lunes, 30 de marzo de 2020

Un día más en el paraiso

Recuerdo esa frase. La repetía con mucha frecuencia el Coronel Jefe de mi contingente, casi cada vez que nos  cruzábamos esporádicamente por alguno de los corredores de la Base de Herat (Afganistán), o cuando tratábamos en su despacho asuntos de mi competencia mientras él daba cuenta de un buen puñado de pistachos.

Ambos sabíamos que, efectivamente, aquello no era el paraíso. En cualquier caso podría serlo de merlones hacia adentro para nosotros, protegidos por aquellos muros de hesco bastion que hacían la base infranqueable desde el exterior; aquél polvoriento y árido infierno donde residía la pobreza, el miedo, el hambre, la necesidad, pero también el odio y el rencor. Ese inhóspito y amenazante mundo que, mucho antes de que yo llegara y, por lo que se lee cada día en prensa, hasta hoy y con vocación de futuro, seguirá goteando la sangre de seres humanos condenados a sufrir el acoso mortal de la intolerancia y de la intransigencia.

No era el paraíso pero no estábamos tan mal. Del uniforme pixelado pasábamos directamente a la ropa de dormir, salvo que intercaláramos una muda deportiva cuando se brindaba la ocasión. El día, y sus noches, durante más de seis meses, en un confinamiento preventivo en misión de paz, intentando proporcionar -cada pieza del engranaje en su función- el apoyo que se nos requería.

No era el paraíso porque teníamos vetado el uso y disfrute de nuestra libertad de hacer las cosas habituales que podíamos hacer en nuestros lugares de origen. No era el paraíso porque no podíamos compartir con nuestras familias y amigos un ratito en casa, en la playa o en una terracita en una maravillosa cala. Pero en cierta medida disfrutábamos con las fotos que nos mandaban con el fondo de unas maravillosas aguas turquesas o de unos blancos y suaves arenales.

No vivimos tampoco ahora en el paraíso. Es cierto. Estamos confinados en casa pero tampoco estamos tan mal. Vivimos, que es lo más importante, gozamos de salud, que también lo es y tenemos todo lo que podemos necesitar para satisfacer las necesidades más esenciales. Pensemos en todo caso en el personal sanitario, en su conjunto y sin distinción de  categorías profesionales. Ellos residen permanentemente en el infierno.

Se nos ha pedido que nos quedemos en casa. ¿Es tan difícil de entender que solamente así, en el mejor de los casos, evitaremos la propagación del virus?

Al regresar de la misión afgana -era noviembre- todo mi empeño tenía por objeto pegarme un chapuzón en el mar y nadar hasta donde alcanzaran mis fuerzas. Igual que ahora.

Volveremos a la orilla, ahora toca esperar. Cada uno en su casa. Hasta que se vacíe el infierno y todos volvamos, con la mejor salud, a la normalidad.



lunes, 23 de marzo de 2020

Arresto domiciliario

Debería sonar el despertador; los escolares, a clase en pijama y los universitarios en sus dormitorios, siguiendo con sus tabletas y portátiles, la secuencia de sus estudios. En unas pocas horas los universos colegial y universitario han avanzado al menos una década y ya asisten a sus cursos telemáticamente, desde casa. ¿Quién nos lo iba a decir?

A cada década le castiga una tragedia y el coronavirus ha teñido de drama, de consecuencias imprevisibles, a esta nueva generación que no había sufrido hasta ahora una agonía estresante mayor, como drama insufrible, que la caída del wifi doméstico. Bienvenidos pues, chavales, a la supervivencia. Les hemos proporcionado de todo, incluso de muchas cosas que no tuvimos nosotros. Los nacidos entre finales de los cincuenta y finales de los sesenta nos hemos quedado en la generación "loncha de queso" del sandwich: fuimos la esperanza de una generación lastrada por una guerra y una postguerra y, honestamente, creo que respondimos a cuanto se nos demandaba y por otra parte estamos exigidos al máximo para echar adelante a una generación de millennials ante una expectativa incierta y vulnerable a todo tipo de amenazas económicas, religiosas, sociales y hasta biológicas, como se esta viendo, con un apreciable matiz: bastaba que nuestros padres levantaran o arquearan una ceja para que no hubiera discusión. Desgraciadamente para estos jóvenes -para ellos- ese molde se rompió y el sistema educativo-formativo vigente, cambiante a cada instante, no admite réplicas, básicamente por no tener que discutir o para que no cierren de un portazo la puerta de su cuarto contra nuestras narices.

Estos jóvenes, como decía, y afortunadamente para ellos, no han visto truncada su ilusión por alcanzar el confort y disfrute que proporcionan todos los medios técnicos, informáticos, tecnológicos, etc...que, claro está, no han aparecido en sus caminos azarosamente. No hemos permitido que padecieran, por norma general, la frustración de no poder irse de vacaciones, no disponer de un móvil de altas prestaciones, tableta y/u ordenador personal y de tener que comer brócoli, judías, lentejas o potajes que no eran de su agrado.

Este arresto domiciliario se nos presenta como una inmejorable ocasión para descubrir y demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de hacerles entender por qué se enciende la luz cuando le dan al interruptor y por qué sale caliente el agua de la ducha cuando giran el grifo, capaces de vivir con las dos manos desocupadas (una, si no las dos, habitualmente condenada a cargar con el móvil), la mente abierta a la conversación y las miradas capaces de cruzarse sin interferencias. Será largo y difícil pero constituye un exigente reto que estoy dispuesto a asumir.

Con lo bueno que está el brócoli!!!!

Suerte y mucho ánimo. 




lunes, 16 de marzo de 2020

¿Demasiado ruido? el antídoto

Intento refugiarme del ruido excesivo. A veces un molesto murmullo lejano comienza a aproximarse y acaba taladrando nuestros oídos. En las últimas semanas, aquel rumor chino que parecía que nunca adquiriría entidad suficiente como para resultar una amenaza real ya nos ha llegado y, efectivamente, nos está taladrando a todas horas y hagas lo que hagas, afecta.

Al principio, más próximo geográficamente -Italia-, apenas le dimos importancia pero cuando con la palma de la mano abierta ha golpeado nuestra puerta parece que nos hemos sentido asaltados por la estupidez, nuevamente. Y aquí estamos, comportándonos histéricamente, primeramente agotando las existencias de mascarillas, guantes, geles desinfectantes y luego, ya a saco, vaciando las estanterías de los supermercados: latas de conservas, arroz, legumbres, lácteos....y papel higiénico!!!!. ¿es el fin del mundo? No. Pero si hay que forzarlo, aquí está el ser humano para lograrlo.

El martes pasado, por cuestiones profesionales pasé la mejor parte del día en Cabrera. Durante el trayecto lo único que, en el peor de los casos resultaba molesto, era el rugido de las turbinas de la embarcación. Una vez echamos el pie a tierra firme, el placer del silencio, los silbidos de una ligera brisa y de un leve oleaje, casi imperceptibles. Cielo azul, mar transparente, sol intenso y paz, mucha paz. Un rato sentado en una mesa de la pequeña cantina, un bocado de pan, mitad con sobrasada y mitad con camaiot y una coca-cola me convirtió, por momentos, en un ser inmortal. Es la sensación que me gustaría transmitir para quien no haya tenido la inmensa fortuna de obtener de una tarea profesional tanta satisfacción, especialmente por el entorno -sencillamente espectacular- y el momento. En marzo y en el Archipiélago de Cabrera no hay muchas posibilidades de encontrarse muchos tropezones en el mar. Pocos barcos navegando y ninguno fondeado; mar limpio, perfectamente visible el fondo y peces al alcance de la mano si uno pudiera tocarlos.





Es un privilegio poder desplazar, aunque sea por unas pocas horas, el despacho de una segunda planta de oficinas a una pequeña dársena y cambiar la mesa de trabajo por la de una pequeña cantina de puerto en un espacio abierto, natural protegido y cuidado con esmero por profesionales del medio ambiente y de la seguridad ciudadana. Vaya por ellos este "sacrificio".





A ver si el próximo día me traigo una mochilica...

lunes, 9 de marzo de 2020

Los indios cruzaron el rio

Al otro lado solo hacían ruido y a gritar no había quien les ganara. Se desgañitaban como nadie es capaz y parecían estar casi siempre de fiesta. Fumaban pipas de la risa y hacían cantimplorón. Para cruzar a este lado del río solo tuvieron que enrollar sus pancartas y dejarlas a buen recaudo. Ocultando el mensaje es más fácil traicionarse a sí mismos y a los que quedaron atrapados en sueños que parecían imposibles imposibles. Al tiempo que vadeaban el cauce no dudaron  en beber el agua del poder. Se saciaron como si llegara ya el juicio final. Ya en este lado dijeron que cambiarían el mundo pero eso parece ser un proceso muy largo y hay que sacudirse la pereza ancestral que reinaba en sus lejanas praderas.

Como sacrificio iniciático decidieron empezar por cambiar ellos mismos. De la tienda de campaña al rancho y de los mocasines de caminar a la  nueva carreta. El resto ya se verá.

- Mira chaval, ser de izquierdas mola un montón. Puedes decir una cosa y hacer lo contrario. Nadie te hará la cuenta y ningún medio amigo revisará tus nuevos objetivos, por muy extravagantes que le parezcan. Disimularán su discrepancia porque el enemigo es otro. Eso sí. En tus discursos no abandones jamás el lenguaje inclusivo aunque te parezca empalagoso: dirígete y menciona a todos los géneros y a todas las filiaciones sexuales que puedas imaginar. No dejes de hablar de cultura aunque no hayas cogido un libro en tu vida, especialmente si es así y, sobre todas las cosas, es muy importante que a quien te pida aclaraciones, explicaciones o te contradiga - con razón o sin ella- debes llamarle con mucho desprecio y muy violentamente facha, fascista, franquista o nazi. Con ello te asegurarás el éxito total. El clamor de todas las tribus te jaleará a pesar de que muchos de ellos, estafados en sus logros, sigan viviendo en tiendas de campaña y calcen viejos y rotos mocasines, en el mejor de los casos. 

Este será su paraíso terrenal. Los viejos moradores sentirán el vértigo de la nostalgia (les dirán que tienen visiones apocalípticas, se lo ungirán como un mantra incontestable). 

Ya están aquí Billy el niño, Juanita Calamidad, los Hermanos Dalton y un montón de viejos personajes que hacían de malotes. O sencillamente lo eran. Han venido para quedarse. Lucky Luke mira con recelo a su alrededor. Escéptico por su futuro se dispone a liarse el último cigarro. También está prohibido. Silba y aparece Jolly Jumper. Juntos cruzarán el río en sentido inverso a los indios recién llegados. No hay espacio para todos. Desde el otro lado aliviarán la nostalgia con el recuerdo de lo que una vez fue. Siempre quedará YouTube; ese canal en el que regocijarse, a veces en blanco y negro, con nuestra memoria histórica, cuando existía el sentido común. ¿Te acuerdas? 


lunes, 2 de marzo de 2020

El mejor bocado de la semana

Luce el sol. He sido testigo de cómo se desperezaba la vida a mi alrededor, desde la pasada madrugada. He visto cómo se iban colando, como minúsculas gotas de rocío, pequeños rayos de luz, entre los listones de la persiana y las cortinas hasta iluminar, con sereno envoltorio, todo el dormitorio. 

Ayer salí, como canta León Benavente. Un casi imperceptible rumor de resaca, por falta de sueño, agita mi conciencia. Una ligera y mentalmente muy saludable triple corona la noche anterior (una cañas, unas copitas de vino y alguna viudita*) fue el colofón de mi semana laboral pero resulta muy adecuada para iniciar el recreo que es el fin de semana, a sabiendas de que la mañana del sábado me proporciona el mejor bocado de la semana. El más vital.

El arrullo de las tórtolas suena desde la primera luz con una cadencia monótona y repetitiva. Ellas son, sin quererlo, las que me anuncian la llegada de ese momento tan especial como es el inicio matutino del fin de semana. Luego me desconecto del sonido exterior, me cuelgo de ambos oídos sendos auriculares y me presto a disfrutar de la programación sabatina de Radio 3; Peligrosamente juntos, El Patillas DJ, El gran quilombo y Mundo Babel. A estas alturas de programación, más allá de las diez de la mañana ya me he levantado y he desterrado el ayuno nocturno - como si no hubiera probado bocado la noche anterior, qué barbaridad- y la sobremesa en la cocina sienta como un suave abrazo entre algodones y sedas, entre mantas de pelo largo y piel de melocotón. 

Entra el sol por la ventana y se anuncia un sábado seco y luminoso. Habrá una excelente temperatura para jugar al tenis y acabar de redondear una mañana perfecta. 

Nos quedamos esa excelente mañana 
irremediablemente enganchados a Mundo Babel, https://mediavod-lvlt.rtve.es/resources/TE_SMUNBA/mp3/9/5/1582328274759.mp3. Juan Pablo Silvestre dedica el programa de ese sábado a la radio, a La Radio de los Prodigios, de Joaquín Martín.... Love is in the air (min.50), Avalon (min.63), Garota  de Ipanema (min.75), Desafinado (min 81), Ela e carioca (min.86) I wanna be loved by you (min.90) Poupe´e de cire pupe´e de son (min 107)….para los que sientan una cierta nostalgia por aquellos viejos tiempos en los que en las casas siempre había una radio o un transistor funcionando todo el día. 

Escuchaba algunas de esas canciones y cerrando los ojos me veía a mí mismo, en uso de una ubicuidad espacio temporal imposible, allá por los 50, en una sala de fiestas, en el centro de la pista, al aire libre, noche estrellada y reflejos de la luna sobre la orilla, bailando junto a una elegante orquesta de esmoquin y pajarita, Stan Getz & Charlie Byrd….y eso que por entonces yo no había nacido todavía.

Apartado del apocalipsis (de verdad, Pedrito) constituyen las mañanas de los sábados los mejores bocados de la semana. Hasta el chorrito del aceite de oliva extra virgen que cae lento sobre la tostada parece más brillante y aromático.

Queda todo por vivir; el fin de semana por delante y lo primero de todo, sin pérdida de tiempo, raquetero y a deslizar los pies sobre la tierra batida. Así es que, levántate y muévete!

* en mi ámbito de copas puse el nombre de viudita a ese gin tonic ligero, en el que un breve chorrito de ginebra llora sobre unas piezas de hielo antes de volcar en el vaso el contenido de un botellin de tónica... Dedicado a la británica reina madre.  The Crown: el hallazgo.

https://www.rtve.es/alacarta/videos/zona-extra/leon-benavente-ayer-sali-directo/5387264/

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...