Ha sido un extraño invierno. Un clima inusual para quienes estamos acostumbrados a ambientes de un elevado porcentaje de humedad en el aire, sí, pero no tan lluvioso ni ventoso. De hecho, es el inicio de año en que más tardes me he quedado viendo la lluvia desde el ventanal de mi casa mientras que raquetero, raquetas y pelotas de tenis sesteaban plácidamente en el maletero del coche. Cuando ha dejado de llover ya estábamos en Semana Santa aunque al menos hemos logrado darnos el primer chapuzón en la playa y volver a la tierra batida. Punto, set, partido y eliminatoria.
Y seguramente tanta lluvia ha sido el factor causante de una mayor presencia de polen en el aire, según los alergólogos que ya se encuentran en plena campaña de sus particulares ciclogénesis explosivas de estornudos y rinitis. Las aceras y los coches han quedado cubiertos por un espeso manto amarillento y produce cierta grima imaginarse ese molesto polvo agarrado a nuestra garganta y a las fosas nasales.
Pasado el polen nos han llegado las primeras luvias de barro, tan molestas y desagradables a la vista como el velo amarillo que todo lo envuelve.
Vuelven a revolotear, bequerianas, las primeras golondrinas de la temporada y mi calle vuelve a ser, tras el alba, un vivo y alegre jolgorio de trinos y acrobacias.
Y también llueve barro, si vale la metáfora, en las pantallas de los digitales y de los informativos; de los móviles y de las tabletas: fugados, máster, justicia española, justicia alemana, euroorden, lazos y globos amarillos, rifirrafes reales ...
Escucho la radio como quien oye un rosario de fondo que se resiste a hablar de otras cosas. Hay mañanas que se hacen muy largas y cada día se repite la misma historia, la misma cronología de hechos. Empieza la semana con un fugaz repaso de la actualidad deportiva -lo único que cambia- y se nos borra la sonrisa cuando pasan a profundizarnos una actualidad que no aporta nada nuevo. Ya no es tedioso, empieza a ser odioso y quisiera borrar de mi mente ese elemento tóxico que va horadando día a día nuestra opinión sobre un asunto que no parece tener fin. Como si no hubiera enfermos, ancianos, desprotegidos, negocios, alumnos, niños, escuelas....tantas cosas en las que trabajar. Pues no, máster, fugas y rifirrafes. Ea!
Me tomo un respiro con mi trabajo, con la preparación de los primeros contratos generados a la luz de la nueva Ley y eso me tiene muy entretenido.
Apago la radio y dejo el rosario para los buenos feligreses que aguantan mejor que yo esa lluvia de barro. Pincho el spotify y le hago una petición. The Jam, Town called Malice. Un poco de nostalgia musical no hace daño. Sale el sol y tengo pista reservada para mañana.
https://www.youtube.com/watch?v=YfpRm-p7qlY
Pasado el polen nos han llegado las primeras luvias de barro, tan molestas y desagradables a la vista como el velo amarillo que todo lo envuelve.
Vuelven a revolotear, bequerianas, las primeras golondrinas de la temporada y mi calle vuelve a ser, tras el alba, un vivo y alegre jolgorio de trinos y acrobacias.
Y también llueve barro, si vale la metáfora, en las pantallas de los digitales y de los informativos; de los móviles y de las tabletas: fugados, máster, justicia española, justicia alemana, euroorden, lazos y globos amarillos, rifirrafes reales ...
Escucho la radio como quien oye un rosario de fondo que se resiste a hablar de otras cosas. Hay mañanas que se hacen muy largas y cada día se repite la misma historia, la misma cronología de hechos. Empieza la semana con un fugaz repaso de la actualidad deportiva -lo único que cambia- y se nos borra la sonrisa cuando pasan a profundizarnos una actualidad que no aporta nada nuevo. Ya no es tedioso, empieza a ser odioso y quisiera borrar de mi mente ese elemento tóxico que va horadando día a día nuestra opinión sobre un asunto que no parece tener fin. Como si no hubiera enfermos, ancianos, desprotegidos, negocios, alumnos, niños, escuelas....tantas cosas en las que trabajar. Pues no, máster, fugas y rifirrafes. Ea!
Me tomo un respiro con mi trabajo, con la preparación de los primeros contratos generados a la luz de la nueva Ley y eso me tiene muy entretenido.
Apago la radio y dejo el rosario para los buenos feligreses que aguantan mejor que yo esa lluvia de barro. Pincho el spotify y le hago una petición. The Jam, Town called Malice. Un poco de nostalgia musical no hace daño. Sale el sol y tengo pista reservada para mañana.
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