Carlitos, el niño menor de los Alcántara, en su ficción, representa tener la misma edad que tengo yo (en mi vida, tan real). O lo que es lo mismo, ambos nacimos en el 60. En los primeros capítulos nos sentíamos fielmente reflejados en los personajes de esa serie un montón de españoles, miembros de familias como aquella. Por eso nos producía cierto regocijo volver a ver en la mesa de una cocina de formica (Forlady) una lata de Colacao y galletas María untadas con Tulipán y recordábamos con nostalgia muchos de los pequeños objetos de uso diario que aún se conservan en los hogares de nuestros padres y que en los nuestros propios jamás tuvieron ya cabida por obsoletos.
Aquel teléfono negro de enorme auricular con un disco giratorio a través del cual se marcaban los números y con un cable rizado que siempre acababa enredado en sí mismo; el barreño o palangana de estaño en las que nuestras madres echaban las horas -y las muñecas- tratando de borrar las manchas de la ropa; el pastillazo de jabón Lagarto con su inseparable cepillo de cerda dura y áspera, el papel higiénico Elefante y la eterna duda ¿qué cara usar?; el botellito de plástico blanco de Gior (un poco de pasta, basta), la pastilla blanqueadora de añil, o la lejía Guerrero (lava la señora y lava el caballero) de las cuales nos mantenían alejados como si de un mortal residuo nuclear se tratase; el bote de Eko (Eko con leche es único); las vajillas y cristalerías de Duralex y Vereco (los cuadrondos dieron mucho juego en nuestra casa de Barcelona y no solo por el objeto en sí) y un larguísimo etcétera.
En la calle no veíamos más modelos de coches que Seat 1500, 600, 850, Citroen 2CV, Dyane 6, Renault 4L, Simca 1000, camionetas DKV, camiones Ebro y Pegaso..., la Derbi Antorcha (paleta) o la Bultaco Lobito.
Y por supuesto los hábitos de aquella clase media trabajadora, honesta y ordenada que echaba la semana cumpliendo con las obligaciones propias de sus responsabilidades. Los padres, trabajando mañana y tarde; las madres, sus labores y sin tanto electrodoméstico ni presupuesto como fue más tarde; las abuelas, echando una mano con la ropa, la comida -separando sobre la mesa pequeñas piedrecitas del puñadito de legumbres- la cena o las coletas de las nieta; y los niños con los deberes, los mapamundis y las canicas. Y los domingos, todos juntos, a Misa de 12 en Santa Gema o en los Sagrados Corazones en el viejo 1500 gris de capota negra (y más tarde en el 1430, azul turquesa) y después, si eso, a comprar patatas fritas o jamón en dulce en La Selecta o en Los Italianos.
El desarrollo de la serie fue volviéndose algo tedioso y bastante (muy) tendencioso y fui perdiendo el interés en su seguimiento. Pasamos del nostálgico retrato costumbrista de nuestra infancia a un relato politizado en el que los guiones fueron introduciendo subliminalmente mensajes inequívocamente intencionados. Iba a resultar que aquellas familias, todas ellas, fueron acosadas, perseguidas y reprimidas por sus veleidades sindicales y políticas; vamos ni que toda aquella España -en su integra concepción- fuera un hervidero de reivindicaciones contrarias al régimen político de la época. Todos con el puño en alto y corriendo delante de los grises...anda ya! (y no nos regalaron nada)
De vez en cuando, sin más intención que ver la evolución de esa familia he echado algún que otro vistazo. Antonio Alcántara (Arias) iba encaneciendo y Mercedes Fernández (Duato) ha venido ajustando su delgadez a las arrugas de la madurez. Las personas delgadas, al envejecer, parecen acusar más notoriamente la pérdida de tersura de la piel. A pesar de la serie, ambos actores transmitían esa apariencia de transparencia y honestidad, que yo no discutiré por respeto a la presunción de inocencia a la que tienen, tenemos, un derecho consagrado. Pero parece que bajo esa apariencia de honestidad se esconden sospechosas actividades de evasión fiscal y participaciones en empresas reales o ficticias con domicilio fiscal en Panamá. Los palos del sombrajo parece que se me tambalean y que la realidad -una vez más- supera la ficción. ¡Los Alcántara Arias-Duato acusados por la Fiscalía Anticorrupción!
Mis gatos de la semana
El gran líder de la coleta presume de las cuatro estrellas de su candidato....ahora por el tercio familiar de Almería. Señor, sí señor! Mientras me he ido al cajón de juguetes de mi hija Ana. Cualquiera de los clicks podría pertenecer a la gran tribu de la CUP. Ya está tardando los de Famóbil en incluir en su catálogo de casas, circos y zoos la Gran Komuna de Sans de los clicks (compruebo en esos pequeños muñequitos un pelo más suelto, menos casco pelucón, más desmelenado que el de la propia lideresa catalana)
De vez en cuando, sin más intención que ver la evolución de esa familia he echado algún que otro vistazo. Antonio Alcántara (Arias) iba encaneciendo y Mercedes Fernández (Duato) ha venido ajustando su delgadez a las arrugas de la madurez. Las personas delgadas, al envejecer, parecen acusar más notoriamente la pérdida de tersura de la piel. A pesar de la serie, ambos actores transmitían esa apariencia de transparencia y honestidad, que yo no discutiré por respeto a la presunción de inocencia a la que tienen, tenemos, un derecho consagrado. Pero parece que bajo esa apariencia de honestidad se esconden sospechosas actividades de evasión fiscal y participaciones en empresas reales o ficticias con domicilio fiscal en Panamá. Los palos del sombrajo parece que se me tambalean y que la realidad -una vez más- supera la ficción. ¡Los Alcántara Arias-Duato acusados por la Fiscalía Anticorrupción!
Mis gatos de la semana
El gran líder de la coleta presume de las cuatro estrellas de su candidato....ahora por el tercio familiar de Almería. Señor, sí señor! Mientras me he ido al cajón de juguetes de mi hija Ana. Cualquiera de los clicks podría pertenecer a la gran tribu de la CUP. Ya está tardando los de Famóbil en incluir en su catálogo de casas, circos y zoos la Gran Komuna de Sans de los clicks (compruebo en esos pequeños muñequitos un pelo más suelto, menos casco pelucón, más desmelenado que el de la propia lideresa catalana)
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