Amanece tan pronto
y yo estoy tan solo,
que no me arrepiento de lo de lo de ayer.
Si las estrellas te iluminan
y te sirven de guia,
te sientes tan fuerte que piensas que nadie te puede tocar
y yo estoy tan solo,
que no me arrepiento de lo de lo de ayer.
Si las estrellas te iluminan
y te sirven de guia,
te sientes tan fuerte que piensas que nadie te puede tocar
(Maldito duende, Héroes del Silencio)
El pasado veinticuatro de agosto debió amanecer muy temprano para Emilio, para Marcos y para José. Apenas después del primer café el aviso de un rescate en montaña aparentemente sencillo. La dificultad, esta vez, la inaccesibilidad de la zona. Otras veces el viento, la lluvia, la nieve, el fuego....la climatología adversa. Nada, no obstante, impedirá el cumplimiento del servicio.
Un maldito instante, un leve roce de las palas de uno de los rotores contra una piedra y el helicóptero se precipitó contra la ladera de la montaña arrastrando en su caida las vidas de los guardias civiles que en ese momento se hallaban en su interior. La desgracia se ceba nuevamente con el Cuerpo. Atrás quedan sus vidas, entregadas a la más noble de las misiones, la más abnegada; la ayuda al necesitado, al accidentado, su rescate y su salvamento.
Unos pocos días después, Eusebio, motorista que formaba parte del Servicio de Movilidad y Seguridad Vial de la Vuelta Ciclista a España, fallecía en un accidente mientras se disputaba una de sus etapas.
Cada día en otros lugares, en otros medios, en otros servicios, un héroe silencioso, con el uniforme verde, se juega su vida y en ocasiones la pierde, en el cumplimiento de su deber, de su servicio.
Yo, particularmente, no conocía a los compañeros fallecidos, pero en cada unidad de la Guardia Civil hay Emilios, Marcos, Josés, Eusebios, dispuestos a cumplir el servicio sin estimar, la mayor parte de las veces, el riesgo que supone para su vida volver a casa con la satisfacción del deber cumplido. Hay miles de héroes anónimos que no se llaman ni Emilio, ni Marcos, ni José, ni Eusebio que se sientan frente a su ordenador, en su mesa de trabajo y se enfrentan a su tarea diaria, pero que no dudarían en salir corriendo en el momento en que fuera necesario socorrer, auxiliar y proteger a quien lo necesitara. Se sienten tan fuertes que piensan ...que nadie les puede tocar
En estas fechas, próximas a la celebración de la Patrona de la Guardia Civil, la Virgen del Pilar, llega el día en el que aprovechando esa festividad y al final de los actos, hacemos que la corona de laurel bese el monumento a los caídos y rendimos homenaje a su sacrificio, llevando nuestra mano al tricornio o a la visera de nuestra gorra, mientras escuchamos en silencio el toque de oración. Cada año, por una razón u otra, vivo con amarga emoción ese momento. Siempre he pensado que son los momentos en los que con más orgullo visto mi uniforme y saludo militarmente a mi bandera, mirando a lo más alto, recordando a quien ya no está entre nosotros.
Esto es lo menos que podemos hacer por ellos.
VIVA LA GUARDIA CIVIL!!!!!
Un maldito instante, un leve roce de las palas de uno de los rotores contra una piedra y el helicóptero se precipitó contra la ladera de la montaña arrastrando en su caida las vidas de los guardias civiles que en ese momento se hallaban en su interior. La desgracia se ceba nuevamente con el Cuerpo. Atrás quedan sus vidas, entregadas a la más noble de las misiones, la más abnegada; la ayuda al necesitado, al accidentado, su rescate y su salvamento.
Unos pocos días después, Eusebio, motorista que formaba parte del Servicio de Movilidad y Seguridad Vial de la Vuelta Ciclista a España, fallecía en un accidente mientras se disputaba una de sus etapas.
Cada día en otros lugares, en otros medios, en otros servicios, un héroe silencioso, con el uniforme verde, se juega su vida y en ocasiones la pierde, en el cumplimiento de su deber, de su servicio.
Yo, particularmente, no conocía a los compañeros fallecidos, pero en cada unidad de la Guardia Civil hay Emilios, Marcos, Josés, Eusebios, dispuestos a cumplir el servicio sin estimar, la mayor parte de las veces, el riesgo que supone para su vida volver a casa con la satisfacción del deber cumplido. Hay miles de héroes anónimos que no se llaman ni Emilio, ni Marcos, ni José, ni Eusebio que se sientan frente a su ordenador, en su mesa de trabajo y se enfrentan a su tarea diaria, pero que no dudarían en salir corriendo en el momento en que fuera necesario socorrer, auxiliar y proteger a quien lo necesitara. Se sienten tan fuertes que piensan ...que nadie les puede tocar
Esto es lo menos que podemos hacer por ellos.
VIVA LA GUARDIA CIVIL!!!!!
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