lunes, 11 de octubre de 2021

El blog de madrugada

Chavela se desgañitaba arrastrando su voz con desgarro y pasión, como ella solía, La llorona. Sonaba en los minúsculos auriculares. Otros escuchan noticias, tertulias y canciones de otra índole. Hay oscuridad ahí afuera. No despunta el día y los ojos, mis ojos, como platos. Será que ya dormí todo lo que debiera. Claro, me acosté sobre las once y caí como un ceporro.

Es un excelente momento para reflexionar y aunque sería más placentero seguir durmiente esto es lo que hay. Se encienden poco a poco todas las lucecillas, todos las luces piloto de cada una de las pequeñas inquietudes que se acumulan como granitos de arena durante todo el día y empiezan a crepitar como palomitas en el microondas durante la madrugada, doblando o triplicando su volumen. Cada mirada a las agujas fosforescentes del reloj de pulsera se convierte en una pequeña puñalada. No regresa ni siquiera la somnolencia ni el aturdimiento. Respiración profunda y algún aspaviento de la conciencia, solo el silencio de la casa actúa como cómplice necesario para recuperar el sueño. 

Afuera, en algún rincón de una habitación contigua, un gato negro con su cabeza apoyada sobre sus patas delanteras aguarda sigiloso que el crujido de un mueble o el sonido rasgado de los visillos al mecerse leves por la brisa no perturbe el dulce momento de la pausa. Solamente sus orejas afiladas parecen radares en permanente movimiento, captando señales y alertando, llegado el momento, al resto de sus sensores inteligentes; bigotes, cola, ojos....

La mente juega una mala pasada. Todo lo trivial y banal cobra una gravedad inusitada y ante la dificultad de ser resuelta al instante, cualquier preocupación se presente con tarjeta de visita de ecuación de segundo grado. Para un negado absoluto para las matemáticas, incapaz de resolver a estas alturas ni una raíz cuadrada, el cálculo mental se conserva como el único juego capaz de recobrar la sensación de sueño. Se cierran los ojos y se dibujan fantasmagóricas representaciones entre lo absurdo y la realidad, punto de arranque de un pequeño corte, una desconexión neuronal que me permitirá volver a dormirme.... 

Entran en el borrador del blog mil ensoñaciones. Como un algoritmo diabólico se cruzan sensaciones y sentimientos; muchos de ellos absurdos pero muy poéticos: suenan bien para dejar que los dedos se lancen veloces sobre el teclado del ordenador.

Todo acaba, y se aclara, cuando llega el momento de echar pie a tierra firme, ancla al fondo, velas recogidas y a desayunar. No sea que aún lleguemos tarde a la primera cita de la mañana.

Necesito mantener la vitalidad y obviamente no voy a conducir el fin de este blog de madrugada a la canción de Chavela, La Llorona. Prefiero que lo haga uno de sus followers


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