Al filo de las siete y media, como casi cada día, me abrazo a la prosa fácil y ligera de Luis del Val (Herrera en Cope). El encuentro me pilla en el coche en la Plaza de Cort, ante mi Ayuntamiento, camino de mi trabajo. Recientemente galardonado con uno de esos premios que reconocen la labor de quien tan bien escribe, dedicaba su fotografía del día al fatal desenlace del accidente del helicóptero del Ejército del Aire hundido en aguas del Océano Atlántico. La frase final es rotunda. Aprendida de niño, desde que era un incipiente lector, siempre le llamó la atención el rótulo que figuraba en la fachada de los cuarteles: TODO POR LA PATRIA. Hoy lo dijo; TODO incluye tambien la vida propia.
Ninguna profesión, desgraciadamente, está exenta de un cierto riesgo de siniestralidad laboral. Y de hecho ahí están los datos de las estadísticas. Pero resulta innegable la serenidad y resignación con la que el soldado despide a su compañero, caído en el ejercicio de su deber.
Haber compartido jornadas de sol a sol - es una expresión retórica, puesto que la milicia no tiene limitación horaria- con tantos excelentes profesionales, como recordaba hace unos días en mi anterior post, te enseña a apreciar mucho más a esta profesión que implica muchas renuncias y muchas inquietudes, que te aleja, a veces por tiempo indefinido, de la calidez de un hogar, del abrazo conyugal o del beso de un hijo.
Si al final, un desgraciado accidente te separa definitivamente de ese enorme patrimonio, pocos familiares y pocos compañeros sabrán asumir la pérdida con tanta entereza.
Desde la humildad, mi reconocimiento y mi séntido pésame a los familiares y a mis compañeros del Ejército del Aire. Un abrazo.