lunes, 28 de noviembre de 2016

Una semana en el recreo


Sigo gestionando pésimamente mal mis días libres, vacaciones y descansos. En consecuencia y tal vez este año sí que está justificado, se me presenta el mes de diciembre y me queda un montón de días para poder ausentarme -legítimamente- de mi puesto de combate.

Las temperaturas y las condiciones climáticas de Mallorca funcionan como un corazón arrítmico y se alternan días de cierto fresco y lluvia con jornadas de altas temperaturas y cielo azul. Por esa razón, combinando clima y tiempo libre, me he acercado al rincón preferido de mi recreo particular, mi playa. 

Ya han retirado todas las sombrillas y los temporales de principio de mes han empezado a redefinir la orilla y el resto de la playa, proporcionándole un aspecto entre triste y natural. Una espesa marea de algas se extiende sobre la arena y oscurece los primeros metros del fondo. El mar, cuando empuja, lo hace con frenética violencia y ha levantado alguna de las enormes planchas de hormigón contra las que choca el intenso oleaje. Eso ya ha pasado otros años y cuando llegue el verano próximo nos adaptaremos a la nueva fisonomía.  Hoy reina una apacible calma y me regalo un fantástico chapuzón. No es una exageración. Estoy literalmente solo en el paraíso.




Antes de abandonar la playa, como podría ser la penúltima visita en no se sabe cuánto tiempo, una foto a contraluz y una visión de este pequeño resort alejado en estos días, del jolgorio habitual de otras fechas. Me despide con su uniforme de invierno. Está refrescando y anuncian temporales. Es lo propio de la fecha pero constituye una excelente terapia el baño y la contemplación de este paisaje, más aún cuando se embravece la mar y arrecia el viento. Veremos.

Regreso a casa y caen las primeras gotas de fina lluvia. Bajan las temperaturas y el resto de la semana no he podido acercarme a ese recreo. Parece que, esta vez va en serio, el invierno viene a instalarse. 

Echo cuentas y constato que ya hace tres años que abrí este blog, a mi regreso de la misión afgana. Ciento sesenta y cinco entradas y más de quince mil visitas. Me siento orgulloso y satisfecho. No es vanidad. La vanidad, en todo caso, como la ropa interior: no se debe exhibir y a ser posible, para disfrutar en la intimidad. (Y la justa)

lunes, 21 de noviembre de 2016

Suzanne

Un perro -probablemente un cachorro- ha ladrado durante toda la noche. Y aún así, duermo. A pesar de que las temperaturas ya recomiendan mantener la ventana cerrada, se escucha con absoluta claridad. Eso y los pasos -con tacones- y arrastrando un trolley de la que, a buen seguro, es una tripulante de cabina de vuelo.  La vecina.

Un motorino, antes de las seis de la madrugada, pasa con todo el estruendo por el callejón de detrás. Se detiene y se queda, en medio del silencio reinante -excepto el perrito-,  con el motor en marcha. Se escucha la patada contra el caballete y al cabo de un rato, nuevo acelerón y al girar, al final de la calle, su sonido se diluye lentamente mezclándose como un rumor con los ladridos del perrito.  El repartidor del periódicos. 

Vuelve el silencio y logro escuchar mi propia respiración. Me agobio. Y siguen los ladridos del incansable cachorrito.

La noche anterior debí dormirme antes de las doce, justo cuando el locutor de la radio anunciaba una primicia relativa al contrato de Messi. El periodista.

No resistí y perdí el conocimiento. Estoy fresco. He dormido, a pesar de todo, mis seis horitas y me cuelgo el pinganillo del auricular de la oreja izquierda. Murió Cohen y suena Suzanne y envuelve mi dormitorio con un pesaroso aroma de melancolía y, joder, ¿no será demasiado temprano como para dejarse llevar por la tristeza de este señor que tanto se parecía físicamentea a mi abuelo paterno? El cantante.

Un perro, una azafata, un repartidor de prensa, un locutor de radio, un cantante, Messi y yo. Sin quererlo somos capaces de compartir unos breves instantes y todavía no son ni las seis de la mañana. Qué paz!, pero sigue el perrito ladrando y yo me doy un tiempecito antes de despegar el edredón de mi cuerpo y de echar los pies a tierra firme, donde ya no habitan ni los sueños ni el insomnio.

Y pasa lo que tiene que pasar. El duermevela. Ese instante impagable en el que recaemos en tan solo uno de los brazos  de Morfeo como si lo hiciéromos sobre un pellizco de algodón. Leve pero reparador.

Leonard Cohen ha desenfundado su guitarra y rasguñea sobre ella unos leves acordes. Se incorpora sobre su asiento hacia adelante y nos mira con amable sonrisa. Recita -repito yo en el desván de mi memoria ram- su discurso en el momento de recoger su Príncipe de Asturias 2011. Sencillamente colosal y muy emotivo. Ahora, más.

La azafata, elegante y perfectamente maquillada, desde mucho antes del briefing matutino pasa un primer servicio a bordo. Té con virutas de naranja. Suzanne feeds you tea and oranges..... La miro. Me mira. Sonríe. No me atrevo a mantener la mirada y vuelvo a las manos de Cohen sobre su guitarra.

Leo el períodico: La ¿Honorable? calla sobre el palacete. Debe ir con el cargo, Presidente se escribe con "P" de Palacete. Aparece un Banco (ya no lo es) y demás parientes. Quien calla, otorga, dicen. En la Plaza de los patines llueve y solo unos niños juegan a hockey en linea y unos adultos toman gintónicos en un Bar. No pasa nada más. Nada. De nada.


Suzanne takes you down to her place by the river
you can hear the boats go by, you can spend the night forever
and you know that she's half crazy and that's why you want to be there
and she feeds you tea and oranges that came all the way from china
and just when you want to tell her that you have no love to give her
she gets you on her wavelength and she lets the river answer
that you've always been her lover...



Preferiría seguir soñando, mientras pudiera seguir escuchando a Cohen porque la realidad es mucho más cruda. Se cuelan banderas y gestos inapropiados y no pasa nada. Y el hijo como su padre...."frente a quienes practican la intolerancia..."

Tampoco eso me lo han contado.

Me fijé en la tripulante de cabina y al final unos imbéciles arrancaron las alas de los aviones y quedaron aparcados bajo la lluvia en una triste plataforma del aeropuerto de BCN. Yo ya le había devuelto la sonrisa y  de ella sigo enamorado. Se esfuma Cohen - jamás su música-. Messi seguirá marcando goles. El repartidor de periódicos volverá mañana con otro titular: la Honorable, calla. Solo unos niños juegan a hockey en la plaza de los patines. Nada más.








lunes, 14 de noviembre de 2016

¡Tengan cuidado ahí dentro!

Como cada mañana el viejo utilitario traquetea sobre el irregular pavimento de adoquines. Todavía en penumbra por la escasa luz del incipiente amanecer, la pequeña plaza soporta un leve tránsito de peatones -la mayor parte de ellos funcionarios- . Como siniestras enredaderas metálicas, los andamios siguen trepando por las fachadas de sus edificios. En el centro, un olivo milenario que luce con elegante esplendor. Contrapunto. La lluvia cumple su papel y coloca la guinda en la escena. ¡La que está cayendo!

El coche se detiene junto a la relojería y se  apagan sus luces. En su interior, las siluetas de dos personas en lo que parece una parada habitual, una charla de café exprés sin taza, sin azúcar, sin cucharilla. Sin café. Solo palabras y alguna risa contenida. No están los tiempos para hacer mucho ruido.

En el asiento de atrás, la advertencia de un veterano sargento de los blues de Hill Street, Sgt. Phil Esterhause. Pasa lista a las 7:30 mientras en la radio recita su retrato de la jornada Luis del Val. Michael Conrad con su camisa impecablemente planchada, sisea suavemente varias veces para llamar su atención. Levanta su indice y con toda la severa parsimonia y gravedad, impuesto el silencio, sugiere:

- Let´s be careful in there.

Al instante. como un azucarillo en ese café caliente, se desvanece su figura del retrovisor. Los ocupantes del coche estrechan sus manos y, con el último chascarrillo, se despiden.
-Ya te diré cosas!

La imagen de todos los días se identificaría fácilmente con un emoticono  que representara el vuelo de una toga. ¿Para cuándo? Ya están tardando los más ingeniosos. Es agobiante, o lo parece. Y preocupante, apostillaría.  Los papeles se detienen y el flujo de wpp,s y sm,s pierde caudal. La administración local está herida y sigue subiendo la fiebre. Es más sonora la alarma que la certeza y gravedad de los hechos; mayor el destello de los flashes -ávidos de retratar celebridades políticas entrando en coches caminito del juzgado- que la probabilidad de cobrar una pieza de caza mayor. El tiempo dirá. ¿justicia asimétrica?, es decir, ¿justicia?

En todas las casas cuecen habas. El pisito de Alcobendas no parece ser un hecho aislado. Hay más pisitos y también en Mallorca. A la que se sacan las uñas -entre ellos- y se disputan su poder, salen trapitos (y pisitos) y vomitan sus miserias, que al parecer tambien, como las meigas, haberlas, haylas.  El orondo violonchelo parece estar también apolillado y el violonchelista que lo maneja no parece ser tan virtuoso. Se acusan de hacer lo que no dicen y de decir lo que no hacen. Y apenas han tocado pelo...

Solo por lo mucho que ha irritado a algunos ya estoy disfrutando de lo lindo con la victoria de Trump.  ¿No querían populismo, no son partidarios de la expresión libre, del pulso de la calle, de la reacción de los descontentos? O acaso exclusivamente de lo que sugiere  su ombligo?



 Dance me to your beauty with a burning violin
dance me through the panic till i'm gathered safely in
touch me with your naked hand or touch me with your glove
dance me to the end of love
dance me to the end of love
dance me to the end of love


lunes, 7 de noviembre de 2016

Qué suerte!

Se lo escuché por primera vez a mi amigo y compañero de misión Fran (echo de menos tu blog, bribón) y lo repetía el bueno de Mario: "Qué suerte ser Perez-Reverte". 

Si yo manifestara que Arturo Pérez-Reverte tiene una prosa excelente y que escribe muy bien lo haría colorado como un tomate, o pasaría por un perfecto imbécil. ¿Quién soy yo, más que modesto lector, para hablar bien o mal de un prestigioso escritor? ¿Qué valor tiene mi criterio? piltrafilla de mi, ¡oh infelice!

Decían aquello porque, coincidiremos, como si perteneciera él a un grupo de seres superiores, no se apea de la permanente descalificación de todo ser humano que le rodea, especialmente si es español, a pesar de que no disimula su patriotismo y su orgullo por nuestro glorioso pasado.

Manifiesta en una entrevista en la Cope: "Los Españoles somos tan incultos que necesitamos poner etiquetas. Una de ellas, referida a la guerra civil española, es que fue una guerra de buenos y malos. Los del bando de los nacionales eran malos y los del bando republicano eran buenos. Eso es mentira. Había en los dos bandos hijos de la gran puta, asesinos, canallas y gente noble, idealista; en los dos bandos hubo gente que murió luchando heroicamente en ambas trincheras. La guerra fue un disparate en que los españoles se vieron envueltos"

La gran suerte de Pérez-Reverte es poder decir y escribir cosas como esta sin que ni le linchen públicamente ni le monten un escrache, o sea. He empezado a leer su última novela Falcó, todavía humeante del horno,  deliciosamente ambientada en aquella guerra civil española y ya en las primeras hojas se identifica fácilmente la inquina de aquellos primeros años de contienda con los sentimientos de algunos personajes ante la  situación política actual. 

Llevamos muchos años de transición permanente, (Luis del Val) pero la mayoría ni siquiera hemos heredado -sencillamente porque no existió nunca-  odio alguno de nuestros padres y abuelos, hacia lo hijos y nietos, descendientes todos, del otro bando. Ese es mi caso y probablemente, como dice Reverte, todos tenemos motivos de dolor por uno u otro bando en el que pillaran a alguno de nuestros progenitores o familiares. No obstante, cada día y en algunos casos hasta el hartazgo, asistimos atónitos a nauseabundas muestras de un odio rancio, extemporáneo, de gente que no parece tener nada más constructivo ni interesante que hacer que verter su mala bilis -que es mucha- sobre personas que ni vivieron la guerra, ni la posguerra, ni se identifican con ninguno de los bandos, ni se beneficiaron jamás de privilegio alguno. Asaltan iglesias con las tetas pintarrajeadas y claman por hacer con sus vaginas los que les salga de ellas, insultando a inofensivos fieles de creencias muy alejadas de sus excesos violentos, que no dudarían en poner la otra mejilla. A ver si demuestran ese arrojo y valentía para meterse en una mezquita y son capaces de vociferar ahí sus repugnantes soflamas.

Respetemos la memoria histórica, pero respetémosla todos y respetemos nuestras creencias. Todas.

Leo con avidez este relato de Perez-Reverte y me dejo llevar por la imaginación, subiéndome a un tren de larga distancia de una época no vivida pero sí contada -sin odio- y leída sin tanto exceso de pasión fingida como hacen otros. Siento el traqueteo;  cruje la madera del suelo y de los asientos y creo ver al fondo del vagón un tipo de rostro siniestro, con sombrero, fumando un "ideales". Ese vagón, ese tren que me llevó durante años desde Barcelona hasta el apeadero de San Juan, un poquito más allá de San Cugat del Vallés, cada mañana de cada curso escolar.

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...