lunes, 23 de abril de 2018

ITV

No entiendo mucho de perros. Bueno, empiezo a no entender mucho de nada, si es que alguna vez de algo mucho entendí y no lo digo por falsa modestia. Pero siempre se ha sabido que cuando se habla de la edad de los perros, para buscarle una cierta correspondencia con la edad de los seres humanos, hay que multiplicar los años del perro por seis o por siete, dependiendo de la raza, tamaño, etc. 

A los coches les pasa lo mismo. El mío, mi vetusto megane, acaba de cumplir los catorce años y la obligatoriedad de revisión  de ITV se convirtió en anual. Y claro, siempre le pueden encontrar algo; que si las ruedas, que si la amortiguación, que si la emisión de gases... Todo ello a pesar de haberlo cuidado;  como si pretendiera que fuera el último coche que deba tener en mi vida, porque si aplicamos una tabla de correspondencia, quedaríamos empatados.

Y yo... pues también tengo que empezar a pasar la ITV a mi cuerpo con periodicidad anual y me pongo en manos de unos especialistas que indefectiblemente podrían también encontrar o en el chasis o en el motor, alguna rueda, algún amortiguador o alguna luz de la matrícula. A pesar de que me he cuidado -y me cuido- sin privarme, no obstante,  de los buenos bocados y traguitos que se me han ofrecido.

Para ahuyentar los temores y malos presagios que puedan aparecer desde que introduzca el "vehículo" en la nave de inspección hasta que por la oficina facultativa correspondiente se emita el dictámen definitivo, me ausentaré mentalmente de los males y de sus ecos, trataré de seguir cruzando unas cuantas pelotas amarillas por encima de la red, lucharé para devolver todas las que me lleguen y atacaré cuando vea que llega el momento de atacar. Soy jugador de fondo y seguiré deslizando mis zapatillas por la tierra roja y corriendo mientras la pelota no llegue a botar dos veces y si es necesario, hasta la extenuación.

Y fuera de la pista, disfrutaré por seguir rodeado de mi familia y de mis mejores amigos, de mis buenos compañeros de camino, seguiré asomado a "mi Mediterráneo", me colgaré de mis oídos el viejo ipod y brindaré con un blanco fresquito por lo bueno que nos da la vida. Y por la virtud de saber jugar las cartas que vayan llegando, cuando lleguen. Sean las que sean. 

Viva la vida, aunque al final tengas que volver a pasar la itv porque no se encienden las luces de la matrícula trasera del viejo megane.




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