El programa del sábado se desarrolló tal y como yo lo había diseñado el día anterior. Con la buena compañía del libro de mi amigo Nono, Los duendes de los Balcanes, me entregué en cuerpo y alma al tibio homenaje que el sol y mi Mediterráneo quisieran tributarme. A estas alturas de octubre, el sol es un suave masaje que permite recargar baterías sin agobios ni calores y luego, el mar, cuya temperatura empieza a ser consecuente con la época del año, reactiva los ánimos (sí, en plural) y las turbulencias temperamentales a los que nos somete la rabiosa actualidad.
Después de comer en familia un excelente acontecimiento tenístico. Se ha disputado este fin de semana en Palma una nueva edición -y ya van tres- del Legends Cup ATP Champions Tour que reúne a tenistas veteranos que hayan ganado al menos una vez algún torneo ATP. Es una buena oportunidad para ver en directo y a escasos metros, a algunos de los mejores tenistas de las últimas décadas y que, apartados ya del circuito profesional por cuestión de edad, siguen conservando forma y condición como para garantizar un divertido y sorprendente espectáculo. Moyá, Corretja, Henman, Philippoussis, Leconte, Wilander, Enqvist y González.
Para acabar de redondear el fin de semana - ya en la mañana del sábado hubo un anticipo en Palma y en todas las capitales de provincia de España- la multitudinaria manifestación de Barcelona. Se equivocan quienes, con gafas oscuras o mirando hacia otro lado y haciendo mucho ruido para evitar oír lo que está sonando, niegan la realidad de algo que nunca antes se había visto. Seguí atentamente la retransmisión a través de la televisión. El morbo me llevó a zappear y poder comprobar la actitud de algunos medios que hicieron su particular seguimiento de la manifestación. Nada me sorprendió. Los medios públicos catalanes, su televisión, como si se tratase de un acto menor, clandestino, ilegal e implicando falsamente a viejos sentimientos de una antigua España que ya no está, identificaban esa manifestación con etiquetas interesadas. Falso. Nada anormal, nada anticonstitucional, nada ilegal, nada irrespetuoso con el clima de convivencia pacífica. Una demostración, impecable en la forma, de existencia y de presencia de miles, millones de ciudadanos a los que no debe ignorarse.
Por primera vez unidas, reconocidas y jaleadas en el mismo acto España y Cataluña; la Cataluña española, claro está, la de la senyera, denostada y maltratada por quienes fieramente insultan y provocan -prentenden- una ruptura social que no debería darse. De ellos depende.
Los buenos catalanes, que son muchos más de los que nos imaginamos, han podido salir a la calle y sentirse orgullosos de su tierra y de sus banderas catalana y española y han sido acompañados por los buenos españoles que aman también a Cataluña como parte de nuestro territorio.
Ha sido muy satisfactorio que el "Visca Cataluña" sonara ayer en las calles de Barcelona en un entorno íntegramente español. Era eso lo que se necesitaba para quitar el miedo -sí, el miedo- a mucha gente que vive cada día bajo la presión de no poder manifestarse como es y como piensa y que no son partidarios de un independentismo que puede arruinar a esta preciosa y generosa tierra.
Impecables discursos de Vargas Llosa y de Borrell; lejos, supongo, de la sospecha de ser identificados y etiquetados con rancias filiaciones políticas con las que suelen insultar los independentistas.
¿Así te parece bien? Pues eso.
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