lunes, 25 de mayo de 2015

Semáforo rojo

07:22 de la mañana. Semáforo en rojo. Los coches, poquitos a esta hora, van parando y van llenando los huecos en el primer lugar de cada carril. Parece la línea de salida de un gran premio de fórmula 1, tras la warm up previa al inicio de la carrera. Los conductores tenemos una rutina común, casi diría vulgar. Miramos desinterasamente a un lado, luego al otro, consultamos el móvil, subimos o bajamos el volumen de la radio según lo que nos interese lo que estamos escuchando y finalmente echamos un vistazo al semáforo. Todavía en rojo para nosotros y verde el de peatones. Cruzan la calle unas pocas siluetas humanas. Unas, solas. Otras, acompañadas. Pasa un personaje singular, en chancletas playeras, ya, a estas alturas; ¡mayo! Al final de octubre tendrá los talones destrozados. Lleva sujeto, con una sencilla cuerda de esparto, a un pequeño perro negro, directamente anudada en el cuello del pobre animal, sin collar, con un simple nudo (espero que no sea corredizo). Se arrastra el chucho, de lado a lado de la calzada, más por voluntad del dueño que por deseo propio. El sabrá. No mueve el rabo.

Estos días, afeando esquinas, vallas y farolas, muchas fotos, muchas caras de personajes públicos; sonrientes unos, más serios y rancios otros; envueltos en siglas, consignas, eslóganes, logotipos y con multitud de fondos de diversos colores. Mensaje claro; cada color, un partido político.

El semáforo sigue en rojo. No suficientemente saturado con las mismas caras y las mismas fotos de esquinas, vallas y farolas, hemos desayunado, comido y cenado, por narices (con jota), con esa cantinela de fondo; las grandes frases y soflamas regaladas a la concurrencia por los principales líderes, enardeciendo el espíritu de los asistentes a los diversos actos, mítines, contra fulanito o contra menganito, porque ellos, cada cual, se presentan a sí mismos, sin pudor y con una gran carga de arrogancia como los mejores, los más honrados y los genios que nos van a mejorar, y bla, bla, bla.....



Se subieron a la carreta y le indicaron al conductor la hoja de ruta. Se han tirado, entre unas cosas y otras, dos semanas blandiendo sus lenguas, desplegando con toda la contundencia a la que nos tienen acostumbrados, torrentes de ocurrencias y promesas que harán el día que les toque a ellos decidir por nosotrosHan dejado reseña de sus modos y de sus maneras. Algunos incluso han llegado a dedicar una peineta a sus rivales políticos, pero también a unos cuantos milllones de ciudadanos. Hablan desde el odio muchos de ellos; sin mesura, sin reflexiones previas. No sólo importa el mensaje; importa, por supuesto, cómo se transmite. Y en ese estilo dejan bien claro las carencias de su educación. 

Les hemos identíficado y producen en mí un efecto tal, que mi vista regresa al pobre chucho arrastrado por su dueño y ....no me veo muy distinto. Intentan llevarme de un lado al otro de esta clazada. Yo me resisto, pero la evidencia me desmuestra que, sin collar, sí, pero allá me dirigen. Yo tampoco movería el rabo.

Verde. Por fín. Arranco y conduzco por una calle ancha. Poco tráfico. Es tempranito y las temperaturas han bajado. Cuatro goterones sobre el parabrisas y un cielo que amenaza tormenta. Se agracede.

Otro semáforo en rojo. Escucho las noticias que siguen bombardeando ocurrencias. Las "sister act" del nacionalismo catalán dejan por un momento sus actividades conventuales; sus cuidados de ancianos, niños y enfermos; sus primorosas manos dejan por un momento las rosquillas de anís y las dulces yemas. Se suben a la caravana electoral y la empujan, pese a la advertencia y recomendación de Papa Paco. Una de ellas asume el mote de monja cojonera y proclama su  amor (electoral) por Mas. La otra prefiere otra opción. Espero que no lleguen a arrastrarse por el suelo, tirándose de sus tocas, arrancádoselas recíprocamente. Vaya espectáculo.


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