Jueves 7:30 de la
mañana. Se apagan a mi paso las farolas de la calle Caro y, ese día sin pasajeros,
enfilo Jaime III y bajo por el Passeig des Born. Hay un luminoso cajero
amarillo. El resto de la acera permanece oscuro. Ya sabes; cada mañana es
más de noche. Aparco el coche para darme un tirón a la cuenta. Siempre
-cada día- hay cosas que pagar y los azules de veinte vuelan mejor que las tórtolas en Palma.
Ejecuto la extracción y me giro hacia atrás porque oigo pasos a mi espalda. Del
interior de la sucursal bancaria sale un pequeño cuerpo, una silueta que
arrastra una ligera cojera. Se dirige a uno de los anchos plátanos, apoyando su espalda contra él, se agacha
y utiliza el alcorque para plantar su muñeco matutino, criaturilla. La
oscuridad de la mañana le permite obrar libremente. Por esa acera -estamos todavía
en temporada turística alta- deben transitar varias decenas de miles de
viandantes durante todo el día.
Con mi tarjeta y
mi dinero en la cartera, como lanzadera de vuelo de los billetes azules, regreso
a mi vehículo y me voy al trabajo.
La prensa digital
proporciona múltiples delicias informativas a lo largo del día. Leo entre
titulares: "El tren de vida de Bárcenas: dos millones de sueldo del
PP y 61.700€ al año de gastos fijos." A continuación pasa a
desglosar, año a año, de 2002 al 2013, todos sus ingresos y su plácido pasar:
copas, viajes, comidas, palcos, apartamentos en Málaga, Viella....a todo trapo.
Recientemente
había solicitado a la Audiencia Nacional que le liberase determinadas
cantidades de dinero para atender a unos gastos "indispensables".
Años atrás había llegado a gastarse 520 euros en vinos. Suele llegar a la
Audiencia con su impecable traje gris o azul marino y su aire entre chulesco y
prepotente. Ya me lo imagino con el traje a rayas de los hermanos Dalton.
El paso por la
cárcel ablanda. Lo hemos visto recientemente en Palma de Mallorca. La que fuera
la política más influyente en Baleares durante los últimos veinte años ha
comparecido estos días en la Audiencia Provincial. Su testimonio y su aspecto
son realmente escalofriantes. El hilo de voz y sus sollozos, aunque fueran
exageradamente forzados, dan prueba de su asolamiento personal. Ha pedido
clemencia antes que perdón y antes de dar cumplida respuesta a cuanto le
preguntaron sobre sus actuaciones y sobre la procedencia de su fortuna y la justificación de sus
ingresos. Calló entonces cuando era de común conocimiento de todos los
ciudadanos el hedor que emanaba del turbio manejo de los hilos de su gestión. En
nada nos recuerda ahora a su pasada figura, a sus vestidos y a sus bolsos, a sus modelitos
de marca, a sus viajes a Madrid para ponérselo todo encima, ni a sus paseos por
Serrano -yo la he visto, nadie me lo ha contado-, etc.
El tono y la voz de su testimonio puede que remuevan nuestra conciencia porque a muchos de nosotros algo nos enseñaron y algo debimos aprender del significado de la misericordia. También se ha referido a ella nuestro Papa Paco (Audiencia Jubilar del 30 de abril). Nada más que decir.
Intentaremos
ser misericordiosos pero no olvidemos que su ruina moral, social, personal y económica está motivada por su propia conducta y todavía es fácil sentir, a pesar de su dolor, más vergüenza que misericordia cuando recordamos su entrada "triunfal", entre cínica y arrogante, en las primeras vistas en
la Audiencia al inicio del proceso, repartiendo y soplando con sorna, besos a los ciudadanos que se
amontonaban para abuchearla. ¿Dónde están ahora sus palmeros?
Al final veo más dignidad en el indigente del Passeig des Born, con su paseillo diario al alcorque, que en está chusma de trajes de alpaca y su vida a todo trapo. Que paguen los "pringaos", debieron pensar.
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