El Barça ya no arrasa. Algunos de sus jugadores se enfurecen y la masa culé se desespera. Apuntan a la consabida conspiración judeo-masónica-arbitral y se equivocan, creo. Deberían buscar el motivo en sus propios errores, el fondo del problema. Ya no juegan como solían, ni marcan tantos goles con facilidad, ni deslumbra su juego y han perdido eficacia. Su centro de campo se ha poblado de jugadores sospechosos e incapaces de acreditar un mínimo de calidad que sirva para sumar y no que reste. Su sistema es previsible y cualquier entrenador de segunda línea le sube el autobús a la acera y haber como llegas al portal. Solo una genialidad de Messi o de Iniesta puede desequilibrar.
Los resultados vienen a demostrar que se ficha muy mal. Y si hace unos años su cantera era el objeto del deseo de los grandes de Europa, ahora a duras penas mantiene su segundo equipo en liga nacional. Algo estarán haciendo mal.
Los tiempos y las glorias pasan y en lugar de lamentarse y lloriquear como los malos alumnos que no estudian y que echan la culpa a los profesores hay que seguir trabajando, para seguir creyendo, para seguir construyendo y para generar nuevas ilusiones, nuevos modelos. Hay que aprender de los propios errores y fallos y lo más saludable e higienizante es, primero reconocerlos y después corregirlos.
Los resultados vienen a demostrar que se ficha muy mal. Y si hace unos años su cantera era el objeto del deseo de los grandes de Europa, ahora a duras penas mantiene su segundo equipo en liga nacional. Algo estarán haciendo mal.
Los tiempos y las glorias pasan y en lugar de lamentarse y lloriquear como los malos alumnos que no estudian y que echan la culpa a los profesores hay que seguir trabajando, para seguir creyendo, para seguir construyendo y para generar nuevas ilusiones, nuevos modelos. Hay que aprender de los propios errores y fallos y lo más saludable e higienizante es, primero reconocerlos y después corregirlos.
La vida de un futbolista lleva señalada una fecha de caducidad, variable según el caso, pero poco más allá de los treinta y dos, treinta y tres años, las rodillas, los tobillos y la musculación, en general, comienzan a acusar el elevado nivel de exigencia. Eso si las lesiones no han mermado ya sus condiciones físicas. Messi, Iniesta, Busquets, Piqué y alguno más, ya están aproximándose a esa edad o superándola. Hasta donde no llegan los buenos resultados y el triunfo, no debería proyectarse la queja.
Tendrán que asumir que, quizá, otros lo están haciendo mejor. O tienen más suerte, o más flores, ramos de flores. Ya marchitarán; no serán para siempre. Tampoco es necesario plegarse ante el credo común ni extasiarse con aquello que no resulta agradable a la vista. No hace falta prestar atención a las secciones de deportes de los infumables un tal Sánchez (a3) y otro cual Alcalá (Cope) -hoy, ambos, de blue monday, supongo- y su cansina y perpetua veneración a lo blanco. El merengue empalaga. Mucho, salvo los embatumats de la vieja y tristemente transformada Casa Frasquet de Palma. Resulta ciertamente nauseabundo el baboseo de esos periodistas, que parecen sufrir desvanecimientos y vahídos cada vez que el pavo se tira una pedorreta y cuesta digerir la imagen de este tipo en calzoncillos o junto a un coche de lujo a estrenar y presumiendo constantemente de la belleza de su plumaje. Engordará hasta reventar, lo veremos. Hay que dejar que ahora disfruten otros, pero sin quejarse de los árbitros, pese a sus errores claros, flagrantes e inaceptables. Pero que no sirvan, en ningún caso, para desempolvar el histórico victimismo de aquellos lejanos años en los que no se ganaban ni copas ni gloria.
El victimismo de algunos de los jugadores del Barça contrasta, pese a circular paralelamente, con el papanatismo de una buena parte -la mayoría, diría yo- de los políticos catalanes, convencidos de ser aúreos representantes de una nación superior -the best- y ávidos de aprovechar cualquier tipo de evento, ya sea social o deportivo o una simple tradición infantil y familiar como es una cabalgata de los reyes magos, para expresar sus anhelos independentistas. Lamentable.
Creo que es, básicamente, una cuestión de educación, es decir, de mala educación. Entre el victimismo de los futbolistas y el papanatismo de la mayoría de sus políticos, debe existir un punto medio, encarnado por esa que era una de las virtudes genéticas, centenarias, de los catalanes; su famoso seny. Si eso se pierde, a ver quién lo recupera. Negro lo veo estoy viendo.
El victimismo de algunos de los jugadores del Barça contrasta, pese a circular paralelamente, con el papanatismo de una buena parte -la mayoría, diría yo- de los políticos catalanes, convencidos de ser aúreos representantes de una nación superior -the best- y ávidos de aprovechar cualquier tipo de evento, ya sea social o deportivo o una simple tradición infantil y familiar como es una cabalgata de los reyes magos, para expresar sus anhelos independentistas. Lamentable.
Creo que es, básicamente, una cuestión de educación, es decir, de mala educación. Entre el victimismo de los futbolistas y el papanatismo de la mayoría de sus políticos, debe existir un punto medio, encarnado por esa que era una de las virtudes genéticas, centenarias, de los catalanes; su famoso seny. Si eso se pierde, a ver quién lo recupera. Negro lo veo estoy viendo.
El controvertido fanalet estelat |
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