lunes, 18 de mayo de 2020

Imagina que eres Messi

Algunos no esperaron a que se lo ordenaran oficialmente y desde unos días antes de que se decretara oficialmente, decidieron quedarse en casa. Era casi primero de mes y a quien conoce sus rutinas y sabe que entre sus obligaciones domésticas figuran la de encargado de economato, cocinero, repostero y limpiador, llegar a esos días equivale a acercarse al súper y llenar el carro con coloniales, productos frescos y de limpieza.

Con la despensa y la nevera llenas, la vida se ve de otro color. Al abrir la puerta del freezer la bombilla apenas ilumina su interior porque una botella, un paquete de yogures o un paquete de queso, carne o pescado, hace de pantalla y no se aprecia más que el placentero fresco que proyecta hacia el exterior. Y en el compartimento más bajo, la de conservación a menor temperatura, los botellines perfectamente alineados, haciendo méritos para ser, uno de ellos, el elegido. 

Como si hubiéramos atravesado un duro desierto o una tundra siberiana (sin frío) hemos pasado del invierno al (casi) verano en un estado de  total emparedamiento, salvo los ratitos en los que las circunstancias nos han permitido comer y solearnos en la azotea: todo un privilegio que sonroja reconocer.

Bien. Ya estamos desescalando y sin desprenderme de los miedos y respetos que me sigue provocando el bicho, quiero imponerme a mi mismo tratar de vivir mi vida -no locamente, por supuesto-. Quiero volver a jugar al tenis, con un guante en la mano izquierda, si es necesario, para no tener que tocar la pelota. Quiero salir a tomarme unas cañas con mi familia, con mis amigos. Quiero abrazar a mi madre. Quiero....

Pero debemos pensar como piensa Messi minutos antes de que  empiece un partido. ¿Acaso crees, que vas a coger la pelota y vas a empezar a zigzaguear por el campo, entre los jugadores rivales, sorteando un pie aquí y otro allá, aproximándote en diagonal hasta el semicírculo del área contraria -perfil zurdo- preparar la pierna y lanzar el balón a la escuadra? ¿Crees realmente que nadie, ni Ramos, ni Casemiro, ni Nacho, te va a intimidar o va a intentar, con un poco de contacto físico aunque sea, quitarte el balón e impedir que sigas avanzando? ¿De verdad te crees que vas a poder acomodarte el balón en la distancia adecuada para que, plácidamente, puedas disparar a puerta?

Pues tú, ingenuo, imagínate que puedes salir de casa tal cual, sin mascarilla, sin ningún tipo de protección y acercarte a esa calle llena de terrazas, de mesas con clientes sentados sin mantener distanciamiento social alguno, compartiendo besos, abrazos, apretones de manos, vasos y platos que van y vienen, y ¡otra ronda de cañas para la mesa cinco! y !Perenganito, cuánto tiempo, coño! !Venga aquí un abrazo, tio!!!

Messi, antes de salir al campo, sabe que va a ser cosido a patadas, empujones, codazos. Por eso lleva tobilleras y espinilleras, por eso sabe saltar y caer al suelo antes de que la escaramuza y el instinto agresivo del rival acabe con su tibia rota o su maléolo reventado. Por eso es Messi y por eso se protege.

Y tú, que no eres Messi, deberías salir a la calle con tus protecciones. Y guardar distancia. Que el virus no te meta un gol por la escuadra.

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