Quería enseñar mi dedo, corazón, pero al final necesitaré los índices y pulgares de ambas manos. Los de la mano izquierda para taparme la nariz y los de la mano derecha para sujetar un sobre y volver a depositar mi voto en una triste y fría urna que, gracias a la democracia y sin distinciones, está visto que admite to-do.
Después de un interminable e insufrible período de tortura emocional y psicológica volvemos a la campaña electoral oficial, aunque bien mirado, poco tiene que decir ningún ¿líder? político a lo ya expuesto sobre sus pretensiones y planteamientos de gobierno a lo largo de los últimos cinco meses.
Unos, por su dontancredismo -vaya cuajo- a pesar de la recia lluvia y múltiples chubascos judiciales con los que nos ha salpicado la actualidad desde mucho antes del 20D. Otros, por su ansia viva y su ánimo de gobernar a cualquier precio, a la carta de cualesquiera socios de viaje y sin importarle un higo -compañeros y compañeras, yo solo os pido- si lo que estos exigían para dar su conformidad era o no factible, lícito, legítimo o moral y en cualquier caso conveniente para la ciudadanía.
Por cierto, vaya gatillazo el de aquellos que presumían de entender muy claramente la voluntad de los españoles, interpretando los resultados de las pasadas elecciones. Pitonisos.
Del resto de aspirantes prefiero mantener un prudente silencio, pero me obliga a una seria reflexión. Tal vez sea que no nos merecemos otra cosa y que nos falta mucho, como sociedad, para alcanzar un óptimo grado de madurez democrática. Si después de cuarenta años -digamos desde 1976- volvemos a cuestionarnos quienes somos, de dónde venimos y en qué bando luchó papá, es que no hemos aprendido absolutamente nada y volveremos a examinarnos en septiembre sin garantía alguna de pasar de curso.
Así que, puestos a seguir perdiendo -suspendiendo- prefiero taparme la nariz y defenderme de quienes, desde dentro, atacan al sistema -amparándose en él a su conveniencia- y escupen a nuestra bandera, a nuestros derechos y nuestras libertades, mofándose impunemente (¿Justicia?) de las creencias religiosas que imponen a sus fieles poner la otra mejilla. Yo ya no estoy dispuesto a ponerla, asi es que...
Veo la llegada del presidente Putin a la zona de recepción del ganador del Gran Premio de Fórmula 1 celebrado en Sochi y acompañado de un numeroso séquito de seguridad, protocolo, organización etc... A ver, está claro, en vaqueros y descamisados no van. Es curioso, parece que mantienen las formas y las mínimas normas de conducta que parecen haber olvidado aquellos que creen que para pisar moquetas y alfombras reales vale cualquier pantalón deshilachado o camisa descolorida e incluso llegar tarde. Luego se vestirán de mago o de camarero de casino para asisitir a la boda de su prima y lo más probable es que su código ético no les recomiende prescindir de sus calcetines blancos de Decathlon. Son así.
Felicitémosla
A Carolina Marín por su nueva victoria en el Campeonato de Europa de Badminton. Si felicitamos a Rafa Nadal no podemos olvidarnos de esta magnífica deportista, doble campeona mundial y doble campeona europea. Buen ejemplo para motivar a los/las más jóvenes cuando se abandonan al indolente tecleteo con el móvil y el selfie con los morritos apretados. Y excelente momento para ver izar la bandera de España mientras sonaba nuestro himno, aunque fuera en versión turbojet. Enhorabuena!
Por cierto, vaya gatillazo el de aquellos que presumían de entender muy claramente la voluntad de los españoles, interpretando los resultados de las pasadas elecciones. Pitonisos.
Del resto de aspirantes prefiero mantener un prudente silencio, pero me obliga a una seria reflexión. Tal vez sea que no nos merecemos otra cosa y que nos falta mucho, como sociedad, para alcanzar un óptimo grado de madurez democrática. Si después de cuarenta años -digamos desde 1976- volvemos a cuestionarnos quienes somos, de dónde venimos y en qué bando luchó papá, es que no hemos aprendido absolutamente nada y volveremos a examinarnos en septiembre sin garantía alguna de pasar de curso.
Así que, puestos a seguir perdiendo -suspendiendo- prefiero taparme la nariz y defenderme de quienes, desde dentro, atacan al sistema -amparándose en él a su conveniencia- y escupen a nuestra bandera, a nuestros derechos y nuestras libertades, mofándose impunemente (¿Justicia?) de las creencias religiosas que imponen a sus fieles poner la otra mejilla. Yo ya no estoy dispuesto a ponerla, asi es que...
Veo la llegada del presidente Putin a la zona de recepción del ganador del Gran Premio de Fórmula 1 celebrado en Sochi y acompañado de un numeroso séquito de seguridad, protocolo, organización etc... A ver, está claro, en vaqueros y descamisados no van. Es curioso, parece que mantienen las formas y las mínimas normas de conducta que parecen haber olvidado aquellos que creen que para pisar moquetas y alfombras reales vale cualquier pantalón deshilachado o camisa descolorida e incluso llegar tarde. Luego se vestirán de mago o de camarero de casino para asisitir a la boda de su prima y lo más probable es que su código ético no les recomiende prescindir de sus calcetines blancos de Decathlon. Son así.
Felicitémosla
A Carolina Marín por su nueva victoria en el Campeonato de Europa de Badminton. Si felicitamos a Rafa Nadal no podemos olvidarnos de esta magnífica deportista, doble campeona mundial y doble campeona europea. Buen ejemplo para motivar a los/las más jóvenes cuando se abandonan al indolente tecleteo con el móvil y el selfie con los morritos apretados. Y excelente momento para ver izar la bandera de España mientras sonaba nuestro himno, aunque fuera en versión turbojet. Enhorabuena!
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