martes, 26 de mayo de 2015

Bartolo tiene una flauta....

....con un agujero solo.

Los gatos del callejón andan revueltos estas últimas madrugadas. En realidad, no son los gatos, sino las gatas. Ellas son las que dicen qué, cuando y con quién. Y concluida la faena, ellas, las gatas, lanzan un estremecedor maullido. Debe ser cuando ellos, los gatos, amenazan con fumarse el cigarrito post.

- El cigarrito te lo fumas en el coche, bonito, que me pones la casa perdida de ceniza y luego me huele todo a tabaco.

Y ahora que esta fiesta gatuna ha acabado y todavía son las seis de la mañana, me vienen a la mente las preguntas y me asaltan un montón de dudas. Unas son propias. Otras me llegan desde la inocente ignorancia de mis hijas.

¿Papá, quién ha ganado las elecciones? ¿A quién has votado? ¿Ha ganado Pablo Iglesias ó Rajoy? Sobre Pedro Sánchez no me preguntan, ni tampoco sobre la Armengol, ni sobre Iceta y eso que se les ha puesto cara de acabar de ganar o la champions o el festival de eurovisión o de bético. Yo, si puedo elegir fracaso,  me quedo con lo que contenía el traje de Edurne y con su alarido (me gusta más que el de la gata).

Ya estoy pre-visionando las imágenes de la toma de posesión de los nuevos cargos, posteriores a estas pasadas elecciones y he decidido suspender todos los actos públicos o privados hasta que me crezcan el pelo y la barba y que el aspecto de mi ropa sea digno del estilo de nuestros nuevos representantes y por supuesto, he aprendio a tocar la flauta, aunque por el momento, como la de Bartolo, con un agujero sólo, que resulta más fácil de aprender. Ya si eso, más adelante, igual me atrevo con la travesera, aunque tendré que recortarme la barba y que se perfile puntiaguda, al tiempo que me crecen sendos cuernecitos en la frente y mis extremidades inferiores adquieren morfología caprina. 

Se avecinan importantes cambios y ya no estoy muy seguro de cómo han de vestir mis hijas, ni qué deben estudiar, ni si merece mucho la pena enseñarles cómo deben sentarse en la mesa, ni cómo utilizar los cubiertos. Me parece que todas esas enseñanzas van a resultar obsoletas y estoy más inclinado a que gestionen ellas solas, por sí mismas, todas sus necesidades y que vayan acostumbrándose a oponerse a toda clase de sugerencias y recomendaciones que provengan de autoridad distinta que su propio capricho y apetencia. Al fin y al cabo deben empezar a convivir con una lasitud de las ideas y de los conceptos que sus padres teníamos tan claros (bendita herencia de nuestros progenitores).

Y me suenan,  mentalmente me lo imagino,  las fórmulas y morcillas personales con las que cada hijo de vecino apostillará su expresión de compromiso con el cargo a desempeñar; Constitución? Rey? España? Cuánta incognita! De lo que estoy convencido es de la singularidad de los actos y del sonido de la flauta de Bartolo....con un agujero solo.

lunes, 25 de mayo de 2015

Semáforo rojo

07:22 de la mañana. Semáforo en rojo. Los coches, poquitos a esta hora, van parando y van llenando los huecos en el primer lugar de cada carril. Parece la línea de salida de un gran premio de fórmula 1, tras la warm up previa al inicio de la carrera. Los conductores tenemos una rutina común, casi diría vulgar. Miramos desinterasamente a un lado, luego al otro, consultamos el móvil, subimos o bajamos el volumen de la radio según lo que nos interese lo que estamos escuchando y finalmente echamos un vistazo al semáforo. Todavía en rojo para nosotros y verde el de peatones. Cruzan la calle unas pocas siluetas humanas. Unas, solas. Otras, acompañadas. Pasa un personaje singular, en chancletas playeras, ya, a estas alturas; ¡mayo! Al final de octubre tendrá los talones destrozados. Lleva sujeto, con una sencilla cuerda de esparto, a un pequeño perro negro, directamente anudada en el cuello del pobre animal, sin collar, con un simple nudo (espero que no sea corredizo). Se arrastra el chucho, de lado a lado de la calzada, más por voluntad del dueño que por deseo propio. El sabrá. No mueve el rabo.

Estos días, afeando esquinas, vallas y farolas, muchas fotos, muchas caras de personajes públicos; sonrientes unos, más serios y rancios otros; envueltos en siglas, consignas, eslóganes, logotipos y con multitud de fondos de diversos colores. Mensaje claro; cada color, un partido político.

El semáforo sigue en rojo. No suficientemente saturado con las mismas caras y las mismas fotos de esquinas, vallas y farolas, hemos desayunado, comido y cenado, por narices (con jota), con esa cantinela de fondo; las grandes frases y soflamas regaladas a la concurrencia por los principales líderes, enardeciendo el espíritu de los asistentes a los diversos actos, mítines, contra fulanito o contra menganito, porque ellos, cada cual, se presentan a sí mismos, sin pudor y con una gran carga de arrogancia como los mejores, los más honrados y los genios que nos van a mejorar, y bla, bla, bla.....



Se subieron a la carreta y le indicaron al conductor la hoja de ruta. Se han tirado, entre unas cosas y otras, dos semanas blandiendo sus lenguas, desplegando con toda la contundencia a la que nos tienen acostumbrados, torrentes de ocurrencias y promesas que harán el día que les toque a ellos decidir por nosotrosHan dejado reseña de sus modos y de sus maneras. Algunos incluso han llegado a dedicar una peineta a sus rivales políticos, pero también a unos cuantos milllones de ciudadanos. Hablan desde el odio muchos de ellos; sin mesura, sin reflexiones previas. No sólo importa el mensaje; importa, por supuesto, cómo se transmite. Y en ese estilo dejan bien claro las carencias de su educación. 

Les hemos identíficado y producen en mí un efecto tal, que mi vista regresa al pobre chucho arrastrado por su dueño y ....no me veo muy distinto. Intentan llevarme de un lado al otro de esta clazada. Yo me resisto, pero la evidencia me desmuestra que, sin collar, sí, pero allá me dirigen. Yo tampoco movería el rabo.

Verde. Por fín. Arranco y conduzco por una calle ancha. Poco tráfico. Es tempranito y las temperaturas han bajado. Cuatro goterones sobre el parabrisas y un cielo que amenaza tormenta. Se agracede.

Otro semáforo en rojo. Escucho las noticias que siguen bombardeando ocurrencias. Las "sister act" del nacionalismo catalán dejan por un momento sus actividades conventuales; sus cuidados de ancianos, niños y enfermos; sus primorosas manos dejan por un momento las rosquillas de anís y las dulces yemas. Se suben a la caravana electoral y la empujan, pese a la advertencia y recomendación de Papa Paco. Una de ellas asume el mote de monja cojonera y proclama su  amor (electoral) por Mas. La otra prefiere otra opción. Espero que no lleguen a arrastrarse por el suelo, tirándose de sus tocas, arrancádoselas recíprocamente. Vaya espectáculo.


lunes, 18 de mayo de 2015

Pegado a tu dolor

De mi padre aprendí y de entre millones de cosas recuerdo, su constante desvelo y preocupación por los males y dolores ajenos. Me explicaré. Igual daba que fuera un simple catarro que un dolor de muelas o alguna otra enfermedad mayor. Cogía el telefono, desde la atalaya en que había transformado su butacón, y llamaba al paciente que se tratara. Se interesaba realmente por su estado y, si procedía, con cuatro chascarrillos de su fino humor andaluz, le alegraba el día y luego con sincera solidaridad, le deseaba su pronta y total recuperación. Podían ser familiares directos y amigos próximos o no tanto. El caso es que desde el auricular transmitía todo su apoyo y le pasaban los minutos y las horas entre barbaridades jocosas y comentarios hábilmente salpimentados. Levantaba el ánimo de los más abatidos.

E igual que les digo a mis hijas, como no heredé ni rolex ni yate de lujo, ni chalet en la Costa Brava, como único legado,  mi padre me enseñó, entre millones de cosas, sin necesidad de él proponérselo, a ser solidario con el prójimo, cuando la enfermedad  acecha e intimida.

Será tal vez por mi edad y también por la de los que me rodean, pero lo cierto es que advierto demasiado dolor a mi alrededor, de gente a la que quiero y a la que no deseo más que su rápida y total recuperación. Me obligan a llegar a una clara conclusión. ¿Por qué él? ¿Por qué ella? ¿Por qué tú? Y a la  vez, tanta mala gente, tanto indeseable que goza de una espléndida salud, y por desgracia, aparentemente tan nefasta claridad mental que les hace perseverar en su intención de seguir afligiendo a los demás.

En las últimas semanas, demasiados casos, muchas manchas oscuras en una imagen y mucha mala letra en informes y diagnósticos médicos. Todos coinciden; de distintos tipos, a distinas edades. Maldita sea.

¿Y que se puede hacer a través del teléfono? El abrazo no alcanza a esa amiga, a ese primo, a ese tío carnal; no llega ni estirando bien los brazos. Deseas estar junto a ella, junto a él y no puedes. Él, ella, lo sabe, te consta, pero no puedes, desde tan lejos, ni siquiera tomar su mano, pasar la tuya por su cabeza, por su espalda, mirarle a los ojos, abrazarle. Si muchas veces el enfermo es el que consuela a los suyos y los colma de esperanza y les regala su afecto.

Queda un profundo sentimiento de impotencia y el poderoso deseo de que ese mal desaparezca, y que dentro de mucho tiempo se haya fundido en la memoria, como un mal recuerdo.

Mientras tanto, ahí me tienes, pegado a tu dolor. Ánimo!

Ánimo Maribel G., ánimo Juan B., ánimo Xisco P., ánimo Enrique M., ánimo María M.

Mucho ánimo!!!!!





lunes, 11 de mayo de 2015

Huérfano de ondas.

Tal y como sospechaba que iba a ocurrir, me declaro definitivamente huérfano de ondas. Hasta hace muy poquito, cuando entraba en mi despacho poco antes de las ocho de la mañana solía encender la radio justo después de encender la luz. Mudaba mi terno personal por la amalgama de verdes imposibles de mi traje de luces  y aún alcanzaba a escuchar los últimos comerciales de la desconexión local, previos a las señales horarias que precedían, muchas mañanas, a la escaramuza de los carromatos(1). Carlos Herrera lo escenificaba de manera estruendosa, como un niño de los de antes -sin maquinitas perversas-; como los niños que jugábamos a indios y vaqueros y disparábamos con los dedos índice y corazón de la mano derecha pegados entre sí y el pulgar como martillo, mientras que con la izquierda sujetábamos las imaginarias riendas de nuestras monturas o atizábamos sus grupas con el inconfundible estilo de John Wayne. (Si, Jaime, yo tambien he jugado a eso)

Una mañana, en Herat, al filo de las ocho y media locales (seis de la mañana en territorio nacional), Sheragan, el afgano que pasaba la bayeta por nuestros despachos y que no entendía nada en español, asomó su cara tras la puerta, en el preciso instante en que en mi ordenador, desde ondacero, Herrera, a grito pelado, mandaba a mujeres y niños a los carromatos. La expresión de Sheragan fue de desgarrado terror y con sus cuatro palabras mal entendidas y peor pronunciadas me preguntó ¿Qúe pasa, hay guerra?- Si, los indios, contesté yo sonriéndole...cheroquis, creo.

Ahora, que justamente se han empeñado en convertir nuestras jornadas laborales en gélidas peonadas administrativas o burocráticas y que, en consecuencia, llego a mi "pupitre" al filo de  las siete y media -como un relamido niño aplicado- he perdido el afán de sintonizar la radio. He perdido interés. No es que no me importe la actualidad, que también, sino que  no logro metabolizar el pulcro e irónico estilo de Alsina a esa hora y acabo sin prestarle la atención debida. Es como si hubiera perdido el apetito por el desayuno por el mero hecho de que a las siete y media no me entran ni un suquet de peix  ni un bocadillo de atún y sí, en cambio,  un buen café con leche y la tostada con aceite de oliva extra escuchando a Herrera.

Y la música; aquella permanente sociedad de Carlos Herrera con Jose Luis Salas, desde antes de las seis de la madrugadatan próxima, tan coincidente con mis gustos personales (la edad importa) y sobre todo con la memoria que reconcilia pasajes comunes aunque no necesariamente compartidos. Barcelona siempre queda como telón de fondo de muchas evocaciones y referencias que han cubierto cientos de  horas de programación radiofónica. De hecho, en algunas ocasiones, sintonizaba ondacero a través de internet desde su edición desde esa ciudad. Todo un ejercicio de masoquismo estéril. Escuchar la información y los anuncios comerciales de allí excitaba mi memoria y mis recuerdos de locales y lugares, en ese viejo desván arrinconados, siempre a la espera y a punto de un merecido rescate.

Y el profesor Rodriguez Braun con su hilarante interpretación para la adivinanza musical del día; no se la doy, se la canto.

Ese desamparo radiofónico me ha llevado a deambular por el díal desde muy temprano, desde la radio del coche, buscando un cobijo mínimamente satisfactorio; ni Cope, ni esRadio, ni Ser, ni Catalunya Radio; a esas horas, sólo me entraba el Herrera. Qué le vamos a hacer.


Es cierto que una vez sentado en mi puesto de trabajo, mi atención debería centrarse en asuntos más inquietantes y productivos. No es obstáculo la radio -nunca lo fue- y allí se queda su sonido, enganchado al oido como el ladrido de un perro lejano que acaba sin apenas escucharse. De vez en cuando, una señal horaria o un testimonio interesante recaba una mayor atención, pero el tono del escenario no siempre me sugiere prolongarla muy celosamente. 

Al final,  recurro a internet; me pego a "radio3 a la carta" y pincho aleatoriamente programas del archivo sonoro de esta cadena con la que crecí quince o veinte de los últimos treinta y pico años (los más lejanos). Y aparece Flor de pasión, con Juan de Pablos y recuerdo que lo escuchaba cuando vivía en Ferrol. Ahí sigue,  con su peculiar dicción, balbuceos explosivos incluidos, (parece que tenga siempre una peladilla en la boca) pero con su exquisita esencia musical. La sintonía de entrada del programa "Attends ou va-t'en"(2), de Paul Mauriat (ya me contaréis, Nico y Michel),  me lleva de paseo por la carretera que lleva a a las playas de Doniños y la de cierre, el "Azurro"(3)  de Adriano Celentano, por un imaginario viaje, por las antiguas carreteras de la Costa Dorada, alrededor de la Ciudad Residencial Imperial Tarraco, junto a un intenso azul mediterráneo al volante de un Renault Caravelle blanco, cabrio total, hace unas pocas tardes, en un tiempo ya vivido. Y entre una y otra un torrente de canciones de las cuales no hay video-clips y que recuperan el suelo original de nuestros recuerdos.



(1) https://www.youtube.com/watch?v=tTA5YWFAZRE&feature=player_embedded
(2) https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=eorNBv3zWzg  
(3) https://www.youtube.com/watch?v=HCyzGuipTd4&feature=player_detailpage



lunes, 4 de mayo de 2015

Demonios en la cabeza

Como cada día, se despertó de muy mal humor. Un nuevo día gris. Otra vez al colegio, otra vez la amargura de tener que sentarse en el pupitre y abrir los libros y los cuadernos de clase y aguantar la sucesión de entradas y salidas de profesores del aula, el interminable chorreo de cosas aburridas y las burlas de los compañeros.

Letal desde el pensamiento, desde hace mucho tiempo, decidió un buen día, digerida y asimilada la violencia de tantas pantallitas de videojuegos devoradas, dar un paso hacia adelante e intentar algo que fuera realmente definitivo. Con la suficiente carga de odio, munición especial, sabedor de que nadie está siempre alerta, excepto el propio mal, tenía que intentar liberarse de una vez por todas de esa pesada angustia; de esos demonios en la cabeza. 

Como tantos otros días empezó a guardar, a regañadientes,  la mochila, los cuadernos, la agenda en blanco, el bocadillo de la merienda, los deberes no hechos. Qué demonios pasarían por su cabeza de trece años para introducir también esos otros objetos con los cuales quería acabar de una vez por todas con sus enemigos. 

Sin prisa, arrastrando las puntas de las zapatillas fue deslizando sus pasos por la acera y llegó a la puerta del cole cuando ya sonaba la bocina de inicio de clases. Fue el último en entrar y estorbándose a sí mismo tomó asiento. Haciéndose notar, como siempre, fue sacando los libros, el estuche - que cayó al suelo dos o tres veces consecutivas- el cuaderno de mates....mucho ruido, muy molesto, resoplando con fuerza.

Habrá mucha violencia o despreocupación en el entorno familiar y probablemente falta un abrazo y unas palmadas en la espalda...solo son trece años. Es difícil, muy difícil. A menudo los padres también están cansados y tienen sus propios demonios y no quieren luchar, no desean esa guerrilla doméstica de portazos y voces destempladas; de palmetazos encima de la mesa y de cualquier tipo de objeto estrellado contra el suelo o la pared. Sube la tensión y se acelera el pulso y cuesta, pero la mejor terapia es tragar hasta doler la garganta y abrazar hasta casi asfixiar, hasta que brota el llanto desconsolado...sólo son trece años y demasiados demonios en la cabeza....que no se van, ahí siguen.

Lo que pone de manifiesto ese hecho y cuantas crónicas posteriores hemos podido leer en los días siguientes (espeluznantes, algunas de ellas) es que el sistema educativo actual no está capacitado para tratar niños con transtornos de déficit de atención e hiperactividad. Por contra y me parece muy loable el esfuerzo, ha sabido integrar en la enseñanza general los casos de alumnos que antes eran objeto de educación especial.

El TDAH es un asunto muy serio y el sistema educativo vigente no contempla ni establece criterios eficaces, dejando a la disponibilidad de los centros escolares, establecer una determinada pauta de actuación, normalmente apoyos puntuales en determinadas materias.

El verdadero problema no es exclusivamente educacional. Es cuestión de conducta, de afecto y de autoestima. A veces el detonante es el estudio, pero la mayor parte de las veces es la mala gestión de una frustración personal; un calcetín que se resiste a ponerse o quitarse, la etiqueta de una camiseta o un juguete que no funciona.

Créeme. Sé de lo que hablo. Muchas veces, un buen, sincero y prolongado abrazo aniquila muchos demonios. Que así sea!

Mientras este post cobra cuerpo y volumen (ignoro si también interés) aparece al otro lado, en Baltimore, Toya Graham, corriendo a collejas en la cabeza a su hijo adolescente, mandándolo para casa. Tal vez el método rasgue las vestiduras de nuestro correctismo político de dominguero y muchos cursis expertos en nuevas metodologías sociopedagógicas se habrán echado las manos a la cabeza. En este caso, llora el niño. Si no hubiera sido así, tal vez llorarían por una muerte absurda, la madre y sus hermanos. Nunca se sabe.

 

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...