Estaba rematando los cuatro garabatos con los que acababa de ensuciar el tapiz sobre el que, en borrador, plasmaba la entrada de un nuevo lunes. El Barça, literalmente desdibujado y sospechosamente indolente, ganaba a mí querido Betis y me desleía yo en mis propias ensoñaciones, no sin nostalgia, recordando las exquisiteces futbolísticas de un pasado muy remoto, cuando sonó una alerta en el móvil con un titular frío y escueto: muere David Gistau.
Gistau, que sería capaz de escribir con guantes de boxeo era, al mismo tiempo, el periodismo de trinchera y de columna; la mordacidad y la frescura de un lenguaje directo, con un fondo intelectual y de conocimiento que escapaba de la normalidad y que sin embargo jamás empalagaba. Rellenaba un minúsculo espacio en un períodico y un tiempo en la radio que han quedado vacíos para siempre.
Muchas veces, al abrir el períodico, solía ir directamente a su columna, como antaño lo hacía con Pedro Rodríguez, Jaime Campmany, Francisco Umbral. Uno de los grandes, con una prosa directa y comprometida pero no exenta de una cierta ironía que lo hacía ligero, tanto al leerle como al escucharle.
Tenía ya acabada mi plantilla de hoy, decía, y me he sentido como un iluso, ensuciando un lienzo , aún con mi máximo esfuerzo, al lado de Velázquez o Goya. Tantos espacios para hablar, para escribir para iluminar en cualquiera de los medios de consumo: televisión, radio, prensa escrita y muy probablemente habrá quien no sepa quién era David Gistau. Es normal y no toca culpar a nadie. Hoy en día es más notoria la opinión de un futbolista o la ex-mujer de un torero que la de alguien que, con sentido crítico, irónico y talento desgrane una actualidad que nos asfixia cada día. Cuenta lo superfluo mucho más que lo trascendente y ahí el talento y el conocimiento no importan.
Y después de esta alerta en el móvil, ¿me voy a quedar satisfecho con la plantilla de mi blog garabateada con cuatro párrafos cómodos? ¿Clickeo la pestaña de "publicar"? No. Me sentiría como una Belén Esteban dando una conferencia sobre la Generación del 27 o sobre Cervantes.
Mejor será releer a Gistau, su última columna en El Mundo.
Gistau, que sería capaz de escribir con guantes de boxeo era, al mismo tiempo, el periodismo de trinchera y de columna; la mordacidad y la frescura de un lenguaje directo, con un fondo intelectual y de conocimiento que escapaba de la normalidad y que sin embargo jamás empalagaba. Rellenaba un minúsculo espacio en un períodico y un tiempo en la radio que han quedado vacíos para siempre.
Muchas veces, al abrir el períodico, solía ir directamente a su columna, como antaño lo hacía con Pedro Rodríguez, Jaime Campmany, Francisco Umbral. Uno de los grandes, con una prosa directa y comprometida pero no exenta de una cierta ironía que lo hacía ligero, tanto al leerle como al escucharle.
Tenía ya acabada mi plantilla de hoy, decía, y me he sentido como un iluso, ensuciando un lienzo , aún con mi máximo esfuerzo, al lado de Velázquez o Goya. Tantos espacios para hablar, para escribir para iluminar en cualquiera de los medios de consumo: televisión, radio, prensa escrita y muy probablemente habrá quien no sepa quién era David Gistau. Es normal y no toca culpar a nadie. Hoy en día es más notoria la opinión de un futbolista o la ex-mujer de un torero que la de alguien que, con sentido crítico, irónico y talento desgrane una actualidad que nos asfixia cada día. Cuenta lo superfluo mucho más que lo trascendente y ahí el talento y el conocimiento no importan.
Y después de esta alerta en el móvil, ¿me voy a quedar satisfecho con la plantilla de mi blog garabateada con cuatro párrafos cómodos? ¿Clickeo la pestaña de "publicar"? No. Me sentiría como una Belén Esteban dando una conferencia sobre la Generación del 27 o sobre Cervantes.
Mejor será releer a Gistau, su última columna en El Mundo.
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