lunes, 11 de junio de 2018

Retorno a la Isla bonita

Horas antes de mi gran experiencia quirúrgica -llámame pesado pero permíteme que pueda chapotear en mi fortuna- pude cumplir unos cuantos deseos: jugar un buen partido en la tierra roja de la pista cinco de Es Fortí, pasar un día de luna de miel con mi ángela custodio (matiz de género necesario en los tiempos que corren) en el lletas  Beach Resort y disfrutar de unos cuantos chapuzones en ese mar entre turquesa y esmeralda que baña los ojos y regalarme unos cuantos besos de mi madre y sus deseos de una hora feliz.




Fue salir de Palma y comenzar un riguroso ayuno; un ramadán ininterrumpido. Unos leves sorbitos de agua, si acaso y soñar con poder regresar a la dieta sólida con una buena ración de callos a la madrileña. No sé muy bien si este último antojo, que me persigue desde entonces, está motivado por el lugar designado para la actuación estelar del Da Vinci o por alguna otra circunstancia que todavía no he sabido desentrañar. Ahí queda pendiente; para la vuelta a la normalidad.

Ha sido regresar a la Isla bonita, con mi ritmo lento, mis prudencias y mis cosas y verme, como el bueno de Manolo Santana, en mi palco doméstico de la Philippe Chatrier o de la Suzanne Lenglen, Ahí me las den todas. A esas bolas sí que llego y la que me pasa, seguro que la devuelve Rafa o Garbiñe. A estas alturas de la semana, cuando mis dedos empiezan a sobrevolar y picotear sobre el teclado de la vieja olivetti, poco me preocupa la actualidad rosa de la nueva política. Que se apaguen los focos mediáticos y que empiecen a trabajar los nuevos ministros. Dios nos asista y ojalá ganemos todos, Pedro G. y no acabemos en la Luna, donde el rescate bancario se me antojaría muy complicado.

Decía que tanto Rafa como Garbiñe, independientemente de lo que pase al final, constituyen un aliciente para pasar la convalecencia de forma más o menos activa. Ya que no puedo asomarme a la pista, el encuentro visual con el mundo de la raqueta libera mi ansiedad. Es este el más adictivo de mis vicios, qué le voy a hacer. Garbiñe caería con la misma contundencia ante la que al final fue ganadora, Halep, con la que había borrado de la pista a Sharapova. Por contra, Nadal se plantó en la final remontando un mal comienzo ante Schwarztman y maltratando cruelmente a un Del Potro que acabo extenuado, noqueado por los reveses cruzados y profundos de Rafa. El resultado final, no por esperado y deseado deja sin palabras a los que desde hace casi quince años hemos asistido a la evolución de su carrera. Algún día tendremos que explicarnos este fenómeno y tal vez encontremos la palabra adecuada para definirlo. Su grandeza como deportista la enmarca, además, con su honestidad y su sencillez. Su contagiosa emoción en el momento de recoger el trofeo lo dice todo.

Lo que resulta innegable es el efecto remodelador de actitudes que tiene el circuito quirúrgico-sanitario. He reflexionado mucho durante todo ese tiempo en el que me sometía a pruebas y esperaba resultados, diagnóstico,  terapia sugerida, la solución adoptada, viajes, más citas, señalamiento de fecha, actuación robótica y convalecencia. Aprendes, aunque no resulta desconocida la sensación, a vivir de otra manera; es una experiencia muy educativa; te ayuda definitivamente a discernir entre lo verdaderamente importante de lo superficial; de las cosas que merecen nuestra atención y preocupación y esas otras que podrán jugarse en los minutos basura de cada encuentro. Vale la pena volcarse en la familia, los amigos y los excelentes compañeros de trabajo y olvidarse del conductor que atosiga en el semáforo o del descerebrado de la moto que va a todo trapo ciscándose en el resto de mortales. No hay que tener tanta prisa por ser el primero, simplemente hay que hacer lo posible por llegar. Siempre hay alguien que tiene más prisa que uno y hay que saber, cuándo es así, ceder turno.

Estamos ante los últimos coletazos del curso escolar y, como en todas las familias, se alternarán excelencias con suficiencias, holguras y apreturas. Qué más da. Cada cual se esfuerza con arreglo a sus capacidades y, en ocasiones, tiene mucho más mérito el cinco que el nueve con noventa y nueve. Celebraré con idéntico entusiasmo las dos notas. Y si no se llega.....qué se le va a hacer.

Quedan dos semanas por delante. Debo recuperar el fuelle perdido y esos kilos literalmente borrados de mis hombros, de mis brazos, de mis piernas. Es como si, de repente, esa batería que tenía carga para doce horas ahora se agota antes de llegar a las dos primeras. Vale, lo acepto por el momento. Un pequeño relax, un respiro, una pieza de fruta y a por otras dos. Estoy en el momento de aprender a jugar las cartas que me van llegando pero siempre con mucho optimismo, con deportividad y buen humor. Estoy muy bien mentalizado y con fuerza para saber esperar el momento de empezar a subir las escaleras, saltando los escalones de dos en dos, o de tres en tres, como siempre he hecho.

Y compartir una buena ración de callos a la madrileña con mi ángela y una copa de buen vino.

  

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