lunes, 31 de octubre de 2022

La noche era nuestra

Primeros ochenta (otra vez, sí) y apenas nos alcanzaba el tiempo para acicalarnos tras la excursión a la playa, echarnos un par de rociones de Eau Sauvaje sobre el cuello y volar hasta el restaurante donde hubiéramos quedado para iniciar una nueva noche palmesana. Cualquier opción era suficientemente válida. Unos noches en Sa Prensa y otras en el Can Pelut o cualquier otra pizzería. No nos importaba mucho. Éramos capaces hasta de cenar una paella porque, tal y como nos cantaba la televisión con el anuncio de Kas, la noche era nuestra.

Así lo creíamos, ingenuos, cuando después de muchas vueltas y de muchas rutas por la ciudad, acabábamos encontrando un hueco para el coche en el Paseo Marítimo y nos adentrábamos en el nudo lúdico de los locales más reputados. Con mucha frescura y jovialidad nos apostábamos junto a la extensa barra del Corb Marí e iniciábamos las rondas de mirindas.

La ruta era muy exigente y al rato, después de los primeros escarceos de fogueo ascendíamos los escalones que nos llevaban al portal de la entonces joya del Marítimo: Luna. Earth, wind & fire, Kool & the gang, Sylvester  y un largo etcétera de música, mucho funk y muchas copas re-li-gio-sa-men-te pagadas por los que las consumíamos. Nadie invitaba, no se estilaba y aquellos empresarios del mundo de la noche se estiraban más bien poco. Por muchas rondas que consumiéramos rara vez caía ni un chupito de cortesía.

Corría mucha pasta, en pesetas, a la velocidad de las propias consumiciones y al final de la noche, con el sol apuntando por encima de un horizonte hilvanado por los mástiles del Náutico, llegaba el momento de subir por la Avenida Argentina hasta  caer en nuestras camas, rendidos, fundidos en nuestras propias ensoñaciones sin sospechar siquiera el volumen de negocio que acaparaba aquella noche palmesana.

Fueron pasando los años, aparecían nuevos locales al tiempo que otros iban despareciendo o cambiando de nombre y de titular y lógicamente se incorporaron nuevos empresarios del ocio nocturno. Algunos llegaron a controlar muchos de ellos e incluso varias zonas tanto de la ciudad como de enclaves más alejados.

La noche dejó de ser nuestra y empezó a ser de ellos.

En la actualidad, mi provisional y forzosa lejanía con las pistas de tenis me obliga a desarrollar actividades alternativas y muchas tardes me lanzo a caminar con cierta intensidad. Una de las rutas me lleva al viejo Paseo Marítimo y recorro muchas de las aceras en las que languidecen, como restos de su propio naufragio, la mayor parte de aquellos locales de copas. Ruinosos cascarones de cemento y grafitis, despojados de la gloria de nuestra memoria solamente los  okupa el más hiriente de los abandonos.

Se está celebrando en Palma un macro juicio en el que desfilan y declaran, unos como testigos y otros como imputados, cientos de personajes de la noche, empresarios de locales de ocio muchos de ellos. Amenazas, extorsiones, persecución, acoso, testigos protegidos...igual que en los thrillers de casinos de Las Vegas. Se deduce, del seguimiento de las vistas, lo que no sospechábamos cuando éramos tan jóvenes y la noche era nuestra: el importe de nuestras consumiciones, insisto, religiosamente pagadas por nosotros, estaba cimentando opacos y tenebrosos negocios. 

Qué lástima.


lunes, 24 de octubre de 2022

La corbata

Reconozco haber abandonado su uso desde hace ya algún tiempo. El dress code de mi profesión me viene dictado por reglamento así es que no debo preocuparme de mucho más que por cumplirlo y punto. Por contra, salvo en bodas y algún bautizo o funeral, en mi vida civil o particular ya no suelo apretar un nudo windsor en mi cuello. Tengo, no obstante, un adecuado número de corbatas de todo tipo y válidas para cualquier ocasión, pero, colgadas en el corbatero del armario, me miran con más displicencia que deseo, cuando abro las puertas del armario para tomar cualquier otra prenda.

Es cierto que salvo en el mundo de la banca, en la de los entrenadores de baloncesto (es bien curioso) y en todas las secciones de El Corte Inglés, la corbata está quedando obsoleta.

Si un tipo pretende venderte una moto no por el hecho de llevar corbata tendría por qué lograrlo pero indudablemente aporta algo más de seriedad. Será un error pero es así. Si te atiende un bancario con una corbata sobria perfectamente anudada a su cuello y tapando el último botón del cuello perfectamente abrochado aporta cierta fiabilidad.

Si un tipo se sube al estrado sin corbata -con la excusa del cambio climático- (ya no toca, que estamos en otoño) y te vende sus motos, pues claro, no te fías. Si te has apeado del uso de esa prenda, ya me da igual que la dejes en tu corbatero o que te la anudes en la frente como un becerro cualquiera en una despedida de solteros o al final de la boda o de cualquier otra farra.

No hay cosa más hortera (y más extendida) que quitarse una corbata en público o quedarse en mangas de camisa  (remangada) y la corbata en el tercer botón. Y por cierto, en un mediático juicio que se está celebrando en Palma y transmitido en streaming al finalizar las vistas, en la misma sala donde sudan tinta china investigados y testigos, como los mercaderes expulsados del Templo a algunos de los letrados tiempo les falta para desprenderse de ese honroso complemento. Los que lo llevan, porque alguno, salvo por su toga, se muestran descamisados o despechugados, como decía padre, añadiendo una de sus frases míticas: "para llegar a ser un señor hay que mear alfombras"  (y a ser posible no desprenderse de la corbata ni quedarse en mangas de camisa)

He sudado en bodas por darlo todo en los bailes hasta empapar hasta el forro de los bolsillos de la chaqueta y he regresado a casa con el traje, la camisa y la corbata tal y como los llevaba al salir del portal. No hay otra.



lunes, 17 de octubre de 2022

No es solo el fútbol

Periódicamente y por evitar opinar de "otras cosas" emborrono el post con temas más prosaicos. Me gusta mucho -y me consta que tiene mayor aceptación y seguimiento- la gastronomía y el resultado de mi afición culinaria me proporciona, además de la satisfacción de cocinar, el placer de comer cosas ricas en el ámbito doméstico y familiar.

Otra afición no oculta es el deporte y muy especialmente cuando me proporciona satisfacciones. Y como todo el mundo sabe, aunque cada vez con mayor frialdad, no me importa mucho (más o menos un bledo) que se me identifique con el errático sentimiento blaugrana, no entendiendo ese "sentimiento" como un mero eufemismo. Es que es eso, un dolor permanente, un estado afectivo triste y hasta doloroso por muchas cosas pero en lo que más me importaría, en lo estrictamente deportivo. 

Desde que entendí que la adscripción del mescunclú al prusés era definitivamente irreversible por haberla convertido intencionadamente en una religión obligatoria en esa sociedad fui desafectando mi interés pero, no puedo evitarlo, sigo la actualidad de todas sus secciones como si de un veneno adictivo se tratase.

Este año y pese a la mágica (e inexplicable) aparición de todo tipo de palancas económicas y tras un estreno fulgurante y prometedor en los torneos veraniegos (jasjás, jasjás) estamos nuevamente al borde del k.o. técnico a las primeras de cambio. Solo son veinte millones de euros de nada lo que dejará de ingresar por la eliminación de una champions que volverá a ganar el madrí -sí, en el último minuto, de penalti, jugando mal, todo lo que quieran argumentar los más cafeteros-. Pero es que el resto de secciones, salvo contada o contadísimas excepciones, son más de lo mismo.

Muchas banderas, muchos mosaicos, muchos gritos, mucha exaltación y mucho minuto mágico de cánticos regionales pero, queridos, en el deporte, además de participar que es hasta cierto punto asumible (especialmente para los segundones) lo que importa son los títulos y levantar copas grandes.

Duele ver a chavales como Pedri, Gavi, Ansu Fati y algunos más, implicados en un rosario de proyectos ilusionantes en origen pero transformados en frustraciones sucesivamente. Eso sí, que tiemble en Boix Camp en el minuto 17 de cada partido.

Pueden seguir lloriqueando con los arbitrajes y otras paranoias pero no son capaces de borrar la impresión de ser dioses menores y perdedores vitalicios.


lunes, 10 de octubre de 2022

La Ramona

No soy partidario, por supuesto, de ningún tipo de violencia. Pretendo ser un tipo de orden y me chirría todo lo que se eleva por encima  de un nivel mínimo de tolerancia. Me molesta lo soez y en los chistes gruesos en público puedo a llegar a sentirme incómodo salvo que el contexto y el entorno lo justifiquen. (No me dan vahíos ni necesito un chute de sales si alguien dice pedo, culo, caca, pis).

Que a estas alturas unos chavales se pongan becerros con unas novatadas verbales que no pasan de ahí, en el entorno de un colegio mayor -no lo saquemos de contexto- no debería ser una noticia muy relevante y menos en momentos donde el agua empieza a llegarnos al cuello ante una situación económica muy crítica y con una amenaza creíble de colapso nuclear (lo dice Biden).

No justifico esa exhibición grupal de testosterona verbal y creo que no debería estar exento, como mínimo, de una severa amonestación. De ahí a asistir atónito a toda la retahíla de declaraciones, manifestaciones, aspavientos y desmayos de un montón de cursis intelectuales afectadísimos, ofendidísimos e indignadísimos por esa gamberrada hay un abismo.

Vuelvo a decir que soy hijo, esposo y padre de mujeres de distintas generaciones;  amigo y  compañero de otras tantas a las que les profeso, igual que a los hombres, todo mi respeto y consideración. Y básicamente entiendo que el resultado de lo contrario no es otra cosa que la falta de educación.

Cuidado Esteso, que todavía te pueden mandar al talego por tu Ramona aunque a otros les disculpen sus pedorretas de la Dominga de Echeminga que, por supuesto, es mucho más gracioso y en todo caso siempre será "libertad de expresión". Ya sabemos aquello del doble rasero y que una cosa es a opinión pública y otra muy distinta la opinión publicada.

Lo peor, tras el eructo, son los rebuznos de los que miran hacia otro lado cuando les conviene o cuando no les importa la mujer ultrajada. 

¿Y ahora qué, nos ponemos ya a estudiar y a trabajar?

Vamos anda, que ya nos conocemos.



lunes, 3 de octubre de 2022

Si te quejas de tu mala suerte

La innegable pésima tendencia de la humanidad y el declive absoluto de la global zona de confort en la que vivíamos en Occidente nos dejan un nuevo testimonio gráfico cada día. Desde aquel fatídico 11S, una vía de agua ha venido inundado nuestra arca de Noé y nada bueno cabe esperar. Nadie parece estar muy seguro de que lleguemos a puerto y que podamos evitar el hundimiento total.

En el pulso diario entre sístole y diástole una perceptible punzada altera el ritmo cardíaco: el conflicto ruso-ucraniano empeñado en extender sus maléficos efectos al resto de la corteza terrestre.

Como un mantra maligno -cada día una pequeña aportación- los informativos vomitan reportajes y crónicas de guerra. Lo peor no es lo que ha ocurrido hasta ahora, no. Lo peor, sin duda alguna, es lo que puede ocurrir, lo que nos espera, la amenaza de uso de armamento nuclear. Todos sabemos cómo se las gasta Putin y hasta qué punto es capaz de retorcer la realidad hasta cambiar la ficción por la certeza (referéndums y urnas de gomaespuma sin rigor democrático alguno ¿les suena?).

En lo que tardan en sobrevolarnos los primeros misiles de largo alcance aquí vivimos bajo el fuego de la batalla fiscal. Lo que en principio era una medida económica propuesta por una comunidad autónoma se ha convertido en metralla electoral. 

Da todo mucha pereza...¿te vas a quejar de tu mala suerte porque no te toca la bonoloto?

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...