Un día de estos,
un día cualquiera, antes de levantarme me habrán preparado el desayuno y lo
encontraré sobre la mesa de la cocina. Mantelito puesto, tostada en el plato
junto al aceite y la sal y un café con leche humeante: tendremos pacto.
Con los retales
que resultaron del 20-D, tan manoseados durante los últimos tres meses,
se va a configurar un nuevo gobierno. Es incuestionable. Y va a ser así porque
al final, después de tanto postureo (término también desgastado) y de tanta ida
y vuelta de declaraciones, de líneas rojas, de frases rimbombantes de fotitos,
gestitos, regalitos,etc, lo que les conviene es ponerse de acuerdo, pasar
por alto las diferencias que les separan y lograr el objetivo que no es otro
que....
Quiero medir mucho
mis palabras y los dedos se deslizan con máxima cautela sobre el teclado de mi
ordenador. Una coma de más o de menos podría significar que me muestro a favor
o en contra de una solución definitiva a la situación actual y debo asumir el deber de conservar mi neutralidad política. Por tanto, creo que lo mejor va a ser
dejarlo así.
Al final, la
política es lo que se hace y no tiene por qué coincidir necesariamente con lo
que se dice, ni con lo que se ha dicho previamente. Y según quién lo diga,
probablemente no nos vamos a equivocar si dudamos de esas palabras. Como
muestra me basta sentarme ante el televisor y asistir a las noticias de
cada día y ver las imágenes de tanto personaje del más diverso pelaje
escupiendo odio hacia un importante sector de la sociedad española y con ánimo
de arrasar, si gobiernan, con todo lo logrado hasta ahora en los últimos
cuarenta años. ¿Por qué tanto odio? Y ya estoy escribiendo mucho.
Empiezo a resignarme y
ya solamente quisiera, pediría, respeto. Sí, respeto a los que pretendemos
seguir enseñando y educando a nuestros hijos en idénticos valores en los que fuimos
educados y enseñados por nuestros padres. Y respeto a las creencias
religiosas que en mayor o menor medida, allá cada cual -permitan que nos equivoquemos- practicamos y
queremos seguir practicando muchos ciudadanos españoles sin que nadie se
burle de nosotros ni insulte zafiamente ni a nuestra Iglesia ni a
quienes la representan en el nombre de nuestro Dios. Así sea.
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