Hace ya casi dos meses, unos minutos antes de abandonar la Sanchinarro con el alta hospitalaria y obligado por las circunstancias me sentí un tanto azorado por la prescripción facultativa que me desaconsejaba utilizar, una vez recuperada mi libertad condicional y para cuando ya estuviera en casa, una prenda que resulta casi obligatoria a partir de junio en Baleares: las bermudas. Debo matizar: nunca, por supuesto, ni para acudir al trabajo ni para asistir a ciertos eventos, pero sí, en cambio, imprescindible para el tiempo de ocio y paseo, con los treinta y pico húmedos grados que se alcanzan desde bastante antes del final de curso escolar hasta octubre.
La expresión de extrañeza del farmacéutico hospitalario y la de mi médico, cuando tras ver yo el artilugio que debía sujetar a mi tobillo comprendí que me veía obligado al uso del pantalón largo, hizo que me sintiera como un extraterrestre. ¿bermudas? se preguntaban, riéndose, como si esa prenda estuviera proscrita en Madrid, o estuviera yo bromeando.
Para acabar de hundirme en la miseria y comentándole el incidente, Joaco hurgó incisivamente en la herida, con su lacónico verbo y habitual elegancia: se empieza con las bermudas, querido Asís y se acaba con un pantaloncito pirata, camiseta imperio y crocs en los pies. Bermudas, por Dios, pero qué horror, qué espanto!
Total, que impelido por la necesidad, tomé el taxi y luego el avión de regreso a Palma con un pantalón largo y así he tenido que permanecer durante casi un mes. Una vez liberado del molesto dispositivo postoperatorio y aliviado el régimen de libertad condicional he rescatado todas las bermudas veraniegas de mi fondo de armario y excepto para ir a trabajar o a alguna cita que lo haya requerido, he recuperado como vestimenta de verano esa prenda. El tiempo de orilla y mar ha hecho que mis piernas hayan tomado el color que se requiere y he incorporado otras dos bermudas la mar de elegantes y fresquitas.
Las bermudas, queridos, como los helados y las cenas en la terraza, son para el verano como la bufanda y el puchero calentito lo son para el invierno. A ver si el médico, el farmacéutico y mi amigo Joaco se iban a poner de largo para ir en Baleares a la playa o a tomarse un cucurucho de chocolate belga por Jaime III en pleno verano a las ocho de la tarde.
(Y perdón por lo de belga)
Què lejano el recuerdo del Rey emérito en pantalón corto cuando el resto de mortales dedicados a servir a los españoles íbamos de pantalon largo y chaqueta(ya nos habian dejado opcional el uso de la corbata) y gracias a SM pudimos comenzar a exhibir nuestras piernas para enfado de algunos neandertales que, con o sin mando,se oponian a una mas cómoda prestacion del servicio. En fin treinta y muchos años mas tarde quedan algunos librepensadores encargados de la estética oficial a los que hay que sufrir muy a pesar de que confundan la velocidad con el tocino. Me alegro de la liberacon de la prenda aunque mucho mas por la sanación del miembro herido. Un abrazo
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