lunes, 29 de noviembre de 2021

Seres superiores

Un tipo rufíán y despreciable, indocumentado con ínfulas de virrey, de verbo engolado y pose chulesca se vanagloria del resultado de sus extorsiones. No deberían tener validez los acuerdos adoptados bajo amenaza ni coacción (políticas) pero ¿qué más da? ¿qué puede ya salir mal? No se harán las obras, presume el pollo con sonrisa boba de medio lado. 

No existió jamás ETA y si existió estuvo más que justificada su extrema violencia, su crimen y su terror, dice otro ser superior con cara de vomitona descomunal fruto de un descontrolado empacho de egos. Hay, sin embargo, -añade el iracundo- un espeso fondo del franquismo en toda la derecha española". Tócate el pie, Marifé!

No se puede hablar, rotular, ¿pensar? en castellano en los colegios, ni en sus patios, ni en las universidades, ni en los comercios, ni en el parque....ni en el Nou Camp...¿A qué me recuerda esto? Pues quienes disponen sobre cómo deben comunicarse los demás son los mismos que se funden luego en lágrimas, como bloque de mantequilla sobre una plancha de hierro al rojo vivo, cuando visitan Auschwitz o cuando leen el libro o ven la película "El niño con el pijama de rayas", por supuesto en catalán.

Una niñata, mal criada, mal vestida y descarada, actriz o directora de series exhibe su supremacía moral y muy femenina preguntándose en voz alta y preguntándole al chaval de veinte años por qué  quiere ser militar...y el presentador se ríe (en su ignorancia) porque su nota de selectividad, lo siento es así, no le sirvió para pasar el corte de ingreso pero sí para estudiar una ingeniería...

El problema de los seres superiores es que siempre hay un cooperador necesario (tonto, traidor o cobarde) para que aquellos, debilitando o no la supuesta honestidad, firmeza y honradez de este último, acaben saliéndose con la suya y consiguiendo sus objetivos. Es, en resumidas cuentas, la rendición, la anulación de la voluntad, de lo que dice la Ley y de lo que sentencia mucha de la Justicia...¿Qué más da? ¿Qué podía salir mal?

¿De verdad que toda esta chusma son superiores o simplemente les hemos hecho creer que lo son?

Es de suponer que votantes y simpatizantes deben estar encantados.

Me rindo. Dimito.

La vida es bella y maravillosa y la disfruto, de verdad, Jaime B. (el hombre que le susurraba a la zamburiñas) pero como dice la baldosa...siempre hay alguien dispuesto a jodértela.

Ya, si eso, otro día nos contamos una bonita historia.

Ya me estoy relajando....




lunes, 22 de noviembre de 2021

No nos equivocábamos

De aquellos lejanos días de mayo del 18, bajo los efectos de la anestesia y los de la moción de censura, recuerdo los pésimos augurios que temía(mos) iban a diseñar la hoja de ruta de los siguientes años hasta la actualidad.

Éramos (me/nos decían) unos agoreros, unos beatos apocalípticos que nos dejábamos llevar por los presagios de los fachas de la extrema derecha cavernaria, retrógada, monacal, reaccionaria, bla, bla, bla...

A la vista de la situación y panorama actuales ¿podría alguien decirme/nos en qué nos equivocábamos?

Además de la pandemia y las subsiguientes crisis sanitaria, social y económica, que han golpeado con dureza a todo el planeta, yo/nosotros (muchos españoles) padecemos las consecuencias de la peor crisis de valores y respeto a nuestras Instituciones -con mayúscula, sí- desde que hace más de cuarenta años estrenamos lo que creíamos serviría como instrumento de conciliación definitiva y proyecto de futuro común: la Constitución de 1978. 

Obsesionados por su necesidad de aniquilar el sistema y a pesar de que las suelas de sus calzados pisan el mullido confort de alfombras, moquetas y pavimentos oficiales, muchos de los que ejecutan la acción de gobierno (gobernar es otra cosa) siguen empeñados en reabrir viejas y cicatrizadas heridas porque, al parecer eso y no otra cosa, sigue siendo de interés exclusivo para ellos porque será que les resulta absolutamente rentable electoral y políticamente. No encuentro otra explicación. ¿Quiénes, si no ellos, esa izquierda ideologizada por el odio de sus propias entrañas, son los nostálgicos del antiguo régimen? ¿Quiénes, si no ellos, la izquierda pija de puño en alto y chalet en la sierra viven de sus fábulas de una lucha política que no es más que un show televisivo o de telenovela venezolana? 

En aquella guerra nadie ganó, todos perdieron/perdimos. Cierto que al final uno solo de los bandos izó su bandera pero a ambos lados quedaron millones de caídos, viudas y huérfanos. Cada uno de los supervivientes de la guerra conoce su propio drama. Incluso aquellos que son considerados como ganadores. No, nadie ganó, esto es seguro. Hemos tenido tiempo y ocasiones para, respetando la memoria de unos y otras, recuperar el pulso perdido entonces y proyectar el futuro de siguientes generaciones que deberían orientar su empeño en inquietudes más relevantes y prácticas para sus intereses y el interés general. Pues resulta que no, que hay que volver a reescribir la historia para dar satisfacción a los socios, no sea que se enojen y enmienden las cuentas de ingresos y gastos. 

No quería decirlo pero desgraciadamente, como la letra, los números con sangre entran. 

Qué asco y qué vergüenza. 

Que me cierren el blog.

(me encontraréis en mi orilla escuchando esto)

lunes, 15 de noviembre de 2021

Rías Baixas, por fin

Con la ilusión de un debutante iba amontonando encima de la cama, las tres camisas, las mudas y dos pantalones que constituían el mínimo equipaje para una escapada de fin de semana. Destino: Rías Baixas.

Entre unas cosas y otras, pandemia por medio, hacía tanto tiempo que no visitaba esa zona que tenía serias dudas sobre si iba a recordar como despiezar adecuadamente una buena nécora aunque creo que eso es como el tópico de la bici, nunca se olvida. Lo mejor sería entregarse a una buena práctica con mucha repetición.

Además del marisco que en esta época del año empieza a alcanzar el sublime grado de la excelencia, las Rías Baixas -Galicia en general- exhiben una rotunda oferta de pescados que en el Mediterráneo (hay otras cosas sublimes y excelentes) contemplamos con serias dudas sobre su sabor y rotundidad de sus carnes. Influye mucho, entre otras cosas, la temperatura del agua. Una merluza, una lubina o un sargo gallegos, por ejemplo, en una preparación al horno tienen una textura mucho más consistente y masticable y son más contundentes tanto en sabor como en aroma. Esto es así.

Nos dejamos llevar por las sinuosas carreteras que llevan de una ría a la otra, paseando entre bosques de eucaliptos y acompañados permanentemente por un radiante sol, excepcional y asombrosamente presente durante toda la escapada. Bordeando el litoral sur de la ría de Pontevedra, unidos como un rosario por la sinuosa carretera vamos recorriendo los pequeños pueblos y aldeas. La temperatura invita a cerrar el cuello del tabardo. En Bueu, mercado de abastos, asalta a nuestra atención la inabordable oferta de centollas, rodaballo salvajes y sargos de ración a precios imbatibles si pensamos en nuestros mercados domésticos de Baleares.

En Hio una obligada foto en Cabo do Home, Cíes al fondo y visita a la playa de Área Brava con una mirada al fondo donde un matrimonio y sus dos hijas hacen carreras en la orilla y recogen conchas nacaradas...

Un sencillo mantel blanco, herido de años y de miles de lavados, resiste el azote del tiempo. Como el resto del templo no se resigna a su desaparición y con lento pulso mantiene una firme y suculenta oferta gastronómica; tal vez una de las mejores centollas que jamás comí. Un excelente pulpo - cómo no- las imprescindibles zamburiñas a la plancha y un par de sargos a los que, por poner algo, les sobró un pellizco de horno de más. Casa Simón como un viejo cascarón varado en la orilla de Cangas do Morrazo sobrevive día a día, casi milagrosamente, por el afán indestructible de una familia entregada a perpetuar el legado de sus ancestros. Mucha suerte les deseo.

Por el amplio conocimiento de la zona, la hoja de ruta venía diseñada de antemano. Seguir una sugerencia de un entendido en la materia suele ser una apuesta ganadora. En esta ocasión, sin embargo, o falló el lugar o erramos en la elección. El restaurante Marusía de A Guarda nos dejó una honda decepción. Pese al criterio en contra de mis compañeros de viaje y de mesa, una almeja o un mejillón en mal estado, y no otra cosa, me arruinó la tarde noche y me quedé sin el postre del último día: la tortilla de Cacheiras. Me quedo tranquilo tras comprobar que mi ración no se quedó en la bandeja. Buen provecho compañero.




lunes, 8 de noviembre de 2021

El ánimo bien, gracias.

Me dice Jaime B. (el hombre que conducía un AX) que últimamente en mi blog advierte muestras de pesimismo o desánimo. Pues no es mi intención. Sobre el teclado virtual de la olivetti, en cuanto mi sistema operativo comienza a trazar la ruta del día, es cierto que me cuesta mucho eludir las inquietudes con las que sabemos que nos vamos a encontrar en cuanto echemos pie a tierra. En cualquier caso, yo se lo niego.

En el estado de ánimo confluyen multitud de estímulos, positivos y negativos, que inclinan la expresión facial hacia una sonrisa en algunas ocasiones o al escepticismo total en otras. Normal. Un sábado del pasado septiembre, llegando in-extremis a una pelota muy alejada de mi drive un pinchazo agudo en mi zona lumbar apagó la satisfacción de haber acabado ganando el punto. Acusé la molestia y seguí jugando pero el daño estaba ahí, como el bocado de una leona en la pata de un ñu que, a pesar del ataque, logra zafarse del depredador y salva la vida. Desde entonces y con episodios realmente dolorosos y mu malos de sufrir no he vuelto a pisar una pista de tenis y voy camino de los dos meses sin mi favorita válvula de escape, alejado de la arcilla roja.

Hasta ese momento, los vapores de la ansiedad y malas sensaciones que provocan las chinitas que entran en mis zapatos todos los días, los paliaba  deslizando mis zapatillas sobre la tierra batida. 

Es un factor a tener muy en cuenta. Mientras se cura mi herida, para aplacar mis malos ánimos, debo conformarme con actividades de nulo esfuerzo físico, esperando pacientemente y deseando que a cada movimiento simple no me recuerde mi zona lumbar la tenebrosa imagen de la resonancia magnética de mi maltrecha columna...

Llega el otoño y vuelve el tiempo de visitar el mercado los sábados por la mañana, muy tempranito para evitar aglomeraciones masivas y tropezones en los estrechos pasillos de los puestos de pescado. Mi hedonismo gastronómico que con tanto esmero vengo cultivando desde hace mucho tiempo me ayuda a tirar del carrito de la compra: los pescados y los mariscos expuestos sobre mares de hielo generan suculentas expectativas para la mesa de los sábados, día sagrado en mi cocina para que los Rollings o Tina Turner pongan su música de fondo y sobre los fogones, a todo trapo, hasta lograr que se me vayan los pies.

El resultado: unos fideos de vendimia tuneados, como un marmitako, con finos bocados de llampuga o una sabrosa crema de calabaza o unos jugosos níscalos (rovellons) o un pez limón (serviola) al horno sobre un impagable fondo de patata panadera, cebolla y ajos laminados ligeramente tostados. Por ejemplo.

Pesimista yo Jaime AX? Creo que va a ser que no.




lunes, 1 de noviembre de 2021

Cambio de armario, fondo de mar

Que nadie se asuste ni cuestione mi salud mental más allá de lo habitual. No he sufrido un brusco cambio de conducta (creo). 

Hace ya ocho años, cuando a estas alturas de otoño estaba a punto de concluir mi fascinante y enriquecedora misión asiática y ultimaba mi out processing para mi regreso a territorio nacional, en las primeras y últimas horas del día, allí, se hacía necesario embutirse en el chaquetón pixelado y levantarse el cuello porque las temperaturas descendían de forma notable. De los cuarenta y seis grados que llegamos a alcanzar un día de junio pasamos a los escasos diez o doce grados de la medianoche de noviembre. Por entonces, al hablar con mi madre, especialmente ella, aún me hacía albergar esperanzas de poder darme unos chapuzones en mi playa porque la bonanza climatológica así lo permitía.

Agua de borrajas. Fue despertar el primer día en casa y tener que resignarme a ver como la fina lluvia empañaba mi ilusión por regalarme un reparador baño en el mar. Acabó la bonanza y llegó el invierno y me quedé sin sol en la orilla.

Aún así, como todos los años menos ese, el sol y la escasez de lluvias me permiten estirar el hábito playero y seguir anclando mis pies en la orilla, disfrutando de este Mediterráneo bonachón que, algunos días, parece un gel transparente que deja ver, con precisión, el fondo, su arena, sus campos de posidonia y toda la fauna (alguna medusa incluida)

A pesar de eso el calendario avanza y llegará el momento de cambiar la ropa diaria, sacar los edredones y echarse un jersey sobre los hombros al caer la tarde...y ahora, además, mucho peor tras el desmoralizante recién estrenado horario de invierno.

Tiene sus ventajas, me dirá Joaco; la gastronomía de otoño llena la despensa de productos de cuchara, llegan los primeros níscalos, apetece emplearse a fondo con contundentes estufados y guisos de ricas carnes, de sopas, caldos y cocidos, de legumbres y demás asados y los manteles atrapan jugosas sobremesas quedando más allá de los ventanales los temporales de viento y lluvia. Y el aroma de un buen tinto vuelve a envolvernos en ancianas ensoñaciones.

Todo eso está muy bien pero me da mucha pereza echar al fondo del armario los pantalones de verano y las bermudas, los polos (niquis) y las camisetas de playa. Ahora bien, el bañador no. Ese se queda en la mochila playera para echar mano de ella en cuanto apunte un rayo de sol por poco tibio que sea.




Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...