lunes, 26 de agosto de 2019

Arena entre las hojas

El relato del verano es la crónica de una sencilla y familiar rutina envuelta en arena y olas, con la brisa de la primera línea de fuego y de la orilla. Al molestísimo e infame reguetón contrapongo, en la intimidad que me proporcionan los minúsculos auriculares, a mis venerados Dire Straits, Rolling,s o incluso AC/DC, Metallica o Deep Purple si es menester y todo y con ese ruido a veces infernal, balbuceo estrofas de las canciones, entre sueños, al ritmo del leve tintineo de un café con hielo. El resto del columpio lo configuran el bienestar de esa primera hora de la tarde -después de comer-  un buen chapuzón y,  contraviniendo el buen consejo paterno (después de comer, ni una letra hay que leer) buenas lecturas para interrumpir la severa indolencia estival, abandonando mi presencia de ánimo, por ejemplo, en el fragor de las batallas navales que, con escrupulosa y fina elegancia, detalla mi gran amigo Joaco en su reciente publicación La Marina de Vichy, Joaquín Ruiz Díez del Corral, Ed. Actas . Trepidante. 

A medida que voy adentrándome en el libro me empotro en los escenarios costeros de las refriegas entre navíos franceses y británicos, asumiendo con épico heroicismo sus marinos, las tensiones políticas de las maniobras de Churchill, tratando de imponerse en la pugna entre De Gaulle y Petain, enfrentados entre sí para combatir en concepciones contrapuestas frente al eje italo-alemán que encabezaban Hitler y Mussolini con una Francia ocupada y una situación caótica impuesta por el armisticio de 1940. Veo con claridad esas baterías de artillería de costa escupiendo proyectiles como si fueran pepitas de sandia desde las costas de Argelia, Marruecos, Senegal. Veo los amasijos de hierro retorcidos, ardiendo, humeando frente a esas costas y hundiéndose entre el sonido de las explosiones y el lamento de los marinos. Seguiré avanzando en este libro con la curiosidad y atención que merece y descubriendo detalles y realidades hasta ahora desconocidas, "si no ocultas, sí veladas al conocimiento general"  como bien avanza en su prólogo el bueno de Joaco.  Una mera pincelada: el valor de la Marina mercante francesa durante el armisticio y sus consecuencias en el tráfico comercial entre las viejas colonias y la metrópoli. Próxima singladura: extremo Oriente e Indonesia. 

Simultáneamente he devorado el libro de otro amigo y compañero; Crónica de violencia y Terrorismo en las Islas Baleares (1956-2018), de Juan Martín Rodríguez Delgado, Ed. Círculo Rojo. Disecciona con rigor y precisión el negro itinerario del terrorismo criminal en nuestras islas, no sólo de ETA, también de bandas internacionales; atentados, secuestros aéreos y todo tipo de acciones encaminadas a teñir de negro el archipiélago Balear. La triste culminación de este terrorífico rosario fue, sin duda, el macabro atentado del 30 de julio de 2009 en Palmanova que costó la vida de nuestros Guardias Civiles D. Diego Salvá Lezaun y D. Carlos Sáenz de Tejada García cuyo recuerdo permanece vivo e inalterable en la memoria de sus compañeros. 


El salitre ha quedado también impregnado en  las cubiertas de otros tres libros; La Barcelona del viento, Mercé Vallejo y David Escamilla, Ed. Robin book, que quedó postergado hace muchos años en mi particular "cementerio de libros olvidados", felizmente rescatado y que describe un delicioso y magníficamente documentado itinerario de las andanzas de Daniel Sempere, protagonista de La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, en la Barcelona de posguerra, con detallada información de la historia y curiosidades de sus centenarios edificios más singulares. 

El Rey recibe, de Eduardo Mendoza, Ed. Seix Barral, también ha compartido tardes de sol y reguetón ajeno y aunque esperaba algo más de esta primera entrega, abre la esperanza de prolongar el placer de leer su narrativa cuando acabe de publicar el resto de su anunciada trilogia Las Tres Leyes del Movimiento. 

Finalmente, me propongo rematar esta semana la novela de otro amigo y compañero, Los Fantasmas de la Torre de la Mora, La Tormenta, de Ángel C. Vargas Gómez, Ed. Adavarde (www.editorial-adavarde.com) en el que se relatan las difíciles relaciones personales y profesionales y las condiciones de convivencia en el escenario de nuestra postguerra y en el ámbito de un Cuartel de la Guardia Civil del litoral malagueño.

Olas, arena y letras..... Y muy a mi pesar, reguetón. 

lunes, 19 de agosto de 2019

Empezaban a pesar los días

Empezaban a pesar los días y todavía parecía muy lejano el final de la misión. Llegábamos a la segunda quincena de agosto y los italianos de la Base llevaban unos días anunciando en sus locales la gran fiesta; su ferragosto. El desconcertante huso horario hacia que cerca de las seis de la tarde la oscuridad engullera con avidez aquel pedazo de infierno. El polvo en suspensión colaboraba eficazmente en crear un entorno desapacible, hostil.

Aunque el buen tono anímico y el espíritu positivo predominara en el grupo, las semanas de convivencia acumuladas iban dejando huella en algunos miembros del contingente. Empezaba a acusarse la falta de aire libre, la ausencia de una refrescante brisa mediterránea que nos hiciera soñar nuestra presencia en calas de aguas turquesas y fondos imposibles, esas impagables imágenes de las fotos del guasap que llegaban de amigos y familiares en sus periplos veraniegos de orillas mansas y terrazas surtidas de pescados al horno y blanquitos en cubitera.

Esas falsas ensoñaciones se curaban machacando bíceps, tríceps, pectorales, dorsales y deltoides en el gimnasio o tomando la árida ruta del CATO o más allá, hasta donde decían que llegaban chacales rabiosos ávidos de restos de comida que pudiera constituir un apetitoso festín. Hasta donde se podía llegar sin autorización ni  necesidad de llevar chaleco, casco y armamento.

Con zapatillas para correr y prendas deportiva ligeras, por esa carretera y a última hora de la tarde nos cruzábamos cientos de los habitantes de la Base sin prestarnos mucha atención, sin apenas necesidad de levantar la mano y siguiendo cada cual a lo suyo.

El aire era un tupido velo que cerraba el horizonte por el este mientras que la siniestra pero imprescindible línea de merlones negaba la posibilidad de observar, desde la carretera, cómo el sol iba cayendo hasta ocultarse tras las colinas que delimitaban al oeste.

Encontré, por puro azar, la canción más adecuada para aquel recorrido. Confiaba, iluso de mí, que tal vez algún día, esa carretera acercaría al pueblo afgano de nuevo a la civilización que ya conoció y vivió hasta unas décadas atrás. Habia visto en múltiples archivos algunas fotografías de las décadas de los 50 y 60 con jóvenes universitarios afganos - chicos y chicas sin distinción de género - vistiendo como cualquier universitario europeo de la época, fumando tabaco rubio americano y compartiendo sonrisas sin velos, ni burkas, ni hiyabs. Imaginaba que no los mismos tendidos, por supuesto, pero algo parecido al telégrafo de nuestra epoca; cualquiera de las redes sociales que compartimos con exceso en nuestro errático día a día, podría suponer la liberación de esos ciudadanos, prisioneros de una cultura dictatorial y cruel, discriminatoria y aniquiladora de derechos y libertades, manipulados por señores de la guerra y talibanes de la fe. 

Una versión extendida y en directo de Telegraph road, de Dire Straits, inducía mis reflexiones afganas por los auriculares de mi Ipod y duraba toda mi carrera/caminata hasta los confines, hasta escuchar, de lejos, los ladridos de los chacales y pese a su amenazante presencia, al final, es mucho más peligroso el ser humano. 64 muertos y más de cien heridos en un atentado suicida en Kabul, ayer, en la ceremonia de una boda. ¿Chacales? No. El hombre.

Llega el último esfuerzo; un poco más de orilla para disipar el aire de melancolía que dejan en el ánimo de los veraneantes los días pasados.  Es momento de ir incorporándose a la normalidad. 

https://youtu.be/_4E_924b9SU

lunes, 12 de agosto de 2019

Estrés térmico

Va camino de convertirse en la expresión del verano: estrés térmico.

Hace calor, las calles, en las horas punta del día, se transforman en territorio muy hostil. Lo veo desde el coche cuando alguna tarea me proyecta al exterior desde mi despacho y no me queda más remedio que abandonar mi zona de confort térmico de los veinte y pocos grados. Si atravieso la ciudad o me introduzco en calles abarrotadas de turistas ávidos de cultura comercial, con la que está cayendo, o los veo en alguna zona de ocio circulando -algunos descalzos- por encima del asfalto me imagino que deben estar encantados. Ni la indumentaria ligera ni los gorros de pasta de papel, ni los helados, ni las sombrillas de las terrazas. La temperatura y la humedad del ambiente hacen que parezca increíble que estos irresponsables prefieran el calor del suelo duro a la suave brisa de la orilla. Para ellos queda mi ración de ciudad.

El asfalto de una de las pistas del aeropuerto de Palma empezó a derretirse como un frigodedo fuera del congelador, en manos de un niño en la playa. Tuvieron que cerrarla durante unas horas. Insólito aquí. No lo era tanto en Herat. Una noche salí a inspeccionar el estado de la la pista ya que con frecuencia regular se presentaban facturas de mantenimiento y reasfaltado. Había que supervisar y localizar los puntos críticos y aprovechar las horas nocturnas para reparar los socavones provocados por el calor  - casi sesenta grados-  y el impacto de los aterrizajes de los aviones de gran tonelaje que llegaban a aquel punto maldito del infierno.

Y es que parece que hace más calor ahora que cuando éramos niños. Vivimos rodeados de oasis térmicos ciertamente asequibles. En las oficinas, en los centros comerciales, en restaurantes, bares y cafeterías, en el cine...en todos estos lugares a los que podemos acceder sin muchas exigencias económicas, la temperatura puede llegar a ser incluso molesta y claro, cuando salimos nuevamente. 

- Dicen que hace mucho calor, hoy -me dice la dependiente de pescadería del supercor mientras, con su paciente y habitual destreza, separa los brillantes lomos de una excelente corvina.

- Cierto. No sabes lo bien que estás ahí adentro. Está cayendo una buena. Ponme también, por favor, una bolsa de mejillones y doce gambones.

Me afano -entre vapores- en preparar un pistito en corte pequeño de berenjenas, calabacines, cebolla, ajos y laurel, a fuego lento y bañado al final con una fina salsa de tomate.

Este calor, esta humedad ácida está machacándonos. No queda más remedio que refugiarnos en la terracita y después de pasar por plancha la corvina y los gambones, acabar la guarnición con el aromático pisto....que siga el estrés térmico, que con una buena dieta y rosado fresquito todo pasa de otra manera.






lunes, 5 de agosto de 2019

Unos minutos después de las catorce horas


Pasaban apenas unos minutos de las catorce horas del día 30 de julio de 2009. En el pasillo de Jefatura, el joven Oficial de Palmanova habla por teléfono. Al pasar junto a él no puedo evitar escuchar su orden enérgica y rotunda y a continuación contemplar su seria expresión de gravedad:



- Que acordonen la zona. Voy para allá.



Sorprendido por su inmediata reacción y por tratarse su demarcación de la zona más crítica del veraneo balear, atribuí la urgencia a algún atraco o a una pelea masiva de turistas...jamás a lo que iba a saber segundos más tarde.



- Se han cargado a dos compañeros, una explosión, una bomba parece. me comenta el veterano ayudante del Coronel, Antonio T.



- ¿Dónde? -pregunto yo- seguro de que tras la explosión de un artefacto el día anterior en la Comandancia de la Guardia Civil de Burgos, la banda terrorista habría decidido proseguir su cruel y cobarde secuela de atentados en algún punto de la Península.



- En Palmanova, en nuestro Cuartel.



Atónito y paralizado por la noticia me quedé en el despacho del ayudante junto a él, esperando más información, más detalles, acontecimientos. De repente todos los teléfonos -móviles y fijos- comenzaron a sonar y el pasillo se convirtió en el escenario de un sinfín de carreras alocadas, de voces, de exclamaciones....no había dado tiempo a que el horror se instalase en los rostros de los compañeros que salían a la carrera sujetando la prenda de cabeza en una mano y el móvil en la otra, mirando en todas direcciones, en busca de la escaleras, a la carrera....el caos....



Me quedé petrificado en el piso de Jefatura. Las noticias iban llegando con cuentagotas y, ¡qué organización! en pocos minutos ya estaba montado el dispositivo de seguimiento por un lado, un gabinete de crisis por otro... no importa ni empleo ni edad; todos a una, a la misma.



Informaban de dos explosiones, una en cada uno de los cuarteles en los que la Guardia Civil presta su servicio en Palmanova; hablan de dos agentes fallecidos....y posiblemente algunos heridos, vehículos destrozados y más daños materiales. Los conozco bien; los he visitado un montón de veces, sé de las obras que se han hecho, de sus necesidades, de su estado...todo.



Aturdido e indeciso, cerca de las quince horas decidí que debía recoger a mis hijas del colegio, dejarlas en casa de mi madre y volver a la Comandancia. Su madre regresaba de Barcelona tras finalizar su jornada de vuelo y estaba en el Aeropuerto. 



En el trayecto, a la altura de los Institutos de Avenidas, detuve el coche y la llamé. El aeropuerto de Palma ya estaba cerrado * -Operación Jaula-  y su tripulación de Spanair a la espera de poder volver a casa, sin saber todavía el motivo. Yo se lo expliqué y paso lo que era previsible:



- hijos de la gran puta!!! grité en el coche a todo pulmón tras dar el motivo...los han asesinado!!! A los segundos, rompí en un llanto como jamás había experimentado con anterioridad. Se me fue la cabeza y sin haber visto todavía las imágenes del atentado, pensaba en los guardias a los que probablemente conocería de vista, en sus familias, en sus compañeros, en mí, en mi familia, en mis hijas en este país que no se merece esta afrenta constante de violencia y terror.... julio 2009!!!!



Empezaron a sonar sirenas en toda la ciudad. Recogí a mis hijas del campamento de verano, en su propio colegio, las dejé en casa de mi madre y regresé inmediatamente a la Comandancia, tragándome unas lágrimas que tal vez para ellas no tenían explicación. Palma estaba sumida en un monumental atasco; el Paseo Marítimo, absolutamente bloqueado y aproveché la brecha que abría un vehículo de la Guardia Civil con los prioritarios encendidos y sirena para pegarme a su estela y no abandonarla hasta que llegué a mi destino. De no ser así, jamás hubiera llegado a la Comandancia.


Me puse a trabajar con un grupo de compañeros preparando toda la logística. Vuelos, hoteles, autocares para todas las autoridades y familiares de las víctimas que sabíamos que iban a llegar a la isla,   puntos de avituallamiento y refrigerios para los diversos dispositivos que participaban en las primeras tareas de investigación y control, etc. En esos momentos descubrí el valor de esta Institución. Ante un suceso tan grave y la urgencia de actuar en la dirección correcta, el factor humano de la Guardia Civil exhibe su verdadero potencial; espectacular. 


Lo que pasó en las siguientes horas, toda esa noche y la madrugada del día siguiente, todo el fin de semana y hasta hoy pertenece a mi memoria y a la de los compañeros con los que compartí, en silencio, las lágrimas y la amargura que dejó esa salvajada, como otras tantas, como todas las barbaridades provocadas por esa banda de criminales a quienes ahora, algunos, pretenden blanquear y presentárnoslos como luchadores por la libertad al tiempo que , además, demonizan a sus víctimas.  ¡Qué asco!



* "Y la agente, en un tono cordial que también desconcertó a Miren, le dijo que el aeropuerto de Palma de Mallorca estaba cerrado.

- ¿Cómo que cerrado?

- Sí, señora. Es porque han atentado contra dos compañeros. Pero no se preocupe. Probablemente se trate de una medida provisional y usted podrá viajar.

- Ah, bueno, bueno....

...Carmen y Ainhoa acababan de volver del hospital. Habían convenido en preparar juntas la comida cuando sonó la explosión a pocas calles de allí. ¿Dónde? Por la radio supieron que delante del cuartel de la Guardia Civil. Enseguida se formó un barullo de sirenas y había como un olor extraño en el aire."





Fragmento del capitulo 19 de Patria, de Fernando Aramburu


Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...