lunes, 20 de diciembre de 2021

Que se froten las manos

Como un procés paralelo, la decadencia del barça (en minúscula, no cabe otra) se veía venir. Guardábamos els culers magníficos recuerdos de la época del dream team, expresión que ponía de los nervios a los peñistas del madrí y que fue acuñada en las temporadas en las que Johan Cruyff puso al equipo en el epicentro de su éxito futbolístico como nunca antes había estado. Con su magia y con su particular genio a la hora de convertir ese deporte en un armónico concierto de piernas y balones envolvió a la afición culé en un entorno de jolgorio y triunfo. Con él llego la primera Copa de Europa (Wembley 1992) pero también estrepitosos fracasos (Atenas 1994). Para todo en la vida hay un tiempo y una realidad. 

Tras una larga época de tedio y táctica infértil de los Robson, Van Gaal, etc, el testigo de aquel estilo de juego, en clave de victoria, lo recuperó Rijkaard que volvió a hacer del equipo una orquesta exquisita con dos premios: volvió a hacer al Barça (este sí, con mayúscula) campeón de Europa, ganó la Champions e hizo debutar a Messi, haciéndole jugar con Ronaldinho y tomar literalmente el Bernabeu. 

Luego vendrían Guardiola y Luis Enrique para hacer el equipo más grande y laureado de su historia. 

Y luego la decadencia. Los años pasan y el doloroso procés se hace carne y habita tanto en los despachos del club como en su vestuario. Se van apagando y retirando las luces de los más talentosos y la abducción del otro procés comienza a transformar un club ganador en una sociedad más preocupada por lo catalán, por su república, por su estelada, por sus cánticos supremacistas y un largo etcétera que no lleva a nada bueno, provocando, además la desafección de buena parte de sus seguidores (mi caso); el desencanto de las serpientes.

Bueno, pues ahora fichan a Xavi (con lo bien que estaba en Qatar) y yo creo que este muchacho se ha precipitado. El equipo, remendado unas veces  por despecho y en su gran mayoría por desechos de tienta de equipos segundones, no da ni para ganar el súper Joan Gámper.

El barça es por el momento un equipo triste, envuelto en una bandera que no tiene nada que ver con el deporte, jugando con disfraces que parecen pijamas de niños indepes del club super3 y de la bola d drac

Pese a la esperanza que inspiran los nuevos, jóvenes y valerosos talentos casi adolescentes, se avecinan meses de mucho trabajo y mucha paciencia así es que los acérrimos y enemigos íntimos de este club que disfruten y que se froten las manos. 


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