De aquellos lejanos días de mayo del 18, bajo los efectos de la anestesia y los de la moción de censura, recuerdo los pésimos augurios que temía(mos) iban a diseñar la hoja de ruta de los siguientes años hasta la actualidad.
Éramos (me/nos decían) unos agoreros, unos beatos apocalípticos que nos dejábamos llevar por los presagios de los fachas de la extrema derecha cavernaria, retrógada, monacal, reaccionaria, bla, bla, bla...
A la vista de la situación y panorama actuales ¿podría alguien decirme/nos en qué nos equivocábamos?
Además de la pandemia y las subsiguientes crisis sanitaria, social y económica, que han golpeado con dureza a todo el planeta, yo/nosotros (muchos españoles) padecemos las consecuencias de la peor crisis de valores y respeto a nuestras Instituciones -con mayúscula, sí- desde que hace más de cuarenta años estrenamos lo que creíamos serviría como instrumento de conciliación definitiva y proyecto de futuro común: la Constitución de 1978.
Obsesionados por su necesidad de aniquilar el sistema y a pesar de que las suelas de sus calzados pisan el mullido confort de alfombras, moquetas y pavimentos oficiales, muchos de los que ejecutan la acción de gobierno (gobernar es otra cosa) siguen empeñados en reabrir viejas y cicatrizadas heridas porque, al parecer eso y no otra cosa, sigue siendo de interés exclusivo para ellos porque será que les resulta absolutamente rentable electoral y políticamente. No encuentro otra explicación. ¿Quiénes, si no ellos, esa izquierda ideologizada por el odio de sus propias entrañas, son los nostálgicos del antiguo régimen? ¿Quiénes, si no ellos, la izquierda pija de puño en alto y chalet en la sierra viven de sus fábulas de una lucha política que no es más que un show televisivo o de telenovela venezolana?
En aquella guerra nadie ganó, todos perdieron/perdimos. Cierto que al final uno solo de los bandos izó su bandera pero a ambos lados quedaron millones de caídos, viudas y huérfanos. Cada uno de los supervivientes de la guerra conoce su propio drama. Incluso aquellos que son considerados como ganadores. No, nadie ganó, esto es seguro. Hemos tenido tiempo y ocasiones para, respetando la memoria de unos y otras, recuperar el pulso perdido entonces y proyectar el futuro de siguientes generaciones que deberían orientar su empeño en inquietudes más relevantes y prácticas para sus intereses y el interés general. Pues resulta que no, que hay que volver a reescribir la historia para dar satisfacción a los socios, no sea que se enojen y enmienden las cuentas de ingresos y gastos.
No quería decirlo pero desgraciadamente, como la letra, los números con sangre entran.
Qué asco y qué vergüenza.
Que me cierren el blog.
(me encontraréis en mi orilla escuchando esto)
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