lunes, 18 de marzo de 2019

La cajita de mis héroes anónimos.

Con relativa frecuencia, quien más y quien menos, tomamos como referencia de actitudes en la vida a determinados personajes. Pasados los primeros años juveniles, en los que solíamos acopiar en  nuestro bolsín de mitos y de héroes a multitud de cantantes, actores o actrices y deportistas de alto rendimiento,  el proceso normal de maduración personal alcanzado permite tomar cierta distancia respecto de esa veneración y lo normal es empezar a escribir sus nombres en minúsculas al tiempo que las viejas fotos de sus rostros acaban diluyéndose en una mezcla acuosa entre el rubor y el desapego.

Esa desafección, producto del crecimiento del propio ego y de las cicatrices emocionales -no necesariamente malas- con las que se va tejiendo la vida acaba encerrando esas leyendas de juventud en una vieja caja de puros en el fondo de un cajón.

A ese cajón y a otros similares suelo asomarme cuando regreso, no tantas veces como quisiera, a mi antiguo piso de Barcelona. Abrir la cajonera es como volver a vestirme con unos pantaloncitos cortos y calzarme las zapatillas de felpa de cuadritos con suela Pirelli amarilla e inspirar un aire cargado de viejos recuerdos. Ahí están los pequeños tesoros de los que no me desprendí cuando, hace  treinta y cinco años eché el cerrojo a la puerta del piso y salí volando a una nueva vida. Ahí siguen como si hubiera huido de una juventud inacabada y de cientos de sueños furtivos.

Una de esas cajitas de puros guarda una colección de conchas de mar. Una vieja lata de cigarrillos Ducados, unas cuantas docenas de canicas de colores; una cajita de bombones, los viejos sellos de correos con el bocado impreso por un matasellos. Mi primera cámara fotográfica Kodak de tapa de cuero. Un archivador de anillas, con los resguardos y recibos de pagos en pesetas de lo más variado. Cientos de billetes de avión, de Iberia y de Aviaco, de cuando era frecuente mi trasiego aéreo entre Barcelona y Palma de Mallorca y Palma de Mallorca y Santiago de Compostela. Un montón de posters, de la  página central del "Ascolor", con los equipos titulares de los clubes de futbol de la década de los setenta;  un mazo de cromos de esos mismo futbolistas. Son los rostros descoloridos de aquellas viejas glorias; Martí Filosía, Asensi, Marcial, Pirri, Gento, Luis Aragonés, Leivinha…..

...y las cartas. Todo un arsenal de afectos, un torrente de emociones, plasmadas en papel de tela muchas de ellas, con el indisimulado aroma de una adolescencia vibradora; amores quemados, pasto de las llamas que provocó el paso del tiempo...

...y cientos de fotos en sus álbumes; muchas fotos de laboratorio de revelado -papel Agfa- solo, acompañado, en paisajes urbanos, en el mar, en la montaña, en cena para dos o en multitud. De viajes de estudio, de viajes en modo particular; propias y ajenas, en familia, en retrato quedón para mandar a alguna persona algo más especial; de soldado, en tiempos de mili; de los coches y de las aficiones que una vez lo fueron....

...la cajita con los héroes de juventud, con olor a naftalina. Hoy los héroes, para mí, son personajes anónimos o con nombre propio, pero en carne mortal y que luchan discretamente por procurar el bien a los demás, los que caen enfermos y no se quejan y pese a su mal y a su dolor no duda en vestir con gallardía y pasadores para personarse en el funeral de un subordinado compañero; los que van rindiendo cuentas con entereza hasta el final; los que no dan muestra de debilidad cuando las cosas no van bien y que, en cualquier caso, además de dar ejemplo con su entereza, están para romperse la cara una y mil veces por las causas justas, por los más necesitados, por los que se muestran más débiles ante el infortunio y por quienes les rodeamos, bajo el anonimato, a veces,  de una sencilla caridad, por pequeña que sea y hasta cuanto se puede, cuando pasa el cepillo entre los bancos de mi parroquia.

Gracias, héroe anónimo. Te guardo en mi cajita de puros.  



https://youtu.be/lXgkuM2NhYI





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