lunes, 30 de mayo de 2016

Solo cinco minutos



Todas las mañanitas de mi jornada laboral, finalizado con éxito el primer servicio de reparto escolar, muy tempranito, y dependiendo del punto en el que alcance y rebase al siete azul de la emeté, tomo la ruta elegida para cada día que me debe llevar a la puerta de la comandancia. Mi preferida es la que me introduce en las dormidas entrañas de la ciudad antigua, bajando por la calle Caro, la avenida Jaime III, el Paseo del Borne -que ha mudado provisionalmente las terrazas por kioskos para que los libreros puedan hacer su feria-, y la calle Conquistador. Atraviesa la plaza de Cort y continúa por Colón, Bossería y, separada cada vez más de la nobleza decadente de ese viejo barrio, comienza a diluirse, esa ruta, poco más allá de las Avenidas hasta perecer en el polígono de Levante.


Disfruto girando el volante en el punto neurálgico de Cort, con el traqueteo de su pavés irregular y sigo cuestionándome hasta cuándo habrá de aguantar el paciente residente de Ciutat el horroroso andamio que desde el siglo pasado sujeta poco más que una vieja fachada frente al Ayuntamiento.


Se cruzan en mi recorrido cientos de anónimos ciudadanos -cada día los mismos, diría-. Algunos lo hacen de tal manera que un día de estos tendré que llamar al Sr. Lobo* para rescatarlos de debajo de mi coche. Corbatas, chalecos, tacones y escotes vertiginosos (algunos, pocos realmente), regatistas con el inconfundible perfume australiano; bermudas beige, gorra de visera, gafas oscuras, polo blanco y náuticos todo el año y a partir de  febrero, ya en chancletas...


El pasado miércoles, en el semáforo de Caro con Avenida Argentina recogí a un elegantísimo Jaime B. en impecable terno gris (bueno, a él le faltaba el chaleco). El recorrido hasta Cort fue un desternillante ajuste de la actualidad informativa. Los que se cruzaron ese día -en el interior del coche-  fueron alcaldes, policías locales, concejales y, por supuesto, algunos jueces y fiscales. Aquí el Sr. Lobo habría tenido mucho más trabajo. (los cristales, brillantes) ¡Vaya repertorio!


En la puerta de Cort detuve solo cinco minutos el vehículo para que se apeara mi invitado especial. Ante nuestros ojos, el desfile habitual de los más aplicados y escenas impagables, cotidianas y risa, mucha más risa. Y en solo cinco minutos!


-¿Qué has desayunado? ¿Un gintonic?  

- No hombre, no. Un poleo menta. ¡Y es legal!


Vimos salir a una atractiva cenicienta del Ayuntamiento, pero ésta no perdió su zapato de cristal en la escalera. Tal vez fuera una mera ilusión, pero me trajo a la memoria la belleza intemporal de Ava Gardner en La Condesa descalza. A esta cenicienta de madrugada se le quedó su manoletina plana en el interior del zaguán, al otro lado del portón. Su pie descalzo -todo fetiche-  sobre la acera de Cort era viva metáfora de la ansiedad recaudatoria municipal. ¿nos dejarán estos chicos a todos los ciudadanos tirados sobre la acera y descalzos?....pobre mujer, ¿de qué estancia consistorial saldría a esas horas? ¿Quién y en qué situación le habría sorprendido, zapato en mano ? Salió despavorida y con cierto aturdimiento. ¿Quién sería la misteriosa dama?


Todavía me río y recuerdo la cara de Jaime con los ojos  llorosos, casi cerrados por la carcajada. Siguen pasando funcionarios municipales y regatistas morenitas, en bermudas beige, polo blanco y chancletas.....


- ¿Mans a ciutat?  

- ¡Mansa ciudad!


*https://www.google.es/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=8&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwip7d2R_fTMAhVEzxQKHXrfAJIQFgg0MAc&url=http%3A%2F%2Fjaviermegias.com%2Fblog%2F2011%2F11%2F7-lecciones-sobre-liderazgo-que-nos-puede-ensenar-el-sr-lobo%2F&usg=AFQjCNEV11NfhIu8ZPtZBmMHlQLafsWHgA&sig2=ibY9qxQb-0TCw3dbcvv9xA 


Una profunda inspiración

Una profunda bocanada de aire puro encharcó nuestros pulmones ayer domingo. Asomarse a cualquiera de los balcones naturales de Sa volta des general, un amable senderito desde Banyalbufar hasta Port des Canonge -baño en turquesa incluido, como ya viene siendo habitual- recarga todas las baterías a las puertas del final de curso y del inicio del verano. Ahora mismo, la mejor época del año para visitar Mallorca. Solo aviso.


 

lunes, 23 de mayo de 2016

Si Iniesta te vende su moto....


...cómprasela.

Es un tipo sencillo que aparenta más timidez que cualquier otra cosa, pero por encima de todo parece honesto, transparente. En esta época nuestra en la que la imagen que proyectan los futbolistas parece estar diseñada para vender camisetas, tatuajes y cortes de pelo estrambóticos (sección de jardinería de Leroy Merlin), aparece un chaval sencillo, casi enclenque y tirando a bajito, vulnerable ante cualquier tuercebotas dispuesto a hacer crujir los huesos de un tobillo. 

Quitemos el sonido a la tele y pongamos música de vals. Toma en el centro del campo un balón que a estas alturas de partido, de temporada nadie parece querer, gira sobre si mismo y se deshace con asombrosa facilidad de la primera línea de contención. Con la elegancia de un buen bailarín  inicia un ritual que solo él sabe a dónde le va a llevar. Se introduce en el área rival por donde nadie cree en sus posibilidades con la misma solvencia con la que un cuchillo caliente cortaría un bloque de foie gras. En ese punto, cuando casi al final de su incursión, levanta levemente su mirada, acaba por conocer el portero la crudeza del diagnóstico.  

Cómo no va a sufrir el corazón y cómo no van a ondear las banderas del barça. Ojalá fueran solo éstas y no las esteladas y ojalá no hubiera un símbolo ni un rasgo diferenciador entre hermanos, entre vecinos y ojalá nadie pusiera en riesgo el equilibrio de la pacífica convivencia. Pero vivimos al límite porque algunos se han propuesto demostrarnos que son mejores que el resto a base de menospreciar e insultar, de quemar y silbar los símbolos que nos deberían representar a todos por encima del banderín del equipo de barrio. Se equivoca, creo, quien se cree en la obligación de defender en ese palco reivindicaciones nacionalistas. No, hijo, no. Aquí ni se juegan ni se rifan derechos de los ciudadanos; es solo fútbol. 

No vi la carrera de GP en directo, pero de regreso a  casa de una buena jornada de playa primaveral, con baño en turquesa incluido, me coloqué delante del plasmonazo, me puse el mono de cuero y el casco y como en un simulador me lancé a una vertiginosa carrera. El salón de mi casa olía a gasolina y caucho quemado. En cada curva, en cada derrapaje, más cerca estábamos del asfalto, de la alfombra. A mitad de carrera se descolgaba Rossi envuelto en una densa humareda de aceite quemado, dejando al alcance de la vista y del olfato el inconfundible aroma de la frustración. La carrera entraba en su tramo final y ya era cosa de dos. Y empezaron las hostilidades, los hachazos. Márquez no iba a conformarse con las migajas de la segunda posición y comenzó a meter su rueda delantera en el costillar de Lorenzo pero se iba largo al final de la curva y tenía que abrir el giro para no romperse la crisma. Así una y otra vez. Machetazo tras machetazo y llegamos a la última vuelta. Márquez, colosal, se cuela en un interior imposible, casi vertical sobre su moto, como Iniesta con el balón, dentro del área y sobre la línea de fondo. Lorenzo tuvo que levantar la moto para no caer los dos. Saltan piezas de una de las motos y pese a que en la recta final toma ventaja Márquez, Lorenzo sale del rebufo y con el gas abierto, clava sus espuelas en los ijares de los doscientos y pico caballos de su moto y por milésimas gana finalmente la carrera. Y qué carrera!!! 

 Todavía bebo a sorbitos el champán de la(s) victoria(s).

lunes, 16 de mayo de 2016

Cuéntame (un cuento)

Carlitos, el niño menor de los Alcántara, en su ficción, representa tener la misma edad que tengo yo (en mi vida, tan real). O lo que es lo mismo, ambos nacimos en el 60. En los primeros capítulos nos sentíamos fielmente reflejados en los personajes de esa serie un montón de españoles, miembros de familias como aquella. Por eso nos producía cierto regocijo  volver a ver en la mesa de una cocina de formica (Forlady) una lata de Colacao y galletas María untadas con Tulipán y recordábamos con nostalgia muchos de los pequeños objetos de uso diario que aún se conservan en los hogares de nuestros padres y que en los nuestros propios jamás tuvieron ya cabida por obsoletos.

Aquel teléfono negro de enorme auricular con un disco giratorio a través del cual se marcaban los números y con un cable rizado que siempre acababa enredado en sí mismo; el barreño o palangana de estaño en las que nuestras madres echaban las horas -y las muñecas- tratando de borrar las manchas de la ropa; el pastillazo de jabón Lagarto con su inseparable cepillo de cerda dura y áspera, el papel higiénico Elefante y la eterna duda ¿qué cara usar?; el botellito de plástico blanco de Gior (un poco de pasta, basta), la pastilla blanqueadora de añil, o  la lejía Guerrero (lava la señora y lava el caballero) de las cuales nos mantenían alejados como si de un mortal residuo nuclear se tratase; el bote de Eko (Eko con leche es único); las vajillas y cristalerías de Duralex y Vereco (los cuadrondos dieron mucho juego en nuestra casa de Barcelona y no solo por el objeto en sí) y un larguísimo etcétera.

En la calle no veíamos más modelos de coches que  Seat 1500, 600, 850,  Citroen 2CV,  Dyane 6,  Renault 4L, Simca 1000,  camionetas DKV, camiones Ebro y Pegaso..., la Derbi Antorcha (paleta) o la Bultaco Lobito.

Y por supuesto los hábitos de aquella clase media trabajadora, honesta y ordenada que echaba la semana cumpliendo con las obligaciones propias de sus responsabilidades. Los padres, trabajando mañana y tarde; las madres, sus labores y sin tanto electrodoméstico ni presupuesto como fue más tarde; las abuelas, echando una mano con la ropa, la comida -separando sobre la mesa pequeñas piedrecitas del puñadito de legumbres- la cena o las coletas de las nieta; y los niños con los deberes, los mapamundis y las canicas. Y los domingos, todos juntos,  a Misa de 12 en Santa Gema o en los Sagrados Corazones en el viejo 1500 gris de capota negra (y más tarde en el 1430, azul turquesa) y después, si eso, a comprar patatas fritas o jamón en dulce en La Selecta o en Los Italianos.

El desarrollo de la serie fue volviéndose algo tedioso y bastante (muy) tendencioso y fui perdiendo el interés en su seguimiento. Pasamos del nostálgico retrato costumbrista de nuestra infancia a un relato politizado en el que los guiones fueron introduciendo subliminalmente mensajes inequívocamente intencionados. Iba a resultar que aquellas familias, todas ellas, fueron acosadas, perseguidas y reprimidas por sus veleidades  sindicales y políticas; vamos ni que toda aquella España -en su integra concepción- fuera un hervidero de reivindicaciones contrarias al régimen político de la época. Todos con el puño en alto y corriendo delante de los grises...anda ya! (y no nos regalaron nada)

De vez en cuando, sin más intención que ver la evolución de esa familia he echado algún que otro vistazo. Antonio Alcántara (Arias) iba encaneciendo y Mercedes Fernández (Duato) ha venido ajustando su delgadez a las arrugas de la madurez. Las personas delgadas, al envejecer, parecen acusar más notoriamente la pérdida de tersura de la piel. A pesar de la serie, ambos actores transmitían esa apariencia de transparencia y honestidad, que yo no discutiré por respeto a la presunción de inocencia a la que tienen, tenemos, un derecho consagrado. Pero parece que bajo esa apariencia de honestidad se esconden sospechosas actividades de evasión fiscal y participaciones en empresas reales o ficticias con domicilio fiscal en Panamá. Los palos del sombrajo parece que se me tambalean y que la realidad -una vez más- supera la ficción. ¡Los Alcántara Arias-Duato acusados por la Fiscalía Anticorrupción!

Mis gatos de la semana
  
El gran líder de la coleta presume de las cuatro estrellas de su candidato....ahora por el tercio familiar de Almería. Señor, sí señor! Mientras me he ido al cajón de juguetes de mi hija Ana. Cualquiera de los clicks podría pertenecer a la gran tribu de la CUP. Ya está tardando los de Famóbil en incluir en su catálogo de casas, circos y zoos la Gran Komuna de Sans de los clicks (compruebo en esos pequeños muñequitos un pelo más suelto, menos casco pelucón, más desmelenado que el de la propia lideresa catalana)

lunes, 9 de mayo de 2016

Como un apagón.

Una afección pseudogripal me baja de la nube en la segunda mitad de la semana. Se me cae el sistema y a duras penas consigo completar un bajo porcentaje de la actividad programada para el jueves. Un áspero escalofrío recorre mi espalda, se refugia en mis huesos y hace castañear mis dientes. Me lloran los ojos. Qué malo es sentirse con la pila abajo y tratar de analizar el orden del día sin fuerzas ni ánimos. Parece que se viene abajo todo, por Dios. Mal vamos si tengo que quedarme en casa toda una tarde viendo pasar por la ventana la luz del día mientras va cambiando el orden de las sombras, su volumen, su ubicación. El viento ulula entre las lamas de las persianas. Apetece cubrirse con el embozo del edredón hasta la coronilla.

Me enfrento, en lánguida duermevela, al monitor de la tele y veo  desfilar ante mis perplejos ojos a los dirigentes municipales de BCN abogando por la supresión de la unidad antidisturbios de la policía urbana. Atendiendo a la imagen del promotor de la idea, no son de extrañar ni sus pretensiones ni mucho menos sus motivos. Otros planos del noticiero televisivo me traen los eufóricos rostros de los jóvenes chicos de esa izquierda revolucionaria que parecen haber descubierto el bicarbonato (la democracia) y supuran falsa ideología (purulenta como los granos de su acné). No me parece que sea el momento adecuado para sentirse muy orgulloso de ser político, después de cinco meses encerrados en un siniestro laboratorio que inició su efímera andadura como un circo donde los leones resultaron de cartón piedra y el uniforme del domador apestaba a alcanfor. Iban de megamodernos marsterchefs de la política y les han salido unas magdalenas sin volumen y quemadas, pegadas al papel del horno, ideales para acabar en el fondo del cubo de basura. 
 
Muere con las botas puestas un joven futbolista. Impresiona la imagen en el momento de desplomarse sobre el césped y la mirada perdida, los ojos en blanco, tan joven, tan fuerte...

Encadeno una prolongada serie de bostezos hasta que me rescata del tedioso transcurso de la tarde el brioso drive de Rafa Nadal en la Caja Mágica. Al final acabará sucumbiendo en semifinales ante Murray -lo cual da mucho más valor a lo que ha logrado en los últimos diez años- pero es innegable la pureza de su espíritu y la honestidad de su esfuerzo, pese a lo que pueda decir -sin fundamento alguno- una insignificante ex-ministra francesa bocazas.

Recupero el tono el viernes de madrugada pero el termómetro digital marca todavía unas décimas. Me revuelvo en la cama hasta que los riñones mi pinchan y empujan mi triste figura hacia afuera y gracias a una ducha recuperadora, menos mal, llego a la oficina a tiempo de sofocar tensiones; obras, obras y obras. Y es viernes, menos mal. 

Me recupero pero no llego a tiempo para jugar mi partido de tenis del viernes por la tarde y el sábado aparece la lluvia. Ya saldrá la raqueta la semana entrante y con más ganas.

Agoniza la liga y pese a que me había propuesto silenciar mi entusiasmo barcelonista -que nadie lea ventajismo oportunista- protesto porque han sido demasiado insistentes y repetitivos los irónicos ataques volcados en mi wpp (el escalofriante sonido del Camp Nou en noche de champions, etc) y el tertuliano acoso por parte de madridistas y colchoneros. Ojo, que todavía no he visto a ningún equipo levantar trofeo alguno. Está claro que hasta el último pitido final todo es posible. Seguiremos atentos a la pantalla. (...tamudazo....)

Cae la tarde de domingo con una tenue luz amarillenta. Seguimos amenazados por lluvias primaverales que vendrán bien para recuperar el nivel de nuestros embalses. Se prevé una excelente temporada turística y aunque lo que menos beben los visitantes es agua, doy fe, la necesitamos.  Mallorca gusta. Me lo dice Mario, compañero de misión afgana, que ha pasado la semana en el norte de la isla por trabajo y al que desgraciadamente no he podido más que escuchar por teléfono. Nos veremos en su próxima visita sin trabajo, con familia. Hasta entonces, Mario, aquí os esperamos. 

Escucho parte del nuevo disco de Loquillo. Me gusta. Y sorpresa. La versión de  Me olvidé de vivir nos legitima, por fin, poder cantarla bajo la ducha y que no se nos asocie necesariamente a un inconfesable -casi clandestino- reconocimiento a Julio Iglesias, que la cantó hace ya un tiempo. A estas alturas!

lunes, 2 de mayo de 2016

Quería enseñar mi dedo, corazón.

Quería enseñar mi dedo, corazón, pero al final necesitaré los índices y pulgares de ambas manos. Los de la mano izquierda para taparme la nariz y los de la mano derecha para sujetar un sobre y volver a depositar mi voto en una triste y fría urna que, gracias a la democracia y sin distinciones, está visto que admite to-do.

Después de un interminable e insufrible período de tortura emocional y psicológica volvemos a la campaña electoral oficial, aunque bien mirado, poco tiene que decir ningún ¿líder? político a lo ya expuesto sobre sus pretensiones y planteamientos de gobierno a lo largo de los últimos cinco meses.

Unos, por su dontancredismo -vaya cuajo- a pesar de la recia lluvia y múltiples chubascos judiciales con los que nos ha salpicado la actualidad desde mucho antes del 20D. Otros, por su ansia viva y su ánimo de gobernar a cualquier precio, a la carta de cualesquiera socios de viaje y sin importarle un higo -compañeros y compañeras, yo solo os pido- si lo que estos exigían para dar su conformidad era o no factible, lícito, legítimo o moral y en cualquier caso conveniente  para la ciudadanía. 

Por cierto, vaya gatillazo el de aquellos que presumían de entender muy claramente la voluntad de los españoles, interpretando los resultados de las pasadas elecciones. Pitonisos.

Del resto de aspirantes prefiero mantener un prudente silencio, pero me obliga a una seria reflexión. Tal vez sea que no nos merecemos otra cosa y que nos falta mucho, como sociedad, para alcanzar un óptimo grado de madurez democrática. Si después de cuarenta años -digamos desde 1976- volvemos a cuestionarnos quienes somos, de dónde venimos y en qué bando luchó papá, es que no hemos aprendido absolutamente nada y volveremos a examinarnos en septiembre sin garantía alguna de pasar de curso.

Así que, puestos a seguir perdiendo -suspendiendo- prefiero taparme la nariz y defenderme de quienes, desde dentro, atacan al sistema -amparándose en él a su conveniencia- y escupen a nuestra bandera, a nuestros derechos y nuestras libertades, mofándose impunemente (¿Justicia?) de las creencias religiosas que imponen a sus fieles poner la otra mejilla. Yo ya no estoy dispuesto a ponerla, asi es que...

Veo la llegada del presidente Putin a la zona de recepción del ganador del Gran Premio de Fórmula 1 celebrado en Sochi y acompañado de un numeroso séquito de seguridad, protocolo, organización etc... A ver, está claro, en vaqueros y descamisados no van. Es curioso, parece que mantienen las formas y las mínimas normas de conducta que parecen haber olvidado aquellos que creen que para pisar moquetas y alfombras reales vale cualquier pantalón deshilachado o camisa descolorida e incluso llegar tarde. Luego se vestirán de mago o de camarero de casino para asisitir a la boda de su prima y lo más probable es que su código ético no les recomiende prescindir de sus calcetines blancos de Decathlon. Son así.

Felicitémosla

A Carolina Marín por su nueva victoria en el Campeonato de Europa de Badminton. Si felicitamos a Rafa Nadal no podemos olvidarnos de esta magnífica deportista, doble campeona mundial y doble campeona europea. Buen ejemplo para motivar a los/las más jóvenes cuando se abandonan al indolente tecleteo con el móvil y el selfie con los morritos apretados. Y excelente momento para ver izar la bandera de España mientras sonaba nuestro himno, aunque fuera en versión turbojet. Enhorabuena!

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...