Ya ves, apenas han
transcurrido unos pocos meses desde que anduve por tus tierras y por tus mares,
por tus caminos y por tus cocinas y ya te echo de menos. Ha bastado que unas
cuantas manos criminales hirieran tu piel y tus huesos para que mi mirada
volviera a volcarse sobre tu mapa y creo que debo verte...tenemos que hablar.
He cerrado mis ojos y me he vuelto a encontrar en un tupido bosque de castaños o de eucaliptos (esto es lo que hay) y me he sentido arrullado por la brisa que, ululando, juguetea entre ellos y me ha acariciado el vaivén de los frondosos matorrales de helechos que los rodean y que llegan hasta la playa para que los bañe el Atlántico.
He vuelto a soñar con esos atardeceres dorados envueltos en aroma de camelias y me he dejado llevar entre las viñas del Salnés y, siguiendo la ruta de la piedra y el agua, he llegado hasta el Monasterio de Armenteira.
Me he asomado con vértigo a tus acantilados y, siguiendo con la mirada el frondoso manto verde que casi se sumerje en el agua, se me ha cortado la respiración al mirar hacia las olas que rompen violentamente allá abajo y que junto con el viento, llevan miles de años esculpiendo tu perfil.
He vuelto a soñar con esos atardeceres dorados envueltos en aroma de camelias y me he dejado llevar entre las viñas del Salnés y, siguiendo la ruta de la piedra y el agua, he llegado hasta el Monasterio de Armenteira.
Me he asomado con vértigo a tus acantilados y, siguiendo con la mirada el frondoso manto verde que casi se sumerje en el agua, se me ha cortado la respiración al mirar hacia las olas que rompen violentamente allá abajo y que junto con el viento, llevan miles de años esculpiendo tu perfil.
He sentido la necesidad de volver a cualquiera de tus carreteras comarcales, estrechas, perfiladas en sus cunetas por hermosas hortensias y toparme de frente con la rústica estampa de un paisano que guía su buey a los pastos, con las botas de agua y la boina calada, con un cigarro entre sus labios. Advierto la tristeza en su mirada y un brillo en los ojos por ver la tierra quemada y el bosque abrasado por una mano asesina.
Quisiera creer, aunque me cuesta, que las lágrimas de quienes han perdido todo fueran capaces de remover la conciencia de los autores intelectuales y materiales de este crimen, pero desisto enseguida; no puede haber un ser humano con conciencia que pueda cometer esta barbaridad y además sentirse orgulloso por su hazaña cobarde.
Quisiera creer, aunque me cuesta, que las lágrimas de quienes han perdido todo fueran capaces de remover la conciencia de los autores intelectuales y materiales de este crimen, pero desisto enseguida; no puede haber un ser humano con conciencia que pueda cometer esta barbaridad y además sentirse orgulloso por su hazaña cobarde.
No puedo entender qué sentido encuentran al ensañarse contra este gran bosque verde que tan generosamente nos proporciona a muchos y a los más lejanos pueblos, muchos más que los que caben en su propia tierra, la calidad del aire que respiramos y de la vida con que nos alimentan esos bosques, sus pastos, sus mares...
Desde hace un tiempo existe una importante campaña de promoción turística de Galicia. Sé que las actuales condiciones de explotación hotelera y, en parte, sus particulares características climatológicas alejan el riesgo de convertirse en un destino de turismo de masas. En este sentido me siento tranquilo, aunque eso pueda repercutir negativamente en su despegue económico, porque por nada del mundo quisiera que ese consumo masivo de sus recursos naturales que son sencillamente espectaculares, puedan provocar el deterioro de su propia esencia. Y no lo digo solamente por su gastronomía, que también, sino por sus litorales casi vírgenes de explotaciones turísticas indeseables, por sus bosques silenciosos y mágicos, por sus abruptos acantilados y por sus gentes sencillas, amables, generosas.
Galicia, amémonos....tenemos que vernos, tenemos que hablar.
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