lunes, 24 de septiembre de 2018

Epílogo del verano.

Decía yo que para lo que podía haber sido el verano,  según se presentaba el mes de junio,  sus casi cuatro meses de sol, mar y aire libre, han cundido y han suavizado el tono áspero que auguraba una intervención quirúrgica con diagnóstico claro y pronóstico incierto. La analítica final, hace unos días, deja a las claras que la borrasca pasa de largo -a Dios muchas gracias- y que es tiempo de volver a la obligación sin descuidar la devoción y recuperar los viejos hábitos; trabajo, ocio, familia y amigos. Por ese orden, o no, depende de cada momento.

Para despedir este verano y ciñéndonos con precisión al calendario, este fin de semana nos hemos empotrado en una de esas colonias estivales que colapsan los núcleos turísticos con una suerte de oferta que hasta ahora no había degustado. La fórmula parece que funciona a las mil maravillas y aunque siempre hay sectores que elevan un poco la voz por quedar un tanto excluidos de la billetera de los visitantes, lo cierto es que todos han aprendido a sacar rendimiento y algunos que parecían quedarse un tanto al margen, reinventándose, eso sí, se han integrado perfectamente y reciben, juntos todos, con los brazos abiertos a los multitudinarios contingentes que se van relevando ordenadamente en cada uno de los hoteles, de diversas cadenas y categorías. 

Elegí Playa de Muro y un hotel de alta categoría para no sufrir, por desconocimiento, una mala experiencia. He utilizado deliberadamente el verbo empotrar porque pese al significado violento que pueda sugerir no se me ocurre ninguno más acertado para describir el acceso y convivencia de una familia española rodeada de cientos de familias centroeuropeas, hablando en su propia lengua y desarrollando todas sus actividades con escrupuloso cumplimiento de hábitos y horarios. Y todo esto sin salir de Mallorca.

Pasando pues por alto esos dos pequeños detalles -lengua y horarios- el ambiente es de absoluto disfrute. Las instalaciones, las habitaciones, los servicios disponibles, la calidad gastronómica, la generosa y variada oferta y la profesionalidad y dedicación del personal -desde el momento de la llegada, pasando por el diverso personal que atiende comedores, bares, restaurantes, piscina, limpieza, entretenimiento, etc-

Si además, nada más asomarte a la ventana te encuentras frente a la amable caricia visual de la bahía de Alcudia y contemplas desde primera hora del día  la gama escalonada de verdes y azules, que más puede pedirse.



Aunque mi familia ya no responde, por edad,  al modelo tipo con el que nos hemos encontrado: bebés, muchos bebés, cochecitos, colchonetas de todos los tipos, volúmenes y tamaños, etc, las dimensiones del hotel hacen fácil y tolerable esa convivencia. Existe, si no, la opción de traspasar la duna verde que delimita el hotel, estirarse en una confortable hamaca en la playa y asomarse al interior del hotel exclusivamente a las horas de avituallamiento líquido y sólido. Y así hemos logrado sacar el máximo y discreto, no obstante, partido al todo incluido. 

Acaba el verano en el calendario pero siguen las condiciones climatológicas adecuadas para seguir  gozando del mar y de las playas baleares. Algunos de mis queridos amigos mallorquines, traicionando su ancestral tradición de no nadar más allá de agosto, han sucumbido al placer de disfrutar de estos fines de semana en bañador y han recuperado del armario las toallas de la playa y las chancletas. ¿Es así o no?

Llega el otoño. Lo sé porque han empezado a colgar los adornos navideños. No tengo palabras.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Regreso al hogar

La primera semana de incorporación al nuevo curso es algo así como un simulacro pero con bomberos de verdad. En realidad no son más que tres días con intercambio de experiencias estivales y asignación de pupitres. Profe nuevo de Física y Química y hay que ver cómo hemos crecido. Y como el buen tiempo nos ha permitido mantener la silla plegable sobre la orilla, después de las primeras clases matutinas, las tardes han transcurrido entre baños de mar y de sol y nos hemos encontrado en ese portal del paraíso los incombustibles vecinos a los que nos cuesta mucho abandonar el barrio. Pero estamos en septiembre y si bien cuando sale el sol el mar garantiza apacibles placeres, en menos de lo que uno se da cuenta se emborrona el cielo, comienza a tronar y aparece la lluvia. Esto es lo que ocurrió el sábado y ese clima tan hostil nos ha reubicado en la dura realidad del final del verano. En consecuencia, casi precipitadamente nos hemos visto forzados a regresar el hogar; ese espacio muerto durante el verano, como un barco varado esperando que suba la marea, al que apenas se le atiende. Si falla un grifo, o se funde una bombilla o cruje una tableta del parquet, ya llegará el otoño y atenderemos sus crujidos. y lamentos. 

Llegó pues el tiempo de reordenar la casa, de regresar al hogar y mientras el cielo descargaba torrencialmente por minutos una caudalosa tromba de agua, la casa se convirtió en lo más parecido a las bambalinas de un gran teatro en día de estreno. Este mueble aquí, estas carpetas para tirar, la cama cambia de lugar y aparecen objetos, libros y apuntes que en solo unos meses han quedado obsoletos. Como para esas labores no estoy suficientemente cualificado (carezco de máster), en lo que el resto de familia deconstruye la decoración de los dormitorios, me da por esmerarme en un buen arrocito de conejo y verduras. Fuego lento y música de Sabina en la cocina, ya sabes....


Llovía, salía algún rayito tibio de sol y la densidad del aire, con una humedad insoportable obligaba a cortar con radial cada cachito para poder respirarlo.

Con la paella en la mesa, el rosado bien fresco y en familia, la lluvia importa ya muy poco. Es una jornada de espaldas al mar, un regreso al hogar con cambio de temporada.

La tenue luz de la tarde acompaña y no desentona en absoluto con el oscuro y desdibujado perfil del equipo español de Copa Davis. Se veía venir; después de Nadal, nada. Marat Safin, excelente tenista ya retirado lo apuntaba el otro día. El nuevo brillo de las "viejas" glorias, Federer, Nadal y Djocovik está más justificado por la falta de un relevo sólido que por el excelente tono de aquellos, que también.  El caso español se veía venir y lo peor es que tardaremos, creo, en volver a tener un nuevo campeón que pueda prolongar la buena salud del tenis español de los últimos treinta años. No hay relevo y el tenis español, con los comentaristas de la televisión regresa a su viejo hogar de "lástima, ha bajado el pistón, qué auténtica mala fortuna, la bolita se ha ido por muy poco, etc". Regresan los tópicos de la frustración y debemos buscar abrigo en otros deportistas; Mario Mola, Gloria Marín, Enric Mas...

Sigue pesando mucho el aire y cuesta respirar (humedad del 90%). Me imagino en mi silla plegable y no descarto esta tarde volver a estirar mis piernas y regresar a ese otro hogar, mi residencia oficial de verano, aunque sea para disfrutar, sucio el cielo, de una puesta que al trasluz parezca una espesa marea negra....



lunes, 10 de septiembre de 2018

Gota fría

La playa se ha borrado. Si no fuera porque mi coche me lleva hasta el aparcamiento sin titubear, una vez en la orilla no estaría muy seguro de estar en Illetas. Eso viene ocurriendo todos los años llegados a este momento. Por eso siempre me ofrezco y no es un brindis al sol, a mantenerla, cuidarla y vivirla intensamente durante el invierno como quien conserva un amor de toda la vida. Y si no queda más remedio, así haré mientras nada me lo impida.



Ha llegado la gota fría. Hoy lunes, muy tempranito y a oscuras, a la hora en que las golondrinas solían iniciar su algarabía (ausentes ya de la calle y de los aleros), la vieja olivetti tecleaba a buen ritmo. Está lloviendo con mucha intensidad, casi diría que con violencia. El agua debe estar acumulándose en la azotea y creo que de buena nos libramos ayer. Contra las malas previsiones que auguraban una jornada pasada por mucha agua, logramos compartir con un grupo de amigos un arrocito caldoso marinero al aire libre. El cazuelón de barro hasta los bordes, buenos vinitos en excelente compañía. Son, tal vez, los últimos coletazos de la terraza. Quedan algunas citas pero eso ya depende del tiempo. Ojalá se pueda.

Excelente vino, Nico. Muchas gracias.

En la semana en que despedimos la maravillosa rutina de un plan que apenas hay que trazar: toalla, crema protectora, bañador y chancletas, aflora como una necesidad el resumen del verano. Al principio, aquellos días entre mayo y junio, mis previsiones -internas, no declaradas- no eran muy optimistas. Una intervención quirúrgica, la amenaza de un diagnóstico incierto y un pronóstico desconocido. Afortunadamente nada como una silla plegable sobre la orilla, en ocasiones la lectura, una buena compañía, música, mucho mar, muchas brazadas -cada día más- alguna cañita bien tirada aunque en vaso de plástico...y eso todos los días.

Si habrá resultado balsámico el tratamiento y la terapia que a fecha de hoy, pese a la ingrata sensación de que esta temporada de playa se está acabando, me siento plenamente recuperado, fuerte, animado y preparado para rescatar el raquetero del trastero, comprobar la tensión del cordaje de mis raquetas, fijar fecha y hora, citar a Pepe, a Antonio, a Salvador, a Will y a Toni y trazar la nueva rutina: tres o cuatro veces por semana.

Y para que no me lleve sorpresas justamente hoy, que tenía intención de empezar a planificar, la lluvia, esta gota fría que está ahora descargando con ira toda el agua que no ha caído en todo el verano. Me imagino las pistas absolutamente encharcadas. Será que el factor climatológico también quería citarse conmigo y exhibir su influencia. Y estamos en terreno de nadie.

El miércoles empieza el curso y comparto la desazón de mis hijas como propia. Con lo bien que se está sin mochilas cargadas de libros, una clase tras otra, el autobús, la taquilla, la merienda, los deberes....Va a ser un año muy especial para mi hija mayor: es su último curso de bachillerato y en breve tendrá que empezar a decidir y concretar qué carrera universitaria y dónde quiere estudiar. Me he tirado parte de la madrugada pensando en ello. Será que a veces, según lo conversado a última hora del día, la idea se queda girando en la cabeza como aquellos comecocos de los ochenta. Y por aquellas asociaciones de ideas me he escapado a mis diecisiete años y al mismo momento de su corta vida en que toca tomar una decisión crucial.

Para completar el escenario hasta la música se pone de mi parte; Suenan The Doobie Brothers y su It keeps you Runnin'...Y me estoy viendo, con mi amigo Gaspar L.T. que acaba de aparcar su flamante 124 Especial azul celeste de tapicería de cuero, bajando las elegantes escaleras de Bacarrá, abordando la pista de acero, chicas guapas bailando y un combinado en la barra: gala de tarde y toda la vida por delante. Primero de Derecho, hace, justamente ahora cuarenta años.

Yo también tengo memoria histórica y en absoluto es negra ni está deformada por la mala intención ni el resentimiento...

https://www.youtube.com/watch?v=HveP0neTpww



lunes, 3 de septiembre de 2018

Llega septiembre

Se acaba el mes de agosto que es como empezar a rematar el verano. Últimas tardes, tal vez, apostado en mi orilla mediterránea. El sol, implacable durante buena parte de las semanas de julio y agosto, a última hora de la tarde, apenas llega a acariciar suavemente la piel de la cara. Y la brisa, tras ocultarse el sol, empieza a ser más fresca. Pese a ello, la temperatura del agua sigue siendo muy elevada y sigue rozando los treinta grados. Resulta mucho más refrescante la ducha del club. Llega el momento de hacerse el remolón a la hora de ausentarse y contemplar como el reflejo de un cielo ya sin sol se despliega en la superficie del mar, espejo plano hasta donde la vista alcanza. Esa luz agita la nostalgia de los que ya preparan la maleta y tienen sus próximas citas en puertos y aeropuertos. Un último chapuzón, unas brazadas hasta la isla, el último contacto con las pequeñas olas que rompen, inofensivas, junto a nuestros pies....y las despedidas. Última bocanada de aire y adiós.

Los visitantes del penúltimo turno de vacaciones tratan de llevarse el rumor de un oleaje que en unos pocos días será recuerdo de un tiempo en el paraíso. En la península acabarán creyéndose que no nos vamos a casa ni cuando cae la noche. Bueno, algo de eso hay en ocasiones. Unas cervecitas o una botella de rosado conservadas en la nevera playera, unos taquitos de queso y unas lonchas de ibéricos, en este escenario y a esta hora, saben a gloria bendita. Y si, además, es entre amigos... Cae la noche, quedamos a oscuras y sobre el horizonte opuesto, a nuestra espalda, nos sorprende una luna de sangre que no han anunciado los medios y que parece más bella, más grande, más roja que la tan cacareada de julio que apenas vimos, por cierto. Los ojos, no así el móvil, consiguen captar una imagen insólita. Cuando la luna ya es visible en su totalidad y empieza a levantarse sobre el perfil plano del Arenal, pespunteado con cientos de lucecillas, su reflejo, absolutamente encarnado, proyecta una estela sobre el mar hasta nuestra orilla. Imposible imaginar, lo siento e imposible de reflejar su nitidez la cámara del teléfono. La próxima vez, cámara fotográfica y trípode.


Y el baño. Hacerlo bajo las estrellas centelleantes y las estelas que va dejando el incesante flujo de aviones que despegan y aterrizan, confirman que quedamos en tierra, en el mar, que no se acaban nuestras vacaciones a tiempo parcial, que seguirán durante unas cuantas tardes más -si el clima lo permite- aunque cada día cierren antes la playa y en breve comience el nuevo curso. A partir de entonces no tendremos más opción que la que nos brinden los primeros sábados de septiembre. Ya veremos, en todo caso, pero que nos quiten lo "bailao".

No siento nostalgia; lo mío es saudade, pero no propia, sino por mis amigos, ausentes ya de la estampa de este mar de septiembre. Es que el final de verano siempre comparece con la misma música de una orilla apacible, con los tenues ecos, cada día más apagados, de la chiquillería que todavía juega con la arena bañada y que dibujan con las huellas de su pies los rastros delebles de sus primeros pasos, con los manguitos super hinchados y los bañadores de la patrulla canina o de Blancanieves mientras devoran con avidez el bocadillo de queso o de "jamón del rojo" para que no se lo coman ni las gaviotas ni el tío Asís.

Así es que seguiré un par de semanas más en mi orilla. No es por mí, de verdad. Es por ti, por tu saudade, por tus recuerdos de un verano que pasa muy fugaz.

- Desde luego, no hace falta que respondas - me dice un colega playero que deshincha un enorme cisne blanco- Estás aquí en la gloria.

- Me sobra un cosa: la banda sonora. El daño que han hecho los altavocitos blutuz. Y el reguetón. Solo una grave desconexión neuronal - mucho humo de maría- permite convencerse que eso no molesta a los demás....y esas letras....

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...