Sigo gestionando pésimamente mal mis días libres, vacaciones y descansos. En consecuencia y tal vez este año sí que está justificado, se me presenta el mes de diciembre y me queda un montón de días para poder ausentarme -legítimamente- de mi puesto de combate.
Las temperaturas y las condiciones climáticas de Mallorca funcionan como un corazón arrítmico y se alternan días de cierto fresco y lluvia con jornadas de altas temperaturas y cielo azul. Por esa razón, combinando clima y tiempo libre, me he acercado al rincón preferido de mi recreo particular, mi playa.
Ya han retirado todas las sombrillas y los temporales de principio de mes han empezado a redefinir la orilla y el resto de la playa, proporcionándole un aspecto entre triste y natural. Una espesa marea de algas se extiende sobre la arena y oscurece los primeros metros del fondo. El mar, cuando empuja, lo hace con frenética violencia y ha levantado alguna de las enormes planchas de hormigón contra las que choca el intenso oleaje. Eso ya ha pasado otros años y cuando llegue el verano próximo nos adaptaremos a la nueva fisonomía. Hoy reina una apacible calma y me regalo un fantástico chapuzón. No es una exageración. Estoy literalmente solo en el paraíso.
Antes de abandonar la playa, como podría ser la penúltima visita en no se sabe cuánto tiempo, una foto a contraluz y una visión de este pequeño resort alejado en estos días, del jolgorio habitual de otras fechas. Me despide con su uniforme de invierno. Está refrescando y anuncian temporales. Es lo propio de la fecha pero constituye una excelente terapia el baño y la contemplación de este paisaje, más aún cuando se embravece la mar y arrecia el viento. Veremos.
Regreso a casa y caen las primeras gotas de fina lluvia. Bajan las temperaturas y el resto de la semana no he podido acercarme a ese recreo. Parece que, esta vez va en serio, el invierno viene a instalarse.
Echo cuentas y constato que ya hace tres años que abrí este blog, a mi regreso de la misión afgana. Ciento sesenta y cinco entradas y más de quince mil visitas. Me siento orgulloso y satisfecho. No es vanidad. La vanidad, en todo caso, como la ropa interior: no se debe exhibir y a ser posible, para disfrutar en la intimidad. (Y la justa)
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