lunes, 29 de agosto de 2022

Tendencia mala

La nueva chorrada, la nueva manera de iluminar lo que está ocurriendo en un momento dado es añadir la expresión "serie histórica" cuando al hablar de algo que viene sucediendo desde mucho tiempo atrás hay que incorporar un diagnóstico comparativo. Así hablan ahora los modernitos cuando tratan de sujetar una estadística y quieren darse pisto y proporcionar lustre a su oratoria (más lustre cuanto más pobre, ejemplos a diario). 

Al referirse a las temperaturas medias del verano, de cada uno de sus meses, o a las reservas de agua de embalses y pantanos, o a los cientos de hectáreas calcinadas por el fuego (muchas veces criminal) o a la inflación, o a lo que sea: serie histórica. Pues vale.

En el futuro más próximo, cuando algún berzas ponga en su linda boca esa expresión referida a la felicidad del ser humano no podrá obviar referirse a esa serie histórica de los tres últimos años: desde el covid-19 no estamos levantando cabeza. No resulta inédito, pese a lo trágico de sus consecuencias en pérdidas humanas y secuelas nefastas en muchas de sus víctimas, escuchar que lo de menos, al final, ha sido la pandemia, qué  felices éramos aplaudiendo desde los balcones soñando ya con nuestra inminente excarcelación, allá por mayo de 2020. Que cómo y qué bien se había recuperado nuestro entorno biológico y forestal, qué verde estaba todo y qué frondoso el fondo de mar repobladas las llanuras de posidonia, la recuperación de muchas especies en peligro de extinción sin la amenaza destructora de las manos del hombre ocupadas en chocar entre sí desde los balcones.

Apenas empezábamos a restañar las heridas del confinamiento y a perder las arrobas pizzeras y bizcocheras y tras disfrutar de un extraño verano de distancia social y mascarillas, amén de soportar la política de casa, los rusos han decidido que se acabe el mundo a cámara lenta (o no). Para unos, los ucranianos, en carne y huesos abrasados por el fuego de la artillería pero para el resto de la humanidad, además del horror de la guerra, el desabastecimiento de productos de primerísima necesidad, encarecimiento de la electricidad, del gas, del petróleo...

Vamos perdiendo, la tendencia es nefasta, la serie histórica negra, muy negra y una política doméstica cargada de sandeces. Cada día que pasa deja mejor al anterior y así sucesivamente....

Total, que al final no nos queda ni para hacer cubitos de hielo para el gintonic que haga digerible todo esto. Acabarán decretando a qué temperatura mínima debemos tomarnos la cañita o cuántas piezas de hielo debemos añadir al tinto de verano, como máximo. Al tiempo.

Necesitamos ya una serie histórica positiva, una tendencia buena que borre, por real decreto, la amargura permanente con la que llevamos malviviendo  los últimos años, necesitamos calderadas de noticias buenas. 

Por Dios, dadme solo noticias buenas, necesitamos un diluvio de buenas nuevas, si no queremos sucumbir y acabar haciendo un urdanga colectivo.

(a cualquiera nos puede pasar)


lunes, 22 de agosto de 2022

El berenar de agosto

Tan español como la siesta, el carajillo (reventat), el arroz con leche o la sangría, el berenar (merienda a media mañana  en Mallorca) o el cafelito (resto de España) es el momento de interrupción de la jornada diaria en los centros de trabajo. Sobre las diez de la mañana empieza un movimiento masivo similar a una operación estrecho; las puertas de los despachos y de las oficinas se abren y cierran simultáneamente y sus inquilinos, sigilosamente algunos, toman el pasillo de salida hacia la cafetería interior o hasta el exterior del edificio, el bar más próximo o el preferido por la calidad de sus servicios. Es la hora del bocadillo.

Te vienen a casa a reparar un electrodoméstico, una instalación o a hacer una obra y se presenta la cuadrilla o el técnico a la hora convenida, antes de las nueve. No ha acabado de depositar la caja de herramientas en el suelo, el repuesto o la pieza a sustituir y sin apenas apearse del saludo inicial te espeta, con absoluta naturalidad, que deja todo ahí y que se va a "merendar" y que vuelve en media hora. Así. Tú que ese día has echado pie a tierra más temprano para que te alcance el tiempo de tener todos tus deberes higiénico-sanitarios hechos, que has desayunado un poquito antes para que el timbrazo del telefonillo no te pille con el bote de fairy en las manos, que has avisado por guasap que llegarás un poco más tarde al trabajo pero que enseguida que acabe el técnico irás para allá....pues toda tu previsión hecha trizas porque ese técnico no ha sido capaz de aviarse sus tostaditas y su café con leche en su casa, como has hecho tú. Tendrás que esperar media hora más por la falta de previsión consolidada de ese sector profesional de los trabajos a domicilio. Así es y nada se puede hacer más que tener comprensión y solidaridad con ese pobre currante desfallecido por la hambruna y el ayuno desde la noche anterior, no sea que se desmaye al alcanzar la llave inglesa. Un bajón de azúcar es lo peor que puede interrumpir la reparación de tu lavadora.

Pues el mes de agosto es, de todos los del año, el mes del berenar, de la merienda, del cierre de fábricas, de muchos despachos, de miles de profesionales. Que no se te rompa esa lavadora, o el coche, o el calentador en el mes de agosto. Ni se te ocurra llamar a un servicio técnico, ni a un profesional de la ingeniería o de la arquitectura para pedir un presupuesto; un plano y mediciones o una rehabilitación. No. No lo intentes. Es muy frustrante. Están de vacaciones, te dicen a modo de consuelo tus colaboradores incondicionales mucho más comprensivos, al parecer, que tú hasta que, enojado, les haces ver que como tú, ellos también están trabajando en el mes de agosto, igual que muchos médicos, muchos policías, muchos bomberos, muchos militares, muchos guardias civiles, muchos farmacéuticos...o es que ninguno de  nosotros tenemos derecho a berenar. Pues parece que no.

Todo llegará en el barco de septiembre, decía madre. 


lunes, 15 de agosto de 2022

¿Qué hacer?

Abruptamente, sin preaviso, un buen día te sorprende el hastío veraniego. Es el no saber qué hacer con tu vida, pero no en un futuro a medio o largo plazo, no, es ya, para las primeras horas de ese aciago día. De pronto descubres que la rutina más o menos ociosa de las semanas anteriores ya no tiene vigencia alguna. No te ves nuevamente preparando la mochila de la playa y contemplas la posibilidad de dedicarte ese día a no hacer absolutamente nada.

Esa sensación de vacío suele coincidir casi matemáticamente con las fechas próximas a la festividad de mediados de agosto. Es como si un perverso algoritmo te anticipara que el frasco de la felicidad del verano ya está lleno. Que ya se acabaron las tardes de brisa en la orilla o de las cañas en la terraza o de los menús fresquitos a la sombra de un toldito. Ya no salen conejos de la chistera y cuesta hasta recoger las tazas del desayuno, donde ha quedado cuajado y frío el poso del café como metáfora indeseable del irremediable anuncio: se acerca el final de verano y no nos salen las cuentas. Dónde están esos felices días de chapuzones y jolgorio, dónde la pelota de Nivea, dónde la caja del primer tubo de protección solar, dónde la funda de plástico en la que iba envuelta la sombrilla, dónde los primeros saludos a los residentes de la playa familiar que anunciaban el inicio de una nueva temporada, dónde el primer cucurucho o la primera tapa de ensaladilla que no valía nada pero que en bañador y rodeado de amigos entre aguas turquesas sienta como la de Berasategui. Dónde se ha quedado la arena que nuestros pies y las chancletas le han hurtado involuntariamente a esa playa, dónde el llanto desconsolado del bebé que no quería salir del agua, o no quería entrar, donde está el bañista que, con tubo y aletas, se fue introduciendo en el mar, nadando hasta el horizonte, hasta perderse de vista. Lo que no me importa en absoluto es saber dónde están estas pandillas de insufribles jovencitos de porrito y reguetón, de botellona de vodka antes del mediodía que no sabes si van o vuelven de su farra nocturna. Estos están bien si se pierden más allá del horizonte.

Dónde todo eso y ahora, ¿qué hacer? 

lunes, 8 de agosto de 2022

Motomami

Es, sin duda, el personaje de moda en el mundo musical. Nos guste o no el estilo musical, su estilismo, el outfit, las letras de sus canciones y el lenguaje sin filtros de sus letras ("te quiero ride, como a mi bike"). No cabe duda de que tanta gente no puede estar equivocada, a no ser que les redes sociales mientan.

Como padre de hijas en edad tengo que intentar consensuar el sonido envolvente de los bluetooth domésticos y, claro, a veces tengo que transigir en escuchar "sus" músicas. En este punto solo he puesto un límite que hasta ahora se me está respetando: ni trap ni reguetón. Eso no, por Dios.

Rosalía es un pedazo de artista y no lo digo porque haya yo sucumbido a algo así como un síndrome de Estocolmo musical. Llevo tiempo escuchándola y me gusta su voz, canta bien, parece tener una cabeza bien amueblada y nadie, creo, le ha regalado nada. He escuchado entrevistas y lo que dice y como lo dice merece mucho respeto. Es cierto que estar en la cresta de la ola y en el marco unánime del beneplácito popular, todas esas entrevistas son suaves sesiones de jabón y masaje. Es más, en casi todas ellas se muestra como creo que es, pese al esfuerzo institucionalizado en exhibirla como un ser de luz, un personaje iluminado, un ser angelical (me está quedando un tanto cursi). Destaco en ese pensamiento su profundo respeto al orden familiar, a Dios, a la yaya

Su verbo en catalán suena realmente dulce y alejado de las polémicas que tanto daño ha causado a esa lengua la ofuscación delirante de algunos (de muchos).

Y luego sus registros: es igual que entone una copla que un bolero, una rumba catalana o su pop más chisposo, que es el, tal vez, lo que menos me gusta (esa percusión reghetonera...). 

Por si es de tu interés

lunes, 1 de agosto de 2022

Dadme una palanca...

Ahora ya solo falta que algún iluminado manifieste que Arquímides tenía un gen blaugrana. Incluso algún iluminado y además indocumentado puede llegar a creerse que Arquímides es un famoso central del Paok de Salónica y que encajaría perfectamente en los planes de Xavi Hernández.

Cuesta entender, siquiera en sentido figurado, no el uso de la palanca, sino que pudiera encontrarse el punto de apoyo para que la palanca lograra mover el mundo.

Paradójicamente el presidente Laporta ha encontrado no una, sino dos o tres palancas y el barça ha pasado de ser un club que no podía pagar ni la luz del vestuario a lograr tirar la casa por la ventana y fichar jugadores a precios estratosféricos, fijar salarios millonarios (al tiempo que exige sacrificios a los que ya formaban parte de la plantilla) y estar dispuesto a contratar dos o tres fichajes más, amén de otro tanto para otras secciones del club.

Todo está en la palanca y he de pensar que el punto de apoyo es un quilombo fundamentado en la imagen (explotación de derechos televisivos y de comercialización de camisetas y otros productos básicamente) del club de las próximas décadas. Pues vale. Me lo expliquen.

En este momento actual de la economía global, con la explosiva volatilidad de los precios de mercado de productos básicos para el consumo humano, tras meses de una guerra económica que no parece vaya a resolverse a corto o medio plazo y en un tránsito vertiginoso a un nuevo orden mundial, la pregunta sería ¿cabe obtener tanto rendimiento contante, sonante e instantáneo de algo sobre lo que cabe tanta especulación como son los derechos de imagen? Que me lo expliquen porque no lo entiendo.

Luego las federaciones nacionales e internacionales imponen ciertas restricciones de gasto- fair play financiero- que es algo así como una norma del monopoly  que, al parecer,  muchos clubes se saltan a la torera.

¿Cómo se pasa de no poder repostar gasolina en un utilitario a arrasar en el concesionario de Porsche como si fueran baratijas?

Eppur si muove (Galileo Galilei) y el resultado es el que exhiben las portadas de los colorines deportivos: ahí está el barça y esa es la nueva plantilla.



Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...