lunes, 7 de junio de 2021

Versos sueltos

Hace unos días, ante un auditorio convocado para el lucimiento oficial, una joven periodista y escritora manifestaba -sin arrobo alguno- que sentía envidia por la España en la que vivieron sus padres antes de que ella naciera. En aquel país del Seat 600, de los planes de desarrollo, de la inauguración de pantanos, de las viviendas de protección oficial, de los premios especiales para las familias numerosas, de los descuentos en las zapaterías, etc... aquellos padres podían empeñar sus ahorros resultantes de grandes sacrificios, y viviendo con muchas estrecheces, en diseñar con felicidad e ilusión, ambiciosos proyectos de familia. Eran exiguos los márgenes de ahorro que generaba el trabajo seguro, madrugando y sin la menor concesión al lujo en las vacaciones familiares. Era extremadamente duro el esfuerzo, bajo condiciones climatológicas casi siempre muy adversas, las exigencias de pequeñas y familiares explotaciones agrícolas y ganaderas. Era incierto el resultado y el balance de beneficio que producían las ventas desde el "plácido" confort del horario de comercios propios, desde el emprendimiento (término moderno que no se manejaba entonces) con la práctica de una contabilidad más parda que su propia gramática. Pues bien,  aquella generación dura como el pernal nos llevó hasta el confort del que sus hijos y sus nietos hemos disfrutado. 

Lo más positivo para muchos de nosotros es que entendimos el mensaje e hicimos todo lo posible por seguir el ejemplo que nos escribieron con una tiza blanca en nuestra pizarra.

Nuestro gran error es no haber sabido transmitirlo correctamente a nuestros hijos. No impusimos el NO como la primera respuesta a sus peticiones ni solíamos afearles su conducta cuando estaban cansados o malitos. Tal vez fuimos excesivamente blandos y acostumbramos a nuestras proles a abrir la nevera o la despensa y disponer al instante de las galletitas y las coca-colas.

No escribo desde el resentimiento porque no creo tener motivos para quejarme de mis hijas. Yo, al fin y al cabo, creo haber sido riguroso y estricto y en mi casa no hubo excesiva concesión al capricho, pero, como la mayor parte de mis contemporáneos, he sucumbido al intento de apuntarles a toda clase de disciplinas extraescolares; desde el judo hasta la doma, pasando por el inglés, el ballet, el tenis, el windsurf, la guitarra eléctrica y la flauta travesera. 

Tememos, yo al menos sí, que las generaciones que toman el relevo de nuestros puestos de trabajo, no saben valorar - en general y salvo un porcentaje muy pequeño- el esfuerzo personal y los sacrificios como los motores del éxito. No digo que no haya muchos jóvenes que rindan al máximo y luchen por alcanzar sus objetivos formativos y profesionales pero si ese ejemplo de la joven escritora ha cobrado especial relieve al subrayar el valor de sus generaciones anteriores, por algo será. Se trata sin duda de uno de los muchos versos sueltos en medio de un manglar de aguas pesadas donde predomina la indolencia y la falta de verdadero sacrificio.


 



1 comentario:

  1. La realidad de un pasado cada día más lejano.
    Extraordinaria reflexión.

    ResponderEliminar

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...