lunes, 28 de mayo de 2018

Se subasta Estado

No tenía previsto saltarme a la torera mi intención de silenciar el blog, hoy lunes 28 de mayo,  pero las circunstancias me llevan a una irresistible rectificación. En las últimas semanas, meses, venimos asistiendo a un duro enfrentamiento, a un tira y afloja entre partidos políticos de ámbito estatal y a otros de corte nacionalista , separatista... independentistas, en fin.

Apreciábamos muchos ciudadanos que en el escenario de la presentación y debate de los presupuestos del Estado llegaba al momento oportuno para mostrarse, todos en general, generosos a la par que exigentes para tratar de reconocer y proteger los derechos e intereses de los ciudadanos que, desde cada procedencia y adscripción territorial deben defender sus  representantes públicos y que deberían beneficiarnos a todos, después de tanta incertidumbre presupuestaria de los últimos años. El debate y la aprobación de la Ley nos ha proporcionado, desgraciadamente, imágenes absolutamente inadecuadas. La pose soberbia del líder naranja, esquivando el saludo, con  grosero desaire, al ministro de la cosa es una imagen que habla por sí sola del deterioro progresivo de la cortesía parlamentaria que es exigible,  aún cuando se finja. Si Luis Carandell, añorado genio de la prosa irónica en sus crónicas parlamentarias de plenos y debates en tiempos de la transición, hubiera tenido que contemplar tanta zafiedad y chavacanismo entre tan burdos parlamentarios actuales se habría dedicado exclusivamente a la papiroflexia y abandonado su puesto en la tribuna de periodistas.

Repuestos de la lucha y apenas unas horas después, la publicación de la sentencia sobre el caso Gürtel reabre las costuras del debate y arroja a los pies de los caballos a buena parte de los representantes del partido popular y, lo que es mas grave, a muchos de sus simpatizantes y votantes. Algunos miembros del partido han decidido desembarcar. No se puede vivir toda la vida con una pinza en la nariz. Y los votantes....pues eso.

Lo que creíamos que debía suponer un seguro de calma social hasta las próximas elecciones se ha visto agitado y conmocionado por un asunto, un episodio más, que parece impedir que el hedor de la corrupción se disipe definitivamente del entorno de ese partido.

El oportunismo de otras filas, la difícil y delicada situación de Cataluña, el cada vez más agresivo y violento enfrentamiento entre sus ciudadanos -cruces, lazos y banderas-  y la imparable escalada de tensión de los responsables de las principales instituciones políticas catalanas, Parlament y Govern, hacen imposible contemplar el panorama con una pizca de optimismo.

La burla impune de ciertos personajes (raperos y nefastos actores), oportunistas dispuestos a seguir hiriendo a ese mismo Estado de Derecho que garantiza sus libertades y la corrupción del partido que gobierna, empeñado al parecer, en seguir municionando a los enemigos de España, dibujan un escenario muy sombrío para los próximos meses.

Se subasta el Estado y solo acudirán chatarreros de palillo en la comisura de sus labios dispuestos a aplicar la cizalla y la prensa hidráulica para acabar de desguazar aquel país que remontó vuelo a mediados de los setenta con una transición ejemplar que parece haber llegado a su fin. Añoro aquellos tiempos y, como no,  recuerdo la finura y exquisitez de Carandell.

Que Dios nos pille confesados.

lunes, 21 de mayo de 2018

Piratas de alpaca


No hay nada más dulce que la miel, excepto el dinero.
Benjamín Franklin (1706-1790)



En esa ocasión el vuelo se le había atragantado. Durante todo el trayecto, en mangas de camisa pero con el nudo de su corbata de Hermés perfectamente ajustado al cuello, no dejó de prestar atención,  ni por un instante, a su teléfono móvil. Tenía suficientes motivos como para sospechar que esa podía ser una de las últimas noches, si no la última, que compartiría con la que todavía era su mujer, no ya el dormitorio pero sí al menos el chalet familiar, ubicado en la parte alta de Barcelona. Sentía una profunda angustia y muy especialmente después de su reunión en Madrid y de las portadas de los principales periódicos de ese día y las informaciones aparecidas en la mayoría de los medios digitales. Las fotos de un ex­-ministro  y su declaración en una comisaría de la Policía Nacional, dejaban las puertas abiertas de par en par a otros fusilamientos mediáticos por supuestos de fraude fiscal y blanqueo de capitales. No estaba muy seguro de poder superar algo similar en su caso en una sociedad que tiempo atrás se había rendido a sus pies.

Poco antes de la medianoche el Gulfstream G280 tomaba tierra en la mojada pista del aeropuerto de El Prat. Al tiempo que se ajustaba la americana y guardaba las gafas en el bolsillo superior y el móvil en el pantalón, echaba un vistazo a la mesa. No quería que la tripulación pudiera sospecharlo, así que intentó no barrer con su mirada todo el interior de la aeronave. No sabía si volvería a volar en aquel lujoso aparato. Recordó el día en que lo estrenó, guiado tal vez por la loca ambición de poder de Charlie Croker, el fascinante personaje de la novela de Tom Wolfe, “Todo un hombre”, que, pese a haber sido escrita hacía casi veinte años, cobraba plena vigencia….y tan próxima.

Ya en el domicilio la fiel asistenta de hogar fue quien, solícita y respetuosa como siempre, le abrió el portón de madera del acceso principal.


- Buenas noches, Joana. ¿Está Mercè?
- Sí, señor. Acaba de subir al dormitorio. Me ha comentado que le dolía un poco la cabeza y que prefería esperarle acostada. ¿Necesita algo? ¿Quiere que le prepare alguna cosa?
- No, gracias. No te preocupes. He cenado muy ligeramente antes de despegar, pero suficiente. Solo beberé un poco de agua. Puedes retirarte a descansar. Gracias y hasta mañana, Joana.
- Buenas noches, señor.



 El exquisito trato que dispensaba a todo el personal de servicio de su casa denotaba la excelente educación que recibió, en primer lugar, de su propia madre y posteriormente, en el Liceo Francés, donde había cursado sus estudios hasta llegar al Colegio Universitario. Gracias a ello y al empeño familiar, dominaba perfectamente las lenguas francesa e inglesa -casi maternas- y el alemán, aprendido mientras estudiaba Derecho, y perfeccionado poco después,  habiéndose doctorado más tarde en Derecho Tributario por la Universidad de Colonia.


Había nacido a finales de los cincuenta en Barcelona, como su padre, del cual había heredado el despacho – todo un imperio-. Su madre era francesa, hija de un aventurado diplomático inglés. Ella había sido clave en su formación y supo inculcarle unos valores morales y humanísticos que le habían acompañado hasta que decidió por sí mismo dejarse llevar por la nociva ambición que había envenenado también a su progenitor.

Bebió unos sorbitos cortos de agua, tratando de sacudirse de encima aquella congoja y nerviosismo que le acechaba. Subió de uno en uno, despacio,  los escalones que le llevaban a la planta superior. Recordó con cierta nostalgia los tiempos en que los subía de dos en dos,  en tres zancadas. Abrió con mucho sigilo la puerta del dormitorio. Había luz. En la cama, recostada sobre un gran cojín le aguardaba Mercé. Al verle entrar, giró ella su cabeza hacia la puerta, cerró un libro, se quitó las gafas de lectura y le miró muy atentamente con intención de balbucear un saludo protocolario.
- Estoy muy cansado y preocupado –se adelantó él con la intención de que ella se mantuviera en silencio -. Esto no va bien y vamos a tener serios y graves problemas muy pronto.
- ¿Vamos? ¡No! ¡Vas, vas tú, a tener!– contestó ella abruptamente, haciendo especial hincapié en sus palabras, al tiempo que le señalaba con su dedo índice extendido- Bueno, ya los tienes y no por lo de hoy. Llevo mucho tiempo diciéndote que debías apartarte de estos líos que os traías tus amigos y tú. Parece mentira. Es que no me lo puedo creer. ¿Qué podías esperarte? Las cosas ya no son como antes, como cuando eras el niño pijo de papá, abogado ilustre de la alta burguesía catalana. ¡Pamplinas, me oyes, pamplinas!
- No me vengas con más historias –elevó el tono él- Hoy, no. No te lo aguanto. Ha sido un día de perros y con lo que he visto y he leído, me basta. No aguanto monsergas ni moralinas de nadie y menos de ti. Al fin y al cabo, tampoco te ha ido nada mal. Mira dónde vives, mira tus armarios y tus joyeros. Mira tu garaje. Y si no te basta, consulta tu cuenta corriente. Si te sientes mal por esos saldos a tu favor, dónaselos a tus monjitas y a tus nobles causas. Cuando te los ponías encima o te los pulías con cirujías estéticas y viajes con tus amigas, no les hacías muchos ascos. Ahora, ahórrate el esfuerzo y  no me abrases con tus sermones.
- Te lo dije, te lo dije! Los políticos nunca pierden. Negocian porque no exponen nada. Entre ellos no se muerden de verdad. Simulan y aparentan enfrentarse para satisfacer a los tontos que supuestamente les votamos, pero cuando vienen los problemas, siempre salen de perfil. Nunca pierden. A ti te van a pillar, pero tú crees que a alguien de ese clan tumefacto le va a pasar algo. Ja! Permíteme que me ría.
- Bueno, bueno, bueno. Por el momento tengo un compromiso y ya he hablado con el fiscal. Mañana tengo una reunión con Josep Cardós y por el momento las noticias no son muy malas. Y el Conseller está más blandito.

Mientras iba descalzándose y desvistiéndose en el vestidor contiguo al dormitorio escuchó como Mercé se había levantado de la cama y se calzaba las zapatillas.

 -¿Dónde vas con eso?
- No quiero volver a compartir el dormitorio con un presunto delincuente. Has arruinado mi vida y ahora ya no tengo ningún tipo de esperanza ni ilusión. Mañana me voy. Ya lo he hablado con las niñas. A ellas les debía una explicación. Ahora a ver tú, que les cuentas.
- Pero ¿cómo has sido capaz? Me parece que se te ha ido la pinza. A las niñas. ¿Pero, qué coño les has dicho?
- Solo se escuchó el sonido de la puerta al cerrarse, amortiguados cada vez más por su lejanía, los pasos de Mercé por el pasillo y al cabo de un rato, el de otra puerta cerrarse.



Eran como dos islotes en medio de un océano. Condenados a tolerarse mutuamente sin posibilidad ni de alejarse, ni mucho menos de aproximarse. Había sido, tal vez, muy duro con ella, pero desde hacía muchos años se evitaban más allá de sus compromisos sociales y en algunos medios se les trataba como pareja ejemplar. Si el servicio hablara. 

El portazo sonó como un carpetazo final. Fuera máscaras.  Ese riesgo ya estaba calculado. A pesar de ello resultaba muy doloroso. Era plenamente consciente de que atrás quedaban treinta años de convivencia, los quince primeros excelentes, pero los últimos plagados de episodios primero agridulces, luego un tanto más agrios y, finalmente, muy amargos. Infidelidades, ausencias y ahora un monumental barullo del que no estaba muy seguro como iban a salir. Daba por segura una costosa ruptura matrimonial y dadas las circunstancias y el entorno social en el que se movían, un más que hostil proceso de separación. Pero no quería ni pensar lo devastador que podía resultar un divorcio mediático con violencias enconadas. Lo había comprobado, en carne ajena, en muchos célebres y poderosos amigos y conocidos y no quería ni imaginárselo en primera persona.


Permaneció un largo rato pensativo, sentado en la butaca del vestidor, con la cabeza apoyada en ambas manos, inmóvil. La pantalla del iphone, sobre la moqueta, relampagueó. Un wpp de ella. ”Tengo cita mañana en Molina&Associats. Están preparándome la demanda de divorcio. Prepárate porque me parece que para los dos va a ser duro, pero no puedo dejar de pensar en el daño que nos has causado a mis hijas y a mí. A mí casi me da igual, estoy de vuelta de todo pero las niñas tienen mucho futuro por delante y voy a luchar por ellas….A MUERTE”



         Se quedó perplejo, más inmóvil todavía. Hija de puta –pensó-. Por un momento creyó que debía tirar abajo la puerta de su dormitorio, sacarla a rastras de la cama y tirarla escaleras abajo hasta dejarla en la calle. Recapacitó. El lexatín que se había tomado antes de despegar de Madrid hacía su efecto y le había rebajado su tensión emocional. Sería una gran cagada y solo serviría para joder más las cosas. Seguramente, al día siguiente, con los ánimos más templados y después de haber dormido, vería las cosas de otra manera.



            Del cajón de la mesilla extrajo un blister de stylnox. Tomó un comprimido y se lo tragó entero, sin cortarlo como en otras ocasiones. Necesitaba garantizarse un sueño lo más largo e ininterrumpido que pudiera. Presagiaba que el día siguiente iba a ser muy intenso.

Y no se equivocaba.





NOTA. Este es un pequño fragmento del primer capítulo de un proyecto de novela que empecé a escribir hace un par de años. Avanza poco a poco. Requiere tiempo y dedicación exclusiva y de ambas ando muy escaso y no sé muy bien cómo acabará el intento. No tengo prisa. Con la muerte de Tom Wolfe he recordado sus dos principales obras, Hoguera de Vanidades y Todo un hombre y de esta última mi referencia a su protagonista Charlie Croker; su Golfstream, sus negocios en Tampa y su vida de excesos y corrupción.

lunes, 14 de mayo de 2018

La aspereza del aire

El sueño y un punto elevado de cansancio fueron mis compañeros más próximos en el momento de empezar a descender por la escala del Airbus 300. La luminosidad de aquella mañana del 3 de mayo de 2013 en el Aeropuerto de Herat llegaba a ser muy molesta y busqué en mi equipaje de mano las gafas oscuras. Tenía el cuerpo del revés, la boca seca y estaba muy aturdido. En aquellas circunstancias habría dado lo que fuera por una buena ducha, pero no estaba muy seguro de que tan modesta aspiración fuera a ser posible con la urgencia con que lo pretendía. Al otro lado de la pista pero muy cerca de donde el aire afgano llenaba nuestros pulmones por vez primera, ya en la plataforma de vuelo y finalizado el pasamanos con el que éramos recibidos por los mandos salientes, una vociferante jauría humana uniformada como nosotros y encerrada en recinto vallado -la perrera- coreaba ruidosamente cada uno de nuestros pasos como una burlona muestra de bienvenida. Algo parecido a lo que mucho tiempo atrás había experimentado al entrar por primera vez en un edificio castrense para cumplir el servicio militar y éramos recibidos por el grupo de veteranos a punto de ser licenciados -lilis- y una eterna letanía de lindezas y presagios sobre nuestro más inmediato futuro en aquellas tierras y del tiempo que nos quedaba. 

(Afortunadamente para todos nosotros esa abrupta bienvenida no se correspondería con el cálido recibimiento de los compañeros a los que cada uno de nosotros íbamos a relevar. Para mí fue un enorme placer coincidir en ese proceso con mi compañera Mónica C. la cual me guió incluso mucho antes de llegar a Afganistán. Gracias a ella y a mis novatos compañeros de viaje los primeros días se hicieron muy fáciles de llevar.)

Eran las ocho de la mañana locales y el vuelo, con sus escalas, desde que despegamos de Torrejón, había comenzado unas dieciocho horas antes. A pesar de lo confortable del asiento mi cuerpo acusaba el golpe y una ligera bruma mental atenazaba mi capacidad para atender las instrucciones sobre nuestros primeros días de estancia en la Base. En tal estado de agotamiento mental fuimos impíamente sometidos a una dura jornada del imprescindible in-processing y esto fue la guinda sobre el pastel de un primer día que, pese a todo, alimentaba mi orgullo e inquietud por inciar cuanto antes mi propia misión. La aventura estaba comenzando.

La Base era un hormiguero y las hormigas que lo habitábamos, con nuestros uniformes pixelados, andábamos de acá para allá alocadamente. Unos con la inquietud que genera la proximidad del regreso al hogar y otros con la necesidad de asimilar desde el primer momento lo que nos deparaban los seis meses que teníamos por delante.

Comida, asignación de alojamiento, relevo de cometencias, armamento; nombres, nomenclaturas, caras nuevas, voces, sonidos y un aire muy espeso; pesado y amarillento. Todo ello generaba un ambiente de misión que entraba de golpe en nuestras cabezas con urgencia y sin mucho tiempo que perder.

A las nueve de la noche de ese primer día, sonámbulo, busqué mi alojamiento y debí quedar dormido al instante. Sí recuerdo el sonido lejano de unas pequeñas explosiones que atribuí, iluso de mí, a algún tipo de festejo local. Entre los primeros sueños pude escuchar, amortiguada por el soniquete de la música de mi ipod, una sirena mucho más cercana que aquellas detonaciones. De repente mi litera comenzó a ser zarandeada violentamente y las voces de mis compañeros de corimec, Juan y Mario, me pusieron en alerta. Me deshice de los auriculares y contemplaba perplejo como ellos se vestían a toda prisa, nerviosos y agitados, se colocaban el chaleco y el casco y me invitaban a saltar de la cama a toda prisa:

- Rocket attack, rocket attack!!!!!!
- Al refugio, al refugio!!!!! Corre!!!!!

Dormido, aturdido, sorprendido y atribulado me desplacé desde el Juliet (nuestro Corimec de novatos recién llegados) hasta el refugio subterráneo más próximo. Tomé asiento en el prmier banco que ví desocupado y volví a caer profundamente dormido apoyando cabeza y casco contra la pared y envuelto en una turba de compañeros bastante más inquietos que yo.

Buena manera de empezar una misión. Aquello prometía.


lunes, 7 de mayo de 2018

Discrepo. No son 858 víctimas

Son (somos, al menos en el dolor, en el terror y en el miedo) muchas más. Por dar un dato directo y conocido personalmente: tan solo de uno de estos asesinados, su cobarde y cruel ejecución en Barcelona generó cinco víctimas directas: su esposa y sus cuatro hijos que a partir de aquel fatídico día dejaron de compartir el colacao de la mañana, la siesta en el modesto apartamento de verano, la comida de los domingos y dejaron de programar la escapada de fin de semana a Camprodón o a Sitges y otras vacaciones estivales. ETA se llevó al buen padre que repasaba los deberes de los más pequeños y tomaba la lección de los mayores y llevaba a todos ellos a la escuela de tenis del Polo en aquel viejo Simca 1000 azul (con el palo que sujetaba el techo interior de tela). La voz que contaba cuentos y cantaba al afeitarse se calló para siempre. Leopoldo -compañero del Cuerpo de Intervención de mi padre y amigo- vivió unos cuantos años en la misma escalera que nosotros y las familias compartíamos vacaciones, colegio, tenis y piscina.

Tampoco cuentan -en esa negra cifra- los otros miles  de personas (más de seis mil) que padecen, hoy en día, las secuelas de ese terror en forma de terribles mutilaciones, lesiones, heridas y traumas psicológicos larvados que jamás podrán olvidar.

Demasiado dolor como para que los muchos criminales que quedan de esa banda de cobardes y asesinos se levanten de la mesa  de manera chulesca y prentendan abandonar el local mirándonos con desprecio al resto de clientes y sin preguntar siquiera si se debe algo. No. Así no. No es ni justo ni decente que sean ellos quienes, con ese gesto hipócrita, prentendan dar carpetazo a sesenta años de terror, crímenes y masacres.

Somos muchos los que de forma más o menos intensa y directa -según los casos- nos hemos pasado la vida esperando a que nuestro padre (y más tarde nosotros mismos) inspeccionara disimuladamente (tirando deliberadamente las llaves al suelo) los bajos del coche antes de iniciar la marcha, o procurase cambiar con frecuencia la ruta urbana para ir a trabajar, o escuchase pisadas inquietantes a sus espaldas o camuflase su aspecto con extrañas prendas para ocultar nuestros uniformes. Algunos no regresaron jamás a sus casas. Demasiado terror como para que ahora tengamos que agradecer a estos hijos de puta que hayan dejado de matar y que disuelven su perversa sociedad criminal. 

Y muchos de esos sesenta años los hemos pasado viviendo ese terror aislados en una sociedad que miraba hacia otro lado cuando quien quedaba tendido en una acera o destrozado en el interior de un vehículo era un militar, un policía o un guardia civil. Como si ese sacrificio viniera en el sobre sepia de la nómina de cada mes. Solo a partir del momento en que jueces, fiscales, periodistas y políticos pasaron a forma parte de los blancos de los asesinos, los medios periodísticos empezaron a movilizar a esa sociedad; minutos de silencio, manos blancas alzadas, basta ya! etc... 

Si tras el primer atentado toda esa sociedad española hubiera exhibido realmente esas muestras de rechazo y, por otro lado y especialmente, buena parte de la Iglesia vasca no hubiera pretendido la comprensión y el perdón hacia los asesinos en sus nauseabundas homilías dominicales, tal vez no se habrían evitado todas las muertes pero el proceso criminal no habría tenido tan largo y luctuoso recorrido. 

No pretendo que se reconozca a las víctimas uniformadas como más graves ni dolorosas. Todas los son. Vich, Zaragoza, Hipercor y la Plaza de la República Dominicana de Madrid, por ser masivas, tal vez más sobrecogedoras por las tremendas imágenes que proporcionarion.

Pienso en las que he vivido más próximas, las últimas en territorio nacional; las de los Guardias Civiles D. Carlos Sáenz de Tejada y D. Diego Salvá, vilmente asesinados en Palmanova, Mallorca, el 30 de julio de 2009 y todavía sin esclarecer. Ese día, a la hora de finalizar mi jornada, la voz de un compañero me estremeció: han matado a dos guardias, de los nuestros, en Palmanova... Todo lo que fue sucediendo a continuación forma parte de mis peores recuerdos de mi paso por la Guardia Civil.

No soy un buen cristiano: ni pongo la otra mejilla, ni perdono. Y no olvido. 

Espero que sea la Justicia quien cierre adecuadamente este macabro proceso.

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...