en el momento en que se abren, para afuera! una a una. Luego la melsa de la sepia que se deshace sobre el sofrito de cebolla, pimiento y ajos. La cocina se amuebla entera con un aroma difícil de ocultar. Empiezan a llegar los comensales, seremos ocho, y el humillo de la cazuela levanta grandes expectativas. Se abre la nevera y salen botellines....fiesta en la cocina. (de los Rolling, no de Sabina. Esa es otra fiesta....)


Turno para las colas de las gambas que pasan somerísimamente por ese fondo y para el final, la sepia y los calamares. Antes de volcar el caldo, una cucharada de tomate frito concentrado. Ojo; que no se agarre al fondo!

Añado el caldo mientras que la casa se ha convertido en un carrusel de entradas y subidas a la terraza; van y vienen los comensales y nadie contiene su curiosidad hacia lo que cuece en el fuego. Al punto de ebullición añado el arroz. Ya, con el fuego apagado añado mejillones, almejas, colas de gambas y al pobre Mick, centrado en la cazuela de barro; listo para la presentación a los comensales. Buen provecho!

Alea jacta est!


Arroz caldoso Mick Jagger


 
*Vídeo de la fiesta en la cocina.

Larga sobremesa de una festiva tarde de sábado de agosto, con un cielo que quiere abrirse. Demasiado tarde.....la botella de Seagrams se nos insinúa y no hemos sabido resistirnos.

Para que te hagas una idea. Disfruto tanto haciendo esto como viendo a Messi, Iniesta, Busquets, Suárez y Neymar, desmelenados, triangulando al borde del area contraria, con resultado de gol.

Prometo repetir. Aunque parezca difícil de creer, no supera los cincuenta euros y hemos comido ocho personas, repitiendo. Igual que el atraco del chiringuito de Formentera. 

Nosotros comimos muy bien. Un placer. 

lunes, 17 de agosto de 2015

Más feliz que un niño con paraguas

Ya no sorprende a nadie el hastío que ha llegado a producirme, este verano, el incesante calor que hemos padecido; sin tregua, sin piedad. Se supone que es lo propio de esta época en este Mediterráneo nuestro. Aún así, creo que no es habitual que durante todo el mes de julio hayamos tenido que soportar esas altísimas temperaturas agravadas, en Mallorca, por el alto porcentaje de humedad en el aire, lo que ha incrementado la sensación de evaporización de mi presencia de ánimo.

Así las cosas, he celebrado las dos o tres ocasiones (no más) en que una brisa fresca, una nube o un ligero chaparrón han permitido que pudiera mirar al cielo de tú a tú, incluso desafiar al propio sol, encarándome directamente con él, como si por un momento no me hubieran lastimado los cien mil latigazos diarios que me ha infligido durante todo este mes.

Llueve a ratos, pero cuando lo hace, es con ganas; empapa el suelo y casi me dan ganas de salir a la calle con los brazos abiertos y mirando hacia arriba, como el único día que cayeron dieciséis o dicisiete gotas (no recuerdo muy bien) en Afganistán, aquella lejana tarde de octubre del año dos mil trece.

Me asomo a la ventana, qué consuelo, y veo en el bloque de viviendas frente a mi despacho a dos niños que desde su terraza, con sus  paraguas rosa y azul abiertos, miran como se empapa el suelo. Rien alborotados como si no hubieran visto jamás la lluvia; o como si no lo recordasen, como aquella anciana brasileña que no se enfrentó a la inmensa mar (jamás la había visto) hasta que cumplió cien años.

Me cuesta creer, asomado al patio, que el verano agonice pero ocurre cada año, que llega el quince de agosto y el cielo se parte en dos - per la Mare de Deu d'agost a las set es fa fosc- y en una acera de la calle jarrea mientras que en la de enfrente un perro sigue meneando el rabillo totalmente seco, sin necesidad de huir del chaparrón. 




Diluvia en la calle de mi despacho y sigue mi familia en la playa con un sol radiante. Misma isla, misma hora, no más de doce kilómetros de distancia. Acabarán corriendo hasta los coches, como cada año. ¿Por qué corren los bañistas de una playa, huyendo de la lluvia como si fuera ácido? ¿No estaban hasta  momento antes sumergidos en el mar? Jamás lo he entendido; si es sólo agua.

Estoy por salir del despacho, sin paraguas, y saltar sobre los charcos, junto a los niños que sí saben lo que es divertido.  Creo que no lo haré; pensarían que he perdido el juicio junto con mi presencia de ánimo. 

Así que, entre chaparrón y chaparrón, una joven me ha llevado de la mano frente al mar y nos encontramos rodeados por los mejores mástiles de Palma. Llueve fuera; la fiesta está en el comedor. Un imponente gallo de San Pedro de algo más de un kilo se ha colado entre nuestras manos y el albariño de Pazo de San Mauro toca el violín. Felicidades. No bailaremos un chotis...

 

lunes, 10 de agosto de 2015

Un día en el ático del paraíso

Constituía una de las actividades programadas desde hacía algunas semanas. Siempre resulta atractiva una salida a la mar y especialmente en Mallorca, con un litoral variado que garantiza suficiente disfrute como para dejar grabados buenos momentos en nuestra memoria. En esta ocasión, el puerto de salida es el de Sóller. El parte meteorológico ha mejorado de un día para otro y en el momento de soltar amarras, la mar parece serena dentro del Puerto y una ligera brisa refresca los primeros calores del día.

Al asomarnos a la bocana, dejando la Base Naval a estribor, encontramos un notable oleaje de resaca de días anteriores. La primera lancha, con Javier y Marga nos ha tomado una ligera ventaja y por su estela advertimos el grosor de la mar. Nos moveremos un poco. Ya en mar abierto viramos a estribor y Luis nos adentra en  una divertida montaña rusa. Nos anticipa que nos moveremos en este tramo de la travesía pero garantiza que al mediodía la mar quedará en calma y pasaremos una buena jornada. Vamos tragándonos olas, amortiguándolas con las rodillas semiflexionadas y fuertemente sujetos. Vuela el pelo de nuestras cabezas y llegamos a divertirnos con esos bruscos pantocazos.

Contemplar desde el mar todo ese imponente litoral confirma el concepto que tenemos de esta joya. Al alzar la vista, tras los escarpados acantilados se nos muestra, espectacular y con todo su esplendor la Sierra de Tramontana. Avanzamos unas millas en dirección a La Calobra y compruebo las aguas turquesas de Sa Costera y recuerdo la excursión del pasado mes de mayo y el deseo de echarme a nadar en este cristal azul. A través del sonar compruebo la existencia de una densa señal entre la superficie y el fondo; bancadas de peces, fortuna de pescadores que hoy podrán aprovechar. A los pocos minutos llegamos a Cala Tuent, orilla de un espectacular valle con mil tonos variados de verdes y piedra. Al fondo y levantando la mirada hasta donde las cervicales comienzana a crujir, la Bola  del Puig Major, el Pico, envuelta, como una novia, en un denso tul de nubes blancas que se encaraman hasta coronarla. Hablamos de una cota próxima a los mil quinientos metros de altitud y todo ello desde el lugar escogido para el fondeo. 




El baño, reparador y en familia, abarloadas ya las lanchas, forma parte del programa del día, antes de que los jugos gástricos empiecen a hacer travesuras y aplacamos la ansiedad con unos sugerentes aperitivos. Salir a navegar no está reñido con comer bien y como muestra de ello, el generosísimo menú de nuestra amiga Mar es un derroche de imaginación y buen gusto. La fresquísima vichyssoise se adelanta a unos elegantes aguacates rellenos de cóctel de gambas y una original ensalada de lechuga de roble, salmón ahumado y tajitos de paraguayo. En un momento de despiste, Luis salta de un ágil brinco a la popa y monta su espectacular barbacoa -el gadget más codiciado del barco- para que desfilen unas exquisitas gambas de Sóller y rematamos con un corte de black angus que se deshace en la boca, tierno y jugoso por dentro y tostado en su exterior...y eso, en medio de esta Cala suena a música celestial. Un fresquito verdejo de  Rueda y un excelente Muga, obsequios de  Javier y Marga ponen el punto de honor, previo a los postres; dos ensaimadas del Forn Nou de La Vileta  www.mallorcaensaimadas.com   El placer de compartir un Möet Chandon , a bordo y en tan ilustre compañia  eleva la estima entre estos amigos por encima de la Bola, desprovista, a esta hora del día, de luminoso tul con el que nos recibió, antes del mediodía.


Va cayendo la tarde entre amenas conversaciones, mecidos levemente por el suave vaivén de un minúsculo oleaje, entre baño y baño, viendo como la luz del sol, en su caída, va pintando de distintos verdes el frondoso bosque de pinos y olivos en primera línea de mar.


No quiero marcharme, no deseo dejar este fondeo del primer domingo de agosto ni alejarme de tan excelente compañia entregada, con exquisita generosidad, al cuidado de la amistad. Contemplo con sorpresa como la luz ha ido jugando con los tonos de todo cuanto nos rodea y miro hacia el fondo desde la plataforma de popa. Cientos de peces se abalanzan sobre las migajas que les echan los más jóvenes. No se ven medusas, a pesar de que ha habido tres indeseables encuentros con alguna de ellas como recuerdo prescindible de una jornada irrepetible. 


Levantamos el fondeo cerca de las nueve de la tarde, todavía, justo cuando el sol más se aproxima a un horizonte cobrizo perfectamente definido. Trato de atraparlo en el móvil, con la lancha ya camino del Puerto de Sóller, hasta donde nos acompaña, para redondear la jornada, una pareja de delfines. Si existe el paraiso, que sí, hoy hemos visitado el ático.











Gracias Luis y Mar, gracias Javier y Marga. Hasta la próxima.

lunes, 3 de agosto de 2015

Las terrazas son para el verano

A última hora de la tarde una espesa bruma se apoderó de la isla como si quisiera engullirla. En la orilla, los niños alborotados, felices, apuraban los instantes finales de otra jornada de playa. La algarabía de sus juegos y sus voces se mezclaba con el rumor del creciente oleaje y el graznido de un montón de gaviotas hambrientas, cada día más osadas. Ya en la ruta de casa, con el débil sol cayendo sobre la Sierra de Tramontana, se enturbió el aire y esa bruma fue trepando,  despacito, por las colinas más bajas primero y luego sobre el resto de las montañas, envolviéndolo todo en un halo inquietante,  desdibujando su fondo y privándolas de todo color. Una inmensa mancha amarillenta dejaba ver, tan sólo, leves siluetas perfectamente identificables.

Hemos sobrevivido a un mes de julio realmente insoportable. Si por lo menos por las noches refrescara, si el agua del mar estuviera algo más fria, si el agua de la ducha de la playa saliera con más fuerza y con mejor temperatura, si....

Tantas noches de sueño precario han agotado mi batería. Estoy agotado, lo cual no significa que vaya a rendirme. Seguiré levantándome antes de que asome el primer rayo de sol, bajaré al despacho junto a otros madrugadores que, cerca de casa, constantes y siempre los mismos, corren, andan, practican el nordic walking, pasean perros y esperan pacientemente a que pase el primer autobús. 

Para no sucumbir hay que evitar exponerse innecesariamente al sol y beber mucha agua. Hace unos días un chupasombras profesional decidió que ya llevaba demasiado tiempo oculto a los objetivos del colorín y decidió que era el momento de figurar. Con un muy poco sutil manotazo apartó a la fiel Infantería Española que lo escoltaba de los rayos de un sol implacable y se coló en primera fila. Si quieres que te vean, vale, pero desde el minuto uno ¿no te parece?

Ya he arrancado la hoja del mes de julio y hemos dejado atrás la primera mitad del verano; la de los sanfermines, cumpleaños y primeros santos. Nos adentramos en una segunda fase para tratar de disfrutar de algunos de los proyectos que diseñamos allá por el mes de junio. Quedan muchos, pero intentaremos que se realicen a la sombra. Para eso están las terrazas, propias y ajenas.  Los imponentes plátanos de sombra del Paseo del Borne (que no chorrean una mugre viscosa como los de mi calle, que pone perdidos coches y aceras)  albergan vida de paseantes a unas horas del día en que el cuerpo solo pide agua, agua de mar o clorada, pero agua y también arena. Parece increible que a mediodía pueda uno dejarse llevar bajo ese tupido follaje verde sin que te importune un minúsculo rayo de sol y que puedas tomarte un vermú en una terraza, viendo el colorido de veraneantes, nacionales y extranjeros,  luciendo bronce. Pensar que quieren, querían, suprimir las terrazas del Borne unos que acaban de llegar....pero ¿dónde vamos? ¿Sustituir ese espacio de vida y generador de empleo por la cabriola de un monopatín?



En todos los veranos seguimos un protocolo de reencuentros; viajes de ida y vuelta. Volvemos a compartir excelentes momentos con amigos de siempre, Alfredo y Natalia. Aunque nos veamos poco, sabemos que ahí están, estamos, ahí siguen, seguimos, año tras año, verano tras verano y esa amistad se extiende ahora a unas proles muy sanas, compartiendo comidas, helados, playas... su verano azul.

Luego los mayores, ya a la luz de las velas y a la sombra de unos seagrams, a cielo descubierto, estiramos la sobremesa de la cena, que más da, un sencillo pa amboli i olivas trencadas o una excelente ternera gallega asada. Una charla de terraza, sin el toldo, corazón, que corra la brisa, aunque a las bellas madres se les alborote su peinado; que podamos ver, cuando se dé,  el fugaz vuelo de las perseidas.

Yo me expongo a los rayos del sol en la pista de arcilla, pero siempre a partir de media tarde o junto a la orilla del mar en cualquier otro momento del día; privilegio de vivir en esta isla.

 
Desde Illetas, entre dos mares

 Aprovecharemos la terraza de casa, para dejar que tras la tarde nos caiga encima la noche, mejor con una buena brisa, vestida la mesa, llenas las copas, hielo, mucho hielo y unas rodajas de lima. Regar la amistad, a la que hay que cuidar siempre. Algunos ya vinieron y para este mes de agosto esperaremos a otros y seguiremos estirando las noches y las madrugadas, dejando bailar a las llamas de las velas (con seagrams y mirindas), con las coplillas de unos chicos que acaban de empezar a grabar discos; Spandau Ballet, Roxy Music, Pink Floyd, siempre que mis hijas no me pongan hit-fm.





Cierra los ojos y ábrelos cuando yo te diga. Ve pidiendo un deseo y apoya aquí la cabeza, orientada al cielo. Ahora, ábrelos del todo; allí, por allí....¿la viste? una lágrima de San Lorenzo.


Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...