lunes, 25 de marzo de 2019

Un bañito de nostalgia universitaria

Avanza el curso de mi hija mayor y en unas pocas semanas se enfrentará a las pruebas que le permitirán acceder a estudios universitarios. 17 años. Poco puedo yo aconsejarle. Ni los tiempos ni las capacidades son las mismas. Por un lado, en mi época, el COU y la selectividad eran puertas por las que pasaban casi todos los alumnos que, con esa edad y sin la necesidad real de haberse planteado siquiera en broma qué es lo que querían hacer en la vida, dieran el mínimo intelectual y la media de aprobado justo. Y podías orientar tus pasos a cualquiera de los estudios de ciencias o de letras que te hubieras propuesto. De hecho, es mi caso, unas semanas antes de haber obtenido el acceso a la Universidad ya estaba preinscrito en la Facultad de Medicina para acabar finalmente matriculado en la de Derecho, donde inicié mis estudios en el mes de septiembre de 1977. 17 años.

Por otra parte su capacidad, muy superior -gracias a Dios- a la mía debería suponer para ella una mayor ambición. Estoy convencido, además, que lo que se proponga, salvo descarrilamiento no previsto, lo conseguirá. Que elija bien y a por ello.

En 1977 las cosas parecían muy distintas. Salía la sociedad española de una situación que muchos de mi edad o mayores que yo creíamos ahora superada. Había cierta agitación social porque empezaban a tomar carta de naturaleza los primeros grandes conflictos políticos, sociales y laborales. Los sindicatos y algunos partidos políticos empezaban a tomar cierto tono muscular y la Universidad no era ajena a esa conflictividad. De hecho en ella germinaban los primeros movimientos estudiantiles. En la Plaza de la Universidad y aledaños había  muchas jornadas académicas suspendidas, carreras y cargas policiales, manifestaciones, puños en alto, pancartas, asambleas y convocatorios de huelgas. 

Desde la bisoñez propia de mi edad y de las circunstancias personales contemplábamos aquella situación como algo ajeno y albergábamos la esperanza de que todo aquello pasaría -como una enfermedad- y nuestro futuro profesional dependería exclusivamente de nuestro esfuerzo y dedicación. Y aunque no fue tan fácil como deseábamos, así ha resultado. Si pincho en un buscador el nombre de muchos de mis compañeros de estudios puedo comprobar que aquellos cachorros que compartíamos el patio de naranjos del Abad Oliva, salvo alguna extraña excepción, hemos logrado la satisfacción de cumplir nuestros objetivos profesionales. Y a estas alturas vuelvo a decir una de mis frases favoritas: no me puedo quejar.

El aire de libertad en el ámbito académico alcanzaba un grado poco usual hasta entonces. No se pasaba lista, ningún profesor preguntaba por los alumnos y podíamos ausentarnos de alguna clase sin tener que dar explicaciones. El ritmo de estudio también empezaba a depender exclusivamente del alumno. Era como si, de repente, nos liberaramos de un sistema educativo riguroso y estricto en horarios y disciplinas. 

El primer curso lo pasé por los pelos.  Como el chiste de Gila: me habéis quemado al hijo, pero me reído, cagüenla !!! Coincidieron los exámenes de junio con el inicio de mi primer trabajo y eso, por la escasez de tiempo, me obligó a quitar horas de sueño para aplicarlas a los apuntes de Derecho Romano, Derecho Político I y Derecho Natural. La Historia del Derecho fue..... eso; otra historia. 

Y como no podía obviarlo, la música. Mi compañero de primer curso Francisco Sola era un enfermo de los grupos de rock y del fútbol británicos. Lo suyo era enfermizo: transcribía de memoria las alineaciones del Liverpool, del Manchester, del Aston Vila, etc... y canturreaba las canciones de Yes, de Deep Purple, de Ian Dury, de Jethro Tull. Yo estaba a otra cosa, a otra música algo más comercial pero esas referencias me calaron y me hice devoto de aquellos grupos gracias, también, a los programas de Radio Juventud - Al mil por mil, entre otros- con Pallardó, Vandrell, François (pudiera ser otro de los personajes radiofónicos de Jordi Estarellas, como lo fue Tito B. Diagonal)  etc.... 

Pues eso, igual que ahora. Nos incorporamos nuevamente a la Universidad en un ambiente de cierta conflictividad social y política y de gran incertidumbre. Nos hacemos mayores en línea recta pero la historia avanza en movimientos circulares y tiende a repetirse con monótona insistencia cuando algunos creíamos que ciertos asuntos estaban ya superados.

https://youtu.be/vVo1Tse0s14



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