lunes, 16 de abril de 2018

Mi Mediterráneo

Sí, por supuesto, no es mío este mar. Es de todos y de uso compartido. Me refiero, con el título, a mi "Mediterráneo" concreto, a esa canción de Serrat que a cada cual le llegó en su vida de una forma y le lleva a un pasado muy particular. A los más jóvenes a asomarse, tal vez desde un balcón digital, a un pedacito de la música que pertenece a anteriores generaciones. A los que ya tenemos una edad nos lleva a una tarde o una noche o una madrugada pasada por los años que nos sorprendió con nuestros dedos enredados en unos cabellos, dorados o no, qué más da y sentados en la orilla de cualquiera de sus playas, desde Algeciras a Estambul.

Es una gris mañana de sábado en la que la lluvia no cesa de caer. Lo ha hecho toda la noche, todo el día de ayer...toda la semana. Cuesta más que otros días levantarse y compelido por el constante tintineo de las gotas contra las persianas apetece mucho más seguir enredado en otros cabellos, dejarse llevar por el indomable estímulo de la indolencia, dicho en clave de oxímoron y  remolonear, libar un traguito de amor de sábado, sin prisas ni relojes.

Un café con leche y unas tostadas sin el agobio de esas manecillas que dictan el ritmo los otros días de la semana. Un desayuno con miradas cálidas y entretenidas. El sorbito tranquilo y reposado en la boca que es capaz de besar y de hablar, de paladear y también, a veces, de callar. 

Con el último trago, el punto. Mi gran amigo, el sabio y paciente Jaime R., me manda un wpp con vídeo. En él aparece un tipo de espaldas, sentado sobre un espigón frente a un mar/manto turquesa y suenan los primeros acordes. Tomo asiento y respiro profundamente. Suena la voz del Noi del Poble-Sec -pasado ya por los años y por mil luchas- El resto viene en cascada. Un montón de artistas conocidos, individualmente o en grupo, siguen cantando el resto de estrofas de esa canción mítica, clave para entender que hubo un mar que nos ha hecho navegar en él, que es la historia de una cultura que lo tuvo como cuna, sí, pero que además nos ha permitido contemplar sus vaivenes y sus agitaciones convulsivas, su paz y su guerra, su vida y también su muerte.

En una de sus orillas aprendí a hacer castillos y figuritas y dejaba que su arena se escapara entre mis dedos. Con los años enseñé a mis hijas a hacer lo mismo y ahí sigue, azul y amable en sus calmas y bravo e indomable en sus temporales.

Cierro los ojos frente a él y escucho la canción que he mandado a un montón de mis contactos de la aplicación del móvil por el mero placer de compartirla y desearía hacer lo mismo con el propio mar con aquellos que están lejos pero que lo sienten tan cerca como yo. Todos me reponden lo mismo y concluyo que la canción y el mar nos evocan lo que se quedó en aquella orilla tantas y tantas tardes.

Tengo el recuerdo de haber escuchado esa canción en la Barcelona de los incipientes 70 y soñaba con los ojos abiertos en los atardeceres rojos desde Montujuich, desde Castelldefels  o desde las arenas de Llansá de Mar y del Cabo de Creus cuando nos llevaban o de Arenys de Mar o Llafranc o Lloret cuando ya íbamos por nuestros propios medios. Y, por supuesto, en los de Mallorca, que sigo disfrutando.

Y ahí sigue nuestro mar y ahí seguimos nosotros; quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa.....

https://www.youtube.com/watch?v=HMM0PCYWobw 

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