lunes, 15 de febrero de 2021

Bares, qué lugares!

Podría resultar obsceno escribir sobre el ocio en tiempos en los que cada vez se hacen más visibles las llamadas colas del hambre. Asumiéndolo con el mayor respeto y solidaridad no deja de ser también noticia diaria la lucha y el desquiciamiento general de los empresarios del sector de la hostelería que se han visto obligados a echar el cierre a sus establecimientos. Todos conocemos personalmente a muchos de ellos; cocineros (chefs de reconocido prestigio algunos), propietarios de bares y restaurantes, empresarios de la restauración, del catering, camareros, etc.. Todos ellos, sin excepción, son unos auténticos héroes; unos gladiadores a expensas ahora de recibir una escasa subvención que, en el mejor de los casos, no les alcanza ni para los primeros diez días de cada mes, mientras su paciencia y su ilusión por seguir adelante se va extinguiendo como la llama de una vela a la que cada día le queda menos mecha.

La culpa, paradójicamente, la tenemos -a partes iguales- algunos de ellos, pero sobre todo muchos de los clientes. Bueno, los malos clientes. La parte de culpa de los propietarios de los negocios lo es por su afán de servicio y por la necesidad de recuperar el terreno perdido hasta ahora en la batalla que empezaron a librar el pasado año, durante el confinamiento general. De los malos clientes preferiría no tener que decir mucho. 

Todos, quien más o quien menos en alguna ocasión, nos hemos resistido a abandonar la mesa o la barra de un local y lo hemos hecho, al final,  a regañadientes y después de haber asistido a la reposición de todos los botelleros, del arqueo de caja, del encendido de luces y del apagado del equipo de sonido, después de haber escuchado la última, la penúltima, la antepenúltima, la última de verdad, la de verdad, esta sí, la última. Hemos salido con las wayfarer delante de una mirada extraviada en el fondo de un vaso de tubo que quedo en la barra y ahí estaba el dueño del local, llaves en mano y soportándonos bonachona y pacientemente mientras tratábamos de encender sin mucho tino el último winston que quedaba en el paquete arrugado que todavía guardábamos en el bolsillo trasero izquierdo del levis

Pero ahora las cosas son de otra manera y aunque sea absolutamente legítimo tratar de recuperarnos anímicamente de lo que estamos padeciendo y que deseemos socializar y  reunirnos con nuestros amigos y familiares, compartir mesa y menú, unas cañas o un café, una botellita de vino o unas mirindas, deberíamos hacerlo con responsabilidad y prudencia. Así tendrá que ser si no queremos vivir en un permanente torbellino de aperturas y cierres hasta que el más resistente de los empresarios arroje definitivamente la toalla (pincha aquí) 

Te habrá gustado el cantito, Pedrito, espero.

(

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