A los diez minutos de juego ya me dí cuenta de que iba a jugar un partidazo. Todos los balones que le llegaban los jugaba con su natural capacidad de gestión. Recoge melones y los convierte en diamantes mientras suena un cuarteto de violines. Y parece tan fácil lo que hace que a cualquiera de nosotros se nos ocurriría imitarle y tendríamos que darnos por satisfechos con no caernos. Él siempre asume la opción más arriesgada o la más sencilla lo que constituye la clave de su éxito porque ningún defensor va a imaginarse que así lo intente. Esconde el balón desde el momento en que lo recibe y comienza su juego malabar; lo envuelve con un pie, se lo pasa por detrás, se da la vuelta sobre sí mismo y cuando el defensa adivina el truco él ya ha colocado la pelota en los pies de su cómplice, otro tuercebotas como él que muy probablemente continuará la función
hasta que acabe el balón en el fondo de la portería. En un Madrid-Barça (el del 2-6, no quería decirlo) y en una zona clave para montar un ataque letal recibió el balón de espaldas a la portería contraria y tenía junto a él a dos rivales blancos. Lo más sencillo era devolver el pase hacia atrás. Él hizo lo que nadie sospechaba: paró suavemente el balón y ante el asombro de sus dos marcadores se limitó a girarse sobre sí mismo y emprender una veloz carrera hacia adelante. El gesto de los jugadores blancos alzando con desespero y frustración sus brazos lo decía todo.
Quizá porque he sido siempre un enfermo del fútbol o porque no tendría ese día impedimento alguno. En los orígenes del Canal +, en ese mes en el que los alevines casi rozan con los dedos las vacaciones estivales se celebraba el Torneo de fútbol de Brunete. El mentor era el periodista José Ramón de la Morena y yo por entonces me colgaba de su Larguero de la SER. Empezaban sus singladuras radiofónicas los Manolete, Lama, Paco González y un largo etcétera de profesionales de la comunicación deportiva que hacían muy amena la medianoche y el tránsito reposado de un día al siguiente.
hasta que acabe el balón en el fondo de la portería. En un Madrid-Barça (el del 2-6, no quería decirlo) y en una zona clave para montar un ataque letal recibió el balón de espaldas a la portería contraria y tenía junto a él a dos rivales blancos. Lo más sencillo era devolver el pase hacia atrás. Él hizo lo que nadie sospechaba: paró suavemente el balón y ante el asombro de sus dos marcadores se limitó a girarse sobre sí mismo y emprender una veloz carrera hacia adelante. El gesto de los jugadores blancos alzando con desespero y frustración sus brazos lo decía todo.
Quizá porque he sido siempre un enfermo del fútbol o porque no tendría ese día impedimento alguno. En los orígenes del Canal +, en ese mes en el que los alevines casi rozan con los dedos las vacaciones estivales se celebraba el Torneo de fútbol de Brunete. El mentor era el periodista José Ramón de la Morena y yo por entonces me colgaba de su Larguero de la SER. Empezaban sus singladuras radiofónicas los Manolete, Lama, Paco González y un largo etcétera de profesionales de la comunicación deportiva que hacían muy amena la medianoche y el tránsito reposado de un día al siguiente.
Solía ver los mini partidos de aquellos mequetrefes que se enganchaban a la pelota con el comprensible afán de sorprender y emular a las grandes figuras de sus clubes. Todos querían ser Rivaldo, De la Peña, Laudrup, Romario, Ronaldo, Michel, Schuster, Ronaldinho.... Pero lo que deseaban por encima de todo era el balón. Ganaban unos y perdían y lloraban desconsoladamente otros. Ni una mala patada, ni un mal gesto. Digno de servir de ejemplo para muchos de los mayores a los cuales idolatraban.
Por encima de la mayoría de aquellos chavales, ya destacaban algunos y ese es el caso de Andrés Iniesta.
Pasaron los años y aquel chavalito de baja estatura pero de talento estelar recaló en el Barça y tuvo que ser el inefable Van Gaal quien le diera la primera ocasión de brillar en un Mallorca-Barça, creo.
Una carrera marcada por su talento y discreción que le han llevado a ser considerado como uno de los más grandes futbolistas de una generación que nos ha hecho disfrutar, muy orgullosamente, de un campeonato mundial y dos europeos. Ha sido aplaudido y reconocido en todos los campos de fútbol y eso, por la camiseta de su club y en los momentos más difíciles tiene doble mérito.
Un mago anda suelto pero el reloj biológico lo aleja poco a poco de los campos de fútbol. Se fueron Puyol y Xavi. Ahora se va Iniesta. Nos queda Messi. Cuando se vaya este último, me temo que me va a costar cada vez más que, por este club que llevo siguiendo desde hace medio siglo, me pierda una buena cena o una buena película.
Gracias Mago.
Una carrera marcada por su talento y discreción que le han llevado a ser considerado como uno de los más grandes futbolistas de una generación que nos ha hecho disfrutar, muy orgullosamente, de un campeonato mundial y dos europeos. Ha sido aplaudido y reconocido en todos los campos de fútbol y eso, por la camiseta de su club y en los momentos más difíciles tiene doble mérito.
Un mago anda suelto pero el reloj biológico lo aleja poco a poco de los campos de fútbol. Se fueron Puyol y Xavi. Ahora se va Iniesta. Nos queda Messi. Cuando se vaya este último, me temo que me va a costar cada vez más que, por este club que llevo siguiendo desde hace medio siglo, me pierda una buena cena o una buena película.
Gracias Mago.