No nos salimos del guion. A medida que van acercándose las fechas más señaladas nos atrapa la sensación de que no llegamos. Por una parte el trabajo, el cierre de ejercicio económico que supone para algunos el momento de recoger las notas finales del curso. Basta con aprobar, el suspenso equivaldría a un "muy deficiente" de nuestra época escolar y cerrar con normalidad no proporciona necesariamente una buena calificación.
En el resto de los frentes, aunque no sujetos a término, ocurre algo similar. Es el momento de agrupar familia, extender el mantel sobre la mesa, repasar la vajilla, la cristalería, la cubertería, echar un vistazo al botellero y lanzarse a la compra de los víveres con los que confeccionar los menús festivos. Con la mente en los que están pero, indudablemente, con la nostalgia de los que se fueron, con los que compartíamos esas largas sobremesas u otros momentos de ocioso gozo. Buscamos recetas y productos que nos hagan olvidar, por un momento, los malos ratos pasados. Y en el fondo, si aún nos quedan ilusión y ganas para pensar en esas cosas, es que no vamos del todo mal.
La rutina y ciertos mecanismos que asoman estos días pasa, previamente, por el infructuoso proceso de tomar todos los décimos que jugábamos en la lotería e ir comprobando como viene siendo habitual que no nos ha tocado ningún pellizco y, si acaso, algún reintegro. El tópico nos regala otro clásico: salud para seguir probando el año que viene.
Pasarán las fiestas, volveremos a enfundarnos el uniforme (mono) de trabajo ( de un "estilo de vida", Antonio C.), a asumir el compromiso de procurar ser buenas personas, a amar al prójimo, a ser prudentes y tolerantes, a ayudar a quien lo necesita y si queda tiempo, a disfrutar del nuevo año con nuestras mejores y renovadas ilusiones.
Que tengas un feliz año, si te dejan. Y salud, sobre todas las cosas.
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