lunes, 22 de junio de 2020

La vida con mascarilla

¿Qué habría ocurrido si nos hubiéramos conocido con mascarillas? ¿A dónde habríamos llegado? No me imagino la vida sin una sonrisa, sin un beso. Solo con la mirada no basta, aunque con los ojos también se habla. Un camino acotado por un parche quirúrgico suspendido de las orejas y tapando casi toda la cara, desde los párpados inferiores hasta la barbilla, no conduce a ninguna parte. Sin labios no hay paraíso, aunque uno crea que pueda zambullirse en una mirada azul o verde o del color de la hojarasca en otoño o en la profunda negritud de unos inmensos ojos.

En el ámbito laboral hace ya unos meses empezamos a convivir tras ese parapeto y nos hemos acostumbrado a tratar de vocalizar muy por encima de nuestras propias posibilidades. Especialmente cuando tienes que dejar muy claro cuáles son tus argumentos y cuando necesitas, además de que te entiendan, que tu voz resulte convincente y que ese trocito de gasa no empañe tu credibilidad con la misma facilidad con la que tu propio vaho empaña tus gafas y tus ojos se borran. 

En el súper no importa mucho. Asumimos que debemos empezar por salpicar nuestras manos con escupitajo de gel hidroalcohólico con el que luego resulta bastante embarazoso colocarse un par de guantes para no tocar el género, ni el carrito, ni el tirador de los congelados..... pero la mascarilla....

Me ahogo en mis propios vapores. Esas prisas de siempre pero ahora con la nariz y la boca encurtidos - y no ha empezado a apretar el calor- hacen que las gafas se conviertan en vinilos acidos hasta obligar a tirarle un pellizco a la mascarilla hacia adelante y liberar el vapor.... Buff. 

Afortunadamente, de momento, en el coche, en casa, en entornos familiares libres de mayores riesgos, la cara se destapa y desnudamos los labios. Levantamos el rigor del decreto que obliga a asentir con la mirada sin que queden dudas de que el perfil perimétrico de la boca indique lo contrario....y besar al aire, luchando por hacer ver y entender que los labios se mueven al son de las palabras. Sin necesidad de forzar la vocalización; suaves, sutiles, sensibles.

Y ocultos los labios, toda la expresión de cordialidad, buen humor y simpatía o agradecimiento al personal y también las de reprobación o disconformidad depende no ya solamente de los ojos. Cuánto protagonismo han adquirido las cejas, qué rápidamente le hemos encontrado una utilidad hasta ahora accesible solamente a los más expresivos. Cuánto habremos aprendido de los emoticonos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...