La nueva chorrada, la nueva manera de iluminar lo que está ocurriendo en un momento dado es añadir la expresión "serie histórica" cuando al hablar de algo que viene sucediendo desde mucho tiempo atrás hay que incorporar un diagnóstico comparativo. Así hablan ahora los modernitos cuando tratan de sujetar una estadística y quieren darse pisto y proporcionar lustre a su oratoria (más lustre cuanto más pobre, ejemplos a diario).
Al referirse a las temperaturas medias del verano, de cada uno de sus meses, o a las reservas de agua de embalses y pantanos, o a los cientos de hectáreas calcinadas por el fuego (muchas veces criminal) o a la inflación, o a lo que sea: serie histórica. Pues vale.
En el futuro más próximo, cuando algún berzas ponga en su linda boca esa expresión referida a la felicidad del ser humano no podrá obviar referirse a esa serie histórica de los tres últimos años: desde el covid-19 no estamos levantando cabeza. No resulta inédito, pese a lo trágico de sus consecuencias en pérdidas humanas y secuelas nefastas en muchas de sus víctimas, escuchar que lo de menos, al final, ha sido la pandemia, qué felices éramos aplaudiendo desde los balcones soñando ya con nuestra inminente excarcelación, allá por mayo de 2020. Que cómo y qué bien se había recuperado nuestro entorno biológico y forestal, qué verde estaba todo y qué frondoso el fondo de mar repobladas las llanuras de posidonia, la recuperación de muchas especies en peligro de extinción sin la amenaza destructora de las manos del hombre ocupadas en chocar entre sí desde los balcones.
Apenas empezábamos a restañar las heridas del confinamiento y a perder las arrobas pizzeras y bizcocheras y tras disfrutar de un extraño verano de distancia social y mascarillas, amén de soportar la política de casa, los rusos han decidido que se acabe el mundo a cámara lenta (o no). Para unos, los ucranianos, en carne y huesos abrasados por el fuego de la artillería pero para el resto de la humanidad, además del horror de la guerra, el desabastecimiento de productos de primerísima necesidad, encarecimiento de la electricidad, del gas, del petróleo...
Vamos perdiendo, la tendencia es nefasta, la serie histórica negra, muy negra y una política doméstica cargada de sandeces. Cada día que pasa deja mejor al anterior y así sucesivamente....
Total, que al final no nos queda ni para hacer cubitos de hielo para el gintonic que haga digerible todo esto. Acabarán decretando a qué temperatura mínima debemos tomarnos la cañita o cuántas piezas de hielo debemos añadir al tinto de verano, como máximo. Al tiempo.
Necesitamos ya una serie histórica positiva, una tendencia buena que borre, por real decreto, la amargura permanente con la que llevamos malviviendo los últimos años, necesitamos calderadas de noticias buenas.
Por Dios, dadme solo noticias buenas, necesitamos un diluvio de buenas nuevas, si no queremos sucumbir y acabar haciendo un urdanga colectivo.
(a cualquiera nos puede pasar)