lunes, 19 de mayo de 2014

El deporte como ejemplo.

Tata Martino: "si me avisan de lo que pasaba por aquí, no hubiera venido al Barcelona"

Rafa Nadal: "siempre he entrenado al máximo nivel, a la máxima intensidad y esto me hace sentir más preparado en los momentos de máxima dificultad de los partidos."

Carles Pujol: "Me gustaría que me recordaran como alguien que lo dió todo"

Cholo Simeone: "Si se quiere, si se trabaja, se puede"


Miércoles 14 de mayo. Durante algo más de tres horas, Rafa Nadal y Gilles Simón golpean una y mil veces la bola. El intercambio de golpes va acompañado de un gemido sincopado, cada cual el suyo, siempre el mismo. Es la banda sonora de una película que hemos visto muchas veces, que vemos cada vez que se asoma en nuestra pantalla un torneo de tenis, especialmente si es de tierra batida. Pasa la bola por encima de la red y yo sólo puedo verlo de refilón, casi guiándome más por el sonido que por la imagen. Paralelamente a este espectáculo deportivo se disputa en mi casa otro encuentro: la lucha diaria con los deberes, las lecciones, los ejercicios de cuarto de primaria. Quiere rendirse Ana, afloja, se viene abajo y yo me disgusto, me coloco junto a ella como la familia de Rafa en la grada, pero con la fiereza, a veces, de la familia de Djokovic.  La miro a ella y le hago fijarse en la imagen de Nadal, en su lucha, en su ejemplo, no darse nunca por vencido, pelear hasta el final, sufriendo cada bola, cada fallo y su grito, al final de cada golpe. Esa expresión de concentración, apretando los dientes, cerrando los puños, a pesar de sus tics, de sus manías con los botellines de agua, con las líneas de la pista, que evita pisar (hasta la imaginaria prologación de cada una de ellas), la toalla para secarse el sudor de las manos, de los brazos, del pelo, su ya famoso "vamosss!"




Hago que Ana se fijé en todo esto como ejemplo del esfuerzo, del cual se recoge siempre un resultado. Si ganas el partido, esa gloria te llevas a casa. Si lo pierdes, ya tienes algo más aprendido para la próxima vez...más esfuerzo, más sufrimiento. 

Avanza la semana, Nadal sigue dejándose la piel en la tierra donde se batieron hasta la muerte anónimos gladiadores y llega el fin de semana en el que se deciden muchos títulos. De baloncesto, prefiero no hablar; ¿va a ser que Pascual tampoco mola?

La Liga de fútbol para el Atlético, equipo que ha sabido interpretar el espíritu luchador de Simeone, cuyas palabras recalcadas no son muy distintas de mi lema preferido de motivación en el  trabajo y  en cualquier actividad o faceta de la vida;  voluntad, aptitud y capacidad; quiero, sé y puedo.

Tiene mérito por sí mismo, pero qué lástima que el Barça no compareciera, que Messi haya dimitido hace muchos meses, que este equipo haya adoptado como patrón de juego algo así como el hermano bastardo del que desarrolló el que fue el mejor equipo del mundo hace pocos años. Abonado a la indolencia, este grupito de nenes citó, con alusiones y dedicatorias variadas,  a cien mil aficionados, permitieron que lucieran un vistoso mosaico, que les jalearan cuando las cosas venían de cara, para al final arrojar sus espadas al suelo, bajar los brazos y las miradas, rindiéndose sin luchar. Si Carles Pujol hubiera podido llegar en condiciones a este final de su vida profesional, el espíritu de lucha habría seguido anidando en ese vestuario. Leía hace unos días una frase que resume su entrega: "pone la cara donde algunos juadores no se atreven a poner un pie".

Para redondear el domingo, después de hacer lo más difícil y, este sí, luchar hasta la extenuación, Nadal caía ante Djokovic en el Master 1000 de Roma. Ese orgullo serbio, turbador y desafiante, esos golpecitos con su puño cerrado sobre el corazón, mirando hacia su palco,  también es prueba de espíritu luchador ganador.










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