viernes, 30 de octubre de 2015

Serenos ante la fatalidad

Al filo de las siete y media, como casi cada día, me abrazo a la prosa fácil y ligera de Luis del Val (Herrera en Cope). El encuentro me pilla en el coche en la Plaza de Cort, ante mi Ayuntamiento, camino de mi trabajo. Recientemente galardonado con uno de esos premios que reconocen la labor de quien tan bien escribe, dedicaba su fotografía del día al fatal desenlace del accidente del helicóptero del Ejército del Aire hundido en aguas del Océano Atlántico. La frase final es rotunda. Aprendida de niño,  desde que era un incipiente lector, siempre le llamó la atención el rótulo que figuraba en la fachada de los cuarteles: TODO POR LA PATRIA. Hoy lo dijo; TODO incluye tambien la vida propia.


Ninguna profesión, desgraciadamente, está exenta de un cierto riesgo de siniestralidad laboral. Y de hecho ahí están los datos de las estadísticas. Pero resulta innegable la serenidad y resignación con la que el soldado despide a su compañero, caído en el ejercicio de su deber.

Haber compartido jornadas de sol a sol - es una expresión retórica, puesto que la milicia no tiene limitación horaria- con tantos excelentes profesionales, como recordaba hace unos días en mi anterior post, te enseña a apreciar mucho más a esta profesión que implica muchas renuncias y muchas inquietudes, que te aleja, a veces por tiempo indefinido, de la calidez de un hogar, del abrazo conyugal o del beso de un hijo. 

Si al final, un desgraciado accidente te separa definitivamente de ese enorme patrimonio, pocos familiares y pocos compañeros sabrán asumir la pérdida con tanta entereza.

Desde la humildad, mi reconocimiento y mi séntido pésame a los familiares y a mis compañeros del Ejército del Aire. Un abrazo.

lunes, 26 de octubre de 2015

Adios, Herat.

No me imagino sus calles vacías ni la plaza de España sin el bullicio propio del solemne izado de bandera de los lunes, ni de otras formaciones para recepciones diversas, ni la cantina a oscuras y mucho menos el comedor en un permanente y hueco silencio. Tampoco me resulta sencillo hacerme a la idea de una lavandería desierta o de la capilla sin homilías y sin el  cántico de aquel abnegado coro de voluntarios. Y el ROLE 2, sin enfermos, sin enfermeros, ni médicos, ni ambulancias en la entrada.  Han pasado casi dos años desde que el 24 relevo abandonamos la Base de Herat y todavía, como quien dice, me suenan próximas y recientes las imágenes y los aromas de nuestra permanencia en Afganistán durante seis meses y pico. 

Por eso me asaltan muchos recuerdos de mi experiencia y de los momentos allí vividos al leer las informaciones sobre el final de la misión española en Afganistán y del último arriado de nuestra bandera. Y todo ello, por supuesto, en las circunstancias habituales de lo que ha venido ocurriendo desde el principio; la avería del avión, por ejemplo,  que debía llevar a la Vicepresidenta hasta Herat y que estuvo retenido en Turquía durante 14 horas. Lo nuestro no fue una avería, pero tuvimos una escala de casi tres horas, una madrugada de mayo de 2013, en Estambul. Y al final, después de diecisiete horas de viaje llegamos a la FSB "Camp Arena" el 3 de mayo.

Siento latente mi orgullo, mucho, de haber sido uno más de esos casi 30.000 españoles que han participado en esta misión y, además, de poder  seguir recordándololo y de contarlo y de haberla finalizado de la mejor de las maneras posibles; fundiéndome en un emotivo abrazo, ya en Palma, con los auténticos héroes de aquella aventura (siempre sostuve que la épica se quedó en casa); mi mujer, mis hijas, mi madre y mis hermanos y poder apreciar la satisfacción y el sentimiento de la misión cumplida.

Revivo con emoción los momentos de este último contingente al regresar a casa y de ser recibidos en la terminal de Barajas por un millar largo de madres, padres, esposas, maridos e hijos y siento cómo propios esos sentimientos y no entiendo cómo tras esta lección de absoluta entrega y generosidad, acompañado de muchas renuncias e inquietudes, pueda haber algún imbécil que se plantee, con chiste grueso y mal sonante las dudas acerca de la utilidad y existencia de las Fuerzas Armadas. Yo solo siento hacia ellos desprecio y compasión. Si, les compadezco por no ser capaces de sentir, no tener la inmensa fortuna de experimentar ese orgullo y esa satisfacción.

En ese difícil ejercicio mental me cuesta ver con claridad las calles y locales de la Base inmersos en un inquietante silencio, como un barco varado y abandonado en la arena y ajeno a la memoria de quienes anduvimos por ella y desarrollamos, creo que con total eficacia, el servicio que nos demandaban.

Quedarán para siempre cientos de recuerdos, asociados indefectiblemente a otros tantos sentimientos y emociones, compartidas con un numeroso grupo de excelentes profesionales.

Coincide, qué lástima, con la angustia de los familiares y compañeros de la tripulación del helicóptero del Ejercito del Aire desaparecido en el mar, en su vuelo de regreso a su Base tras finalizar otra misión. Ojalá se de un final feliz. Un abrazo, compañeros.



lunes, 19 de octubre de 2015

Bailando.

Hace unas pocas semanas, para elevar el bajo tono vital que advertía en muchos de mis allegados ante el inicio del nuevo curso -pero básicamente, por el final del verano- recomendaba escuchar una buena canción y echarse un bailecito; pero en la intimidad y nunca en público, por Dios qué bochorno!

Primera. Mucho antes de aquel post, un conocido político catalán, en uno de sus mítines para las elecciones autonómicas, dando rienda suelta a su salero, con total desinhibición y con más descaro que estilo (rancio y desmesurado, opino) se arrancó por los Queen. Poco después, animado por la sorprendente buena acogida y considerando que no nos había infligido, todavía, suficiente castigo -por aquello de la vergüenza ajena- no solo le dio por repetir sino que se permitió el lujo de alardear e incluso retar a otros políticos a seguir su ejemplo, como si eso fuera recomendable y saludable para nuestro sufrido censo electoral.  En principio y afortunadamente no cuajó, pero...

En Baleares, donde vamos a la cabeza en todo tipo de gracias, hemos elevado el umbral de la perplejidad al haber tenido que tragarnos  las imágenes de buena parte de nuestro Govern -presidenta a la cabeza- bailando -nada menos que una conga!!!!- en medio de la calle para celebrar la derogación de una ley autonómica. Puestos a asumir esta manera de congratularse por la meritoria hazaña,  ¿no había otra pieza; algo més nostro, un bot de ball, por ejemplo, ya que por ahí iban los tiros?- . Sin comentarios. Pareció el baile final de cierre de discoteca de fin de año, ya en la calle, sin música, sin voz, etc.

Hace unos días, toda una vicepresidenta se echó -dos veces- un bailecito coreografiado en el infumable programa de televisión en el cual  no importa mucho lo que se diga y donde un par de hormigas gilipollas -no encuentro nada más suave- no paran de esparcir la ración diaria de sal gorda durante casi una hora. Salió muy airosa y tal vez hizo bien. Si bailas porque bailas y si no bailas...qué sosa! o qué siesa! como dicen por el sur.

Para rematar el póker, la presidenta argentina también apuró su momento dancing y con expresión facial y gestual de chica picante comenzó a contonear sus caderas y hombros a ritmo de una canción.

No es que el baile sea una actividad al hilo de una moda o una tendencia pero no sé muy bien por qué motivo, resulta que ahora todo a mi alrededor es baile, o al menos, yo lo veo así. Acabamos de celebrar el cumpleaños de una buena amiga y como sorpresa se le ha preparado un montaje con todas las parejas de invitados a la celebración grabando un corto video doméstico en el que debíamos bailar una conocida canción. Y ahí me tienes a mí!!!, con todo mi apuro y sentido del ridículo arrancándome desde el sófa de casa y girando en torno a mi propia, moviendo caderas, piernas y brazos. Qué bochorno, papi!

Yo no pasaría jamás a la historia por haber sido un tipo bailón, (salvo en alguna que otra boda) antes al contrario, y en ningún caso imitaré a los oscarizados actores de aquella vieja película Danzad, danzad, malditos, pero de vez en cuando  ¡permíteme que insista! qué bien sienta un bailecito. Eso sí, en la intimidad, gracias. 


martes, 13 de octubre de 2015

Sábado, 10 de Octubre.

Un cuarto creciente suspendido al alba, junto a su lucero y unas pequeñas nubes que ocultan ese mágico momento; un nuevo amanecer. Patio central de la Comandancia de la Guardia Civil de Baleares. Sábado, sí, sábado; ese día de la semana en que no debería abrirse la lata de las sábanas a la misma hora que el resto de la semana. No; hoy un poco antes. A las seis y media, como si hubiera escuchado la diana (aún noche cerrada), un brinco me lleva a la ducha. Corran, corran, alféreces alumnos, corran, a formar!!!. Casi dejando el cepillo de dientes en el ascensor y en un cuarto de hora me encuentro en mi despacho enfundándome el uniforme blanco, el de las grandes ocasiones.

Al borde de las ocho de la mañana, diana floreada. Mientras un grupo de guardias y trabajadores de la empresa responsable de la preparación del evento colocan las ochocientas y pico sillas,  reposteros y banderolas, presenciamos perfectamente formados -coronel a la cabeza- y en primer tiempo de saludo,  el izado de la Bandera Nacional en su nuevo mástil. Suena el himno español y debe ser que me hago mayor; porque se me eriza el bello y elevo la mirada al cielo. Pienso en los que ahí estamos, pero también, cómo no, en los que se fueron. Se me va la memoria a mi querida plaza de la FSB Herat y sigo el proceso con idéntico sentimiento de aquellas treinta veces.

Día grande para la gente de la Guardia Civil y ahí abarco a todos; a los Guardias, desde el guardia segundo hasta al general, a los que sin ser guardias llevamos unos cuantos lustros trabajando con ellos, queriéndonos como hermanos, a nuestras familias y finalmente,  a los que nos estiman por lo que somos y  por lo que representamos y defendemos; a nuestros amigos.

Se va engalanando el patio central y las marchas militares que reproduce la megafonía, desde muy tempranito, siguen insuflando aliento a los ahí presentes, haciendo que todas esas carreras y las idas y venidas de sillas, mesas, banderas, alfombras y maceteros se hagan mucho más llevaderas.

Emociona que, después de tantos años de haber sido forzados por las circunstancias a ejercer de nómadas en este tipo de actos, podamos, por fín, regresar a nuestra casa y recibir a nuestros convidados en el mejor de nuestros enclaves, cabecera de Comandancia, vestida con sus mejores galas, y tras haber restaurado el viejo monolito levantado en "HONOR A LOS QUE DIERON SU VIDA POR ESPAÑA CALLADAMENTE". Lo agradecen los mayores, muchos de ellos auxiliados por bastones y familiares, caminando hasta el patio central entre emocionados abrazos con los compañeros que aún seguimos, gracias a Dios, dándolo todo por esta gran familia y por su trabajo.

La intensidad radiante del sol engrandece el momento y hace lucir mucho más a los que se hicieron acreedores, por sus méritos, de distinciones y recompensas y llegado el momento sabemos tragar la amargura propia, cada cual la suya y alguna compartida, al rendir homenaje a nuestros caídos. Se corta casi la respiración al comenzar la Banda Militar, con sus primeros acordes, La muerte no es el final y el viejo soneto que le acompaña y que, con la voz rota del relator -sus motivos tiene- nos hace compartir la pena por el compañero perdido.

El acto culmina con el abrazo compañero y el pequeño desfile de las diversas unidades y el vuelo bajo del helicóptero de la Guardia Civil.

Sale uno fortalecido y reconfortado al sentirse rodeado de amigos y compañeros, de familias y de representantes de Instituciones y de ciudadadanos que no quieren perderse esa exhibición de orgullo. No somos una ONG. Y algunos, incluso, se plantean la necesidad de nuestra existencia. Pues hasta para estos últimos; estamos a vuestro servicio.

VIVA LA VIRGEN DEL PILAR!
VIVA LA GUARDIA CIVIL! 
VIVA ESPAÑA!

lunes, 5 de octubre de 2015

Vive despacito

Recuerdo que hace unos cuantos años tenía un buen amigo al que su incapacidad para la comprensión, en general,  y sus ofuscaciones personales le apartaron de mi rumbo. Todavía hoy no he sido capaz de entender los motivos, pero lo cierto es que desde hace casi quince años  no nos hemos dirigido la palabra. Yo le apreciaba y quiero creer que él también a mí, pero su última despedida resultó algo tosca pero rotundamente convincente.


Compartimos los felices años de la veintena y cuando teníamos que hacer referencia al transcurso del tiempo, cada uno de nosotros usábamos una expresión; la propia preferida en cada caso. Él solía parafrasear a Serrat, pero en lugar de usar la originaria "Ara que tinc vint anys", se mofaba de sí mismo alterándola ligeramente, diciendo  fa vint anys que tinc vint anys, a pesar de que no era cierto. Yo, por mi parte, prefería algo menos prosaico pero que no se debía ni mucho menos a un arrebato de erudición, lógicamente,  sino que era la conocida leyenda de una clásica marca de relojes de pared: Tempus fugit. Lo decíamos mientras rematábamos una coca-cola y un marlboro en el Farigola y nos burlábamos recíprocamente de esa tediosa rutina verbal.

Ahora, que efectivamente han pasado veinte años y otros veinte desde aquellos primeros veinte, recuerdo aquellas tardes de dispersión y desocupación en las que no éramos conscientes de lo rápido que volaba el tiempo y a día de hoy tengo muchos más motivos que entonces para pensar que la vida pasa demasiado rápido y nosotros, como pasajeros de un tren de alta velocidad, viajamos muchas horas de cada día ajenos a ese tránsito vertiginoso.


Contemplo, sentado ante una ciudad silenciosa que veo íntegramente, una apacible tarde de primeros de octubre de dos mil quince, lo acertado que resulta el significado de aquel tempus fugit. Acabo de hacer copia de cientos de fotografías digitales de carpeta en carpeta y en la que salen retratados un montón de bebes risueños unas veces, llorones y enfurruñados otras, jugando, corriendo, soplando velas; en bañador o en ropa de esquí; con sus naricitas redondas y ojos expresivos. La mayoría de ellos -hijas, sobrinas y sobrinos-, han superado los diez años de edad y alguno, incluso,  ya pisa la Universidad. Y me quedo con ese poso de nostalgia, la resaca del tiempo vivido tan rápidamente, sin la sensación de velocidad, hasta que un día como hoy, sentado y sosegado, echo la vista hacia atrás.

Vive despacito. A mi el tiempo se me escurrió entre los dedos de las manos como la arena de la playa. Me quedaron muy claras dos cosas; lo rápido que pasa el tiempo y el concepto de la amistad. Vive despacio, amigo, pero vive intensamente; Tempus fugit...carpe diem!

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...