Una vez más, un año más, el grinch que habita en mí, celebra con cierto regocijo la llegada de esta fecha. En tiempos de mayor virulencia manifestaba, sin rebozo alguno, que el mejor día de estas fiestas era el 7 de enero. Y resumía la paz interior que le causaba esta fecha con una imagen incontestable: un cubo de basura en un oscuro callejón por cuyo borde sobresalían cientos de serpentinas y guirnaldas de todos los colores, cucuruchos de papel metalizado, cientos de pelotas de papel de envolver y mucho confeti a su alrededor. Junto al cubo, un abeto tumbado desprovisto ya de todos sus adornos, vencido y derrotado.
Así y todo mi parásito grinch se está haciendo mayor y sin disimular su preferencia por otras épocas del año va perdiendo contundencia a la hora de mostrar su inquina por la celebración de la Navidad. Lo que ocurre es que en mi entorno íntimo y en el que no lo es tanto, cada vez más personas se suben al carro grinchero y se colocan cuanto menos la máscara agria y sarcástica y muestran más pesar que indiferencia por la llegada de estas fechas.
En cierto modo lo entiendo en muchas personas que por la edad, por las ausencias o por su particular visión de los hábitos consumistas que acompañan, pero me sorprende en personas más jóvenes, con un óptimo concepto de la vida y vulnerables, aún, a las apetencias materialistas propias de su edad. Hasta ahí puedo decir.
Produce cierta desazón el descreimiento generalizado por el misterio de la navidad porque no dejamos de perder terreno en nuestras propias tradiciones al tiempo que dejamos invadirnos por todo tipo de costumbres, rituales y modas que vienen de fuera y en lengua ajena. Son los signos de los nuevos tiempos que nos los empaquetan en formato digital y los digerimos mucho mejor que las uvas de la noche de fin de año. Eso por no hablar ya, por supuesto, del aspecto espiritual y del matiz religioso.
Pero si por algo no dejo de sentir un rebrote de ancianos sentimientos es por la mágica ilusión de los Reyes de Oriente a pesar de que nuestra colaboración como padres resulta ahora mucho menos exigente, se mantiene la sorpresa y el brillo de los ojos al descubrir el interior de alguno de los paquetes que reposan a los pies del árbol. Ya lo decía el otro día, no hay muñecas parlanchinas ni baterías de cocinitas y donde había que encajar pilas eléctricas, ahora se buscan calzadores y un espejo donde verse reflejado con ese abrigo, esa bufanda o ese pantalón....la ilusión perdura a pesar de que S.S.M.M se hayan quedado este año sin polvorones. (tampoco nos han marcado la ruta hasta el árbol con el senderito multicolor de sugus).
Pedro GS me dio la pista y en lugar de los payasos de la tele....(Con tu permiso mi Pedro)
https://binged.it/2sfdYmm
Pero si por algo no dejo de sentir un rebrote de ancianos sentimientos es por la mágica ilusión de los Reyes de Oriente a pesar de que nuestra colaboración como padres resulta ahora mucho menos exigente, se mantiene la sorpresa y el brillo de los ojos al descubrir el interior de alguno de los paquetes que reposan a los pies del árbol. Ya lo decía el otro día, no hay muñecas parlanchinas ni baterías de cocinitas y donde había que encajar pilas eléctricas, ahora se buscan calzadores y un espejo donde verse reflejado con ese abrigo, esa bufanda o ese pantalón....la ilusión perdura a pesar de que S.S.M.M se hayan quedado este año sin polvorones. (tampoco nos han marcado la ruta hasta el árbol con el senderito multicolor de sugus).
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