Fue, efectivamente, muy agradable poder abrir la ventana el primer día del año, desayunar en el balcón y contemplar toda la ciudad donde uno vive a pleno sol y con temperaturas muy próximas a los veinte grados. Mientras se sucedían valses y polkas, en la otra Europa, que muy probablemente, sí padece el rigor de los viejos inviernos, mi frágil voluntad se debatía internamente entre soltar la batuta y coger la mochila de la playa.
Otra cosa es que estas temperaturas primaverales en principio de enero resulten saludables para las personas y para el entorno y surge, cómo no, el eterno debate del cambio climático. Y ciertamente es anormal y preocupante pero si nuestra capacidad de reacción está resultando tan estéril, qué vamos a hacer, quedarnos en casa lamentándonos o tratar de disfrutarlo porque, al fin y al cabo, es lo que nos queda.
El cuerpo trata de recuperar el equilibrio y la serenidad de los excesos gastronómicos (no etílicos, que ya tenemos una edad y sabemos controlarnos) y no hay mejor manera que envolverse de la más amable naturaleza que, al fin y al cabo, está al alcance inmediato. Desde las cumbres no tan nevadas este año de los Pirineos hasta el nivel del mar balear. Un descenso en pocas jornadas, de un día para el otro, que proporciona el cambio brusco de escenario.
La imagen de las pistas de esquí cubiertas con escasa nieve artificial (dura y helada a primera hora del día y pastosa como una rebanada de pan con nocilla a media tarde) y la contemplación de todo el Valle de Arán con un aspecto inédito en esta época del año es entendible observando los pronósticos meteorológicos. Temperaturas por encima de los diez grados en las horas puntas del día.
El recorrido del telesilla hasta las más altas cotas, sobrevuela laderas verdes y rocosas, despojadas de su habitual manto blanco. Al alzar la mirada por encima de Cap de Baqueira solo en las cumbres de toda la cadena montañosa se advierte presencia de nieve y nos devuelve la imagen infantil de picos nevados como horizonte de ingenuos dibujos.
El drama de este retrato, amén del económico de todo un sector dedicado casi exclusivamente al deporte blanco, es el medioambiental. Sin intensas nevadas, el agua procedente del deshielo de todo este inmenso valle, que debería regar todas las cuencas y campos de cultivo a partir de la primavera, será más escasa y se prolongará el azote de una severa sequía.
Será, es, muy agradable salir de casa una mañana de enero con apenas un jersey. Otra cosa es que sea saludable y beneficioso a medio plazo.
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