lunes, 26 de septiembre de 2022
Roger
lunes, 19 de septiembre de 2022
Con el primer café
Llegó septiembre y con él la vuelta a una rutina que nos aleja (casi) definitivamente de los días de ocio ordenado. Vuelve a sonar el despertador, los días se acortan desde el amanecer y la oscuridad todavía guarda silenciosa el sueño de los escolares. Hay que encender luces para no tropezar con el gato -que es negro y también sigiloso- y sacar el panecillo del congelador para el bocadillo de la merienda (el berenar).
La radio comienza a desgranar una actualidad de una crueldad inmarcesible. Todo mal, todo agrio. El gorgoreo de la cafetera y la aspiración profunda del aroma de mi primer café de la mañana me abstrae del mal augurio y desvía mi atención hacia los pensamientos que me llevan a mi propia agenda del día: mucho trabajo, muchas tareas, a Dios gracias.
Un pico más alta la inflación, sigue al alza el precio de los combustibles, del gas, de la luz, del pan, de los cereales, de la carne, de la leche... Los políticos siguen chapoteando en sus charcas de poder, (unos más que otros) en el afán, unos de llegar, otros de permanecer. Demasiados políticos y demasiados asesores porque los primeros apenas saben hacer la "o" con el canuto. Mucho analfabeto con la estéril, ciega y nula responsabilidad de intentar resolver nuestros problemas sin echar necesariamente la culpa a la invasión de Ucrania por los rusos. Y van en metro, dicen. Y oyen cosas, dicen. En el metro, ¿sí, de verdad? donde todos los usuarios siguen con atención exclusiva y excluyente a su aparatito telefónico sin importarles un pimiento lo que pasa a su alrededor....¿qué me estás contando?
Ni la nefasta y distópica observación de la realidad remueve mi optimismo radiante ese día, uno más, un lunes cualquiera de cualquier semana de este cuatrimestre final de año.
Ya en el coche, en el tiempo de espera de la colegial en las primeras semanas de su último curso de bachillerato (con foto como todos los anteriores años desde la primera falda plisada del uniforme), Ángel Carmona pincha un himno generacional, una canción de un grupo de culto, al menos para unos cuantos que éramos muy jóvenes en los maravillosos ochenta. Resulta ciertamente curioso: en la exquisitez cultural y musical de Radio 3 no cabía según que música denostada y despreciada por su "comercialidad". Vale, pero eso ya es historia. Cualquier día nos pinchan a Perales en ese canal.
Pese a haberla traído ya a este humilde espacio en otra ocasión, por su entusiasmo contagioso y por los recuerdos que me trae, vaya....este tributo a aquella generación.
lunes, 12 de septiembre de 2022
Los otros veranos
Hace casi diez años tuve que vivir un verano diferente. No salí en ninguna foto rodeado de familiares y amigos habituales (aunque sí trabé excelentes amistades allí). Tampoco figuro delante de una maravillosa cala de aguas turquesas ni brindando, en una terraza a la orilla del mar, con un aromático y fresquito albariño. Hace estos años, mi verano -que no fue malo, sino diferente- me imprimió la sensación de muchas privaciones y, pese a que puntualmente me llegaban las fotos de familiares y amigos que sí disfrutaban de calas y terrazas, yo no estaba en ellas.
Diez años más tarde, el tono de mi piel sí acusa las horas de sol y de orilla (y alguna arruga más). Aunque he disfrutado de excelentes jornadas vacacionales sin alejarme mucho de mi domicilio habitual, en el peor de los casos, respetando el horario laboral, viviendo en Mallorca es muy fácil entregarse al dolce far niente vespertino y enumerar, una tras otra, muchas brazadas entre las olas, seguir sorprendiéndose de lo maravilloso de nuestro mar (a pesar de la elevada temperatura del agua) y tomarse unas cañas, de vez en cuando, sin más interrupciones que los chasquidos del guasap.
Pero en las antípodas de esta serena felicidad no puede ignorarse que existen otros veranos: el del amigo enfermo, el del pariente triste, el del amigo preocupado, el de muchas personas a las que no les brilla la piel tostada, siquiera por el menos violento sol de los atardeceres en la orilla, ni han podido paladear un cremoso helado durante un paseo urbano a última hora del día.
Para todas esas personas, desafortunadas por variados motivos, no existe el mismo verano y no comparten la belleza de las calas ni el jolgorio de las terrazas. Pero ahí están, algunos, mano sobre mano, atenazados por su mal, por su dolor, por sus inquietudes. Presos de una tristeza sin tregua, mirando a cada esquina de una habitación -el enfermo- o un cuerpo inerte y pesado -el familiar-.
Vaya mi recuerdo y mi abrazo a unos y a otros, mi oración y mi mejor deseo: que el próximo verano sea mejor que el que ahora acaba.
lunes, 5 de septiembre de 2022
El aroma de la música
Lo vi hace unos días en la película El último día de los Smiths (Stephen Kijak, 2021): una joven fan se desmorona, presa del pavor, sobre una caja de discos y cassettes en venta (inalcanzables económicamente a su púber bolsillo) intentando abordar con sus brazos toda la obra y atrapar el aroma de su música, al acabar de conocer la disolución y separación del grupo. El relato queda flojito en su argumento (desfase juvenil de una generación ochentera enfrentada, en tribus urbanas, por lucha de estilos musicales) pero nos envuelve en un entorno nostálgico de la música de The Smiths. Cuesta dar con un contenido argumental que justifique una hora y media de ese pop británico con el aroma inconfundible de los vinilos, sus cubiertas, los cajones y expositores de las tiendas de discos...si, todo eso tenía aroma; la música de aquella generación tenía aroma.
Yo me pasaba las horas tratando de elegir qué disco comprar con los escasas mil y pico pesetas que tenía de presupuesto. Entonces, 70/80, los LP,s, la mayoría, venían envueltos en celofán, de tal manera que si era uno de estos el elegido y lo llevabas a casa ya no podías devolverlo. Por contra, cuántas veces me llevé alguno de los que vendían con la cubierta de cartón, sin celofán; lo grababa en una TDK y lo cambiaba por otro...unas cuantas veces. (¿Habrá prescrito esto?)
Cuando desprecintabas el disco, una bocanada de aroma de música se filtraba por las fosas nasales y cuando sacabas el vinilo, la funda de cartón olía muy bien... Lo mismo los cassettes. Al empezar a sonar la primera canción te quedabas contemplando el dibujo de la funda o la fotografía artística (muchos creadores y diseñadores plásticos vivían de ese negocio), leías las letras de las canciones -los que las incorporaban- y al final, ese mismo aroma se quedaba impregnado en las manos. Escuchadas al tiempo que leídas, una y otra vez, cómo no ibas a ser capaz de aprendértelas de memoria a pesar del pobre nivel de inglés adquirido en el viejo bachillerato.
Luego, cuando aquel disco se incorporaba a la estantería del mueble con ruedas de la cadena musical y descansaba junto al resto seguía desprendiendo su aroma (y tal vez, lejano, el sonido de sus canciones). En cuanto te acercabas a ese lugar y buscabas alguno había algo parecido a una pugna entre ellos, a ver cual, por su recuerdo aromático-musical, era el seleccionado.
A qué narices huele hoy el mp3, el spotify, el dispositivo digital o la radio con la que escuchamos hoy aquella misma música. A qué huele el bluetooth? Qué tipo de aroma desprende la música de The Smiths en una barra de sonido, por mucha calidad que nos brinde el subwoofer? Yo te lo digo: ningún olor, ningún aroma que te aproxime a la generación en la cual se editaron aquellas canciones.
¿A qué huele tu playlist?
Nombres que remueven la memoria
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