lunes, 16 de julio de 2018

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De alguna manera el final de los sanfermines viene a echar el broche al primer Acto de esta gran representación festiva que suele ser el verano. Queda  lejano el final de curso, la recogida de notas, los primeros baños y las primeras cenas en terraza. Los finales de los encierros y carreras por la calle Estafeta de Pamplona, el final del mundial y la final de Wimbledon abren un período de cierto relax. Ya puedo olvidarme de la tele. He perdido la cuenta de los años que llevo siguiendo puntualmente los encierros por televisión. He intentado ver casi todos los partidos del decepcionante mundial de Rusia (poquito fútbol y mucho VAR). Y me he llevado lo peor y lo mejor del torneo de hierba: el partido de Nadal/Del Potro y el soporífero Isner/Anderson que se lo podían haber jugado, con muchas más emoción, a los chinos.

La repetición a cámara superlenta de toros, goles y voleas en la red, desde la placentera comodidad del sofá invitan a rescatar de la memoria la escasa calidad de las imágenes de antaño, veranos de ventilador y Tang, aquellos sobres de polvo sabor naranja o limón que se vertían en una jarra de agua y que agitábamos con mucho hielo. 

Vivimos bajo el objetivo de un gran ojo de halcón y cada vez resulta más difícil habitar un ángulo muerto. El pitón del morlaco engancha la pañoleta del mozo y lo lleva en volandas, recorre ochenta metros zarandeándolo como si fuera un molesto pasajero. Se le ve perfectamente la expresión de pánico mientras intenta liberar el nudo...y si resulta que ha dicho a propios y extraños que no cuenten con él durante ese día porque tiene un viaje de trabajo o está con virus estomacal, pues caes con todo el equipo y date por satisfecho si ese pitón no te lleva hasta la enfermería.

El defensa levanta las manos y agita su cabeza de lado a lado, pero está el VAR captando el preciso instante en que está empujando con ambas manos al delantero o sujetándolo por la camiseta o metiendo un pie entre sus piernas: penalty, claro. Al VAR en España deberíamos llamarlo Ortiz de Mendíbil, el de la moviola y anda que no había que verlo cientos de veces, por la pésima calidad de las imágenes, para que, al final, prevaleciera aquel famoso dictamen....y por lo tanto, penalty.

Ha sido un Wimbledon inusualmente seco y caluroso. Por momentos parecía que estuvieran jugando sobre un campo de trigo recién segado. Tal vez por este motivo, nuestro admirado Nadal ha logrado desarmar el juego de los expertos en superficie rápida. A pesar de eso, una vez más, he vibrado con la épica de Rafa. El duelo de cuartos de final contra Del Potro ha sido el mejor y más emocionante partido de tenis que he visto en mi vida y eso que llevo como espectador de tenis desde aquellas legendarias eliminatorias de Copa Davis desde el Club de Tenis de Barcelona, entre España y Estados Unidos. Los jugadores de entonces: Gimeno, Orantes, Gisbert, Higueras, Smith, Solomon, Ashe, etc. Y, volviendo a la claridad de la imagen: en blanco y negro y con unas repeticiones que vistas en la actualidad parecen hasta cómicas, con una enorme erre en mayúscula y parpadeante que pretendía ratificar el "sí, sí, la bola entró" del gran Juan José Castillo.

El gran ojo de halcón capta todo y la imagen grabada deja poco margen de error. Deberían instalarlo en Parlamentos, Ayuntamientos y ciertos locales y luego difundir las grabaciones en alta definición de tal manera que pudiéramos apreciar por nosotros mismos qué, cómo y quién cumple con sus obligaciones. Pero parece que hoy es mal día para hablar de vídeos.

Felicidades a la Armada Española, a los Marinos de Guerra, a los Marinos Mercantes, a los pescadores, a las Cofradías, a todos los navegantes y a todos aquellos que viven por y para la mar. Que la Virgen del Carmen nos proteja y nos guíe.

Enhorabuena a Francia, a Djokovic y, tengo mis dudas, no sé si a los mozos o a los toros.

Atentos a la pantalla, empieza el segundo Acto.



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