lunes, 24 de noviembre de 2014

El año, seis mil visitas, como medida de muchas emociones

El 25 de noviembre del pasado año inauguraba este blog y publicaba mi primera entrada. Me sorprendió desde el primer momento el grado de aceptación y de atención obtenida entre los destinatarios del correo electrónico en el que, cada lunes,  he ido enlazando el acceso a este pequeño rincón. Durante este año he clickeado la pestañita de "publicar" de la página de plantilla, en cincuenta y siete ocasiones y el pasado martes, poco después del mediodía, alcanzaba la visita seis mil. Es decir, hasta seis mil veces, unos cuantos familiares, amigos y conocidos han pinchado el link y accedido a cuanto en el blog he dejado escrito. 

En primer lugar, apabullado por el dato, sólo puedo darte las gracias. Gracias a tí por tu paciencia, por tu benevolencia, por tu comprensión, por tu amabilidad, por tu constancia, por tu indulgencia y por tu generosidad. No voy a desgranar cada uno de los motivos en los que baso mi gratitud, porque se resumen en sólo uno; el afecto. En mayor o menor medida, el que sientes hacia mi persona y a cuanto he dejado escrito, proporcional, debo pensar, a tu grado de proximidad, en función del parentesco consanguíneo o político, la amistad, el compañerismo o el mero conocimiento.

El que me conoce bien, sabe que, en general, no suelo abandonarme a la práctica de la autocomplacencia y se la desaconsejo, ahora que están en una buena edad para formarse en lo positivo,  a mis hijas cuando, satisfechas por el resultado de su esfuerzo, creen tener legítimo derecho al almibarado y excesivo, en ocasiones, halago de padres, abuelos y tíos. Tengo, creo, por contra, un elevado grado de autoexigencia y un notable espíritu crítico hacia mí mismo en terrenos sobre los que desarrollo mi expansión personal, profesional y de ocio. No suelo quedarme nada conforme, por ejemplo, cuando el punto, el brillo, el aroma o el sabor de una paella a una sencilla tortilla de patatas,  no alcanza el punto que considero adecuado al menos exigente de mis comensales. Ni cuando después de exprimirme como un loco sobre la pista de tenis, dándolo todo, considero que debería jugar mucho mejor de lo que lo hago, aunque el resultado sea victorioso y mucho menos cuando, finalizada mi jornada laboral, me queda la duda de si el trabajo ejecutado ha estado a la altura de las circunstancias y al mínimo nivel de exigencia en cuanto a su eficacia, eficiencia y efectividad.

Repasando alguno de los posts ya publicados sigo comprobando erratas, errores, faltas y, en ocasiones, suficiente motivo de desinterés para el lector, como para abandonar su lectura. Pero están escritas en un momento en el cual quería expresar esa opinión, esa emoción o ese sentimiento. Mis dedos vuelan sobre el teclado de la vieja olivetti y picotean, letra a letra, palabras y símbolos, saltos de línea y acentos de forma que suele colarse algún gazapo o faltón. Releo el borrador mil veces y mil veces corrijo antes de publicarlo y no ha habido ocasión en el que al verlo ya volcado en el negro del blog, no me haya abducido un intenso rubor al constatar algún garrafal error. Escribo con el diccionario de la RAE abierto en la barra de tareas del monitor y no dudo en consultarlo cuando la ocasión lo recomienda. Aún así, se me filtra entre las yemas de los dedos la cagadita de mosca y acudo rápido al editor de la entrada para corregir y actualizar. 

Ya ves, me lleva mi tiempo escribir y publicar en el blog y he llegado a cumplir el año y a recibir seis mil visitas. Siento ese apabullante dato como un reto que me lanza conjuntamente ese bloque de destinatarios, aunque cuando escribo, lo hago pensando exclusivamente en tí, en agradarte, en expresarte íntimamente lo que luego tu lees y aunque te cueste creerme, te veo ahí, leyendo, veo tu cara y te doy las gracias por estar al otro lado del blog.

Gracias, de verdad, desde el corazón. 

lunes, 17 de noviembre de 2014

Me empieza a importar un bledo.

Me acerco a pasos agigantados a una edad y una situación en la que todo está empezando a ajustarse a su importancia, a su urgencia y a su prioridad. El sentido del bochorno, o de la vergüenza  empiezan a resbalar por mi espalda por las mismas arrugas por las que lo hace la espuma del moussel y el agua que la aclara. En otras palabras, como un fínísimo sastre que va tomando medidas al maniquí, la edad me va posicionando en donde quiero estar y me ahorra esfuerzos absurdos por intentar atenuar algunos de mis matices personales, algunos brillos (pocos, lo sé) y muchos lunares que durante muchos años, como todo hijo de vecino, he tratado de escamotear para, más que nada, no molestar al prójimo. Eso a lo que mi sabio padre llamaba, no exento de cierta sorna, el respeto humano y nos lo decía, o yo empecé a escuchárselo, cuando él tenía mi edad actual. Joder, ahora lo entiendo. Con los años, exteriormente vamos pareciéndonos más a nosotros mismos, a como sabemos que somos realmente y lo que vamos ganando en experiencia y en sabiduría (cuando se da el caso) lo perdemos en diplomacia. Y nos importa un bledo, claro.

Llego a este punto para manifestar que en lo político, en lo social, en lo profesional no tengo ya por qué morderme la lengua por lo que pienso y , cada día menos, empieza e importarme muy poco si lo que digo lo van a compartir los que me escuchan o los que me leen. No significa esto que me haya propuesto ofender a nadie ni a resultar molesto ni hiriente, ni que me vaya a despelotar en público ni a  quedarme en gayumbos; que no cunda el pánico. Simplemente va a resultar posible que puedan acabar aplicándome ese criterio por el cual abandonamos la crítica hacia alguien,  y abogando por una mayor comprensión hacia él, justificamos lo que dice o lo que hace con el socorrido; "...bueno, es que ya conoces a merenganito, es que él es así". Pues yo,  a partir de ahora, me lo pido,  "es que yo, soy así". 

Le diría a  pabloiglesias y a su peña,  que no es que les tenga miedo, es que conociendo el paño de nuestro pueblo, estoy acojonado. Y mira que no tengo ya mucho que perder, puesto que mientras pueda ir amortizando mi hipoteca y no se me vaya mucho la olla, creo que no alcanzaré los números rojos de Gallardón, aunque luego, al día siguiente de sus lloriqueos, le ventilasen videos (y cargos publicos que se lo permiten) que le acreditan como un buen gourmand de nécoras gallegas, esas que no son ni Bosque verde ni deliyplus, ¿verdad?

Es bien cierto que hasta ahora la franela y las buenas lanas de unos y las panas y la arruga gallega de otros, han salvado la estructura del Estado. Lo malo es que nos ha salido carísimo en comisiones y chanchullos y el que no está imputado por lo penal, esta señalado por lo poco ético o por lo indecente. Ahora bien, si esto ha municionado a los chicos de la asamblea, vamos "apañaos". Ojito, que vamos a ver unos cuantos millones de votantes desengañados, hartos y mucho joven antisistema que ve reflejado sus anhelos de lucha y su desapego por la política en ese movimiento populista. 

También sentí mucha lástima el otro día por un balbuceante y supongo que ofendídisimo senador ciu-catalán, tembloroso (casí llorón) e inseguro, leyendo con dificultad un papelito, sujetado con sus dos manos como si le resultara difícil retenerlo, en el que diseccionaba y repasaba los hechos y las afrentas padecidas (como si fuera la lista del súper) por sus conciudadanos en relación al 9N y menos mal que el Presidente tenía algo más en la agenda y nos ahorró más balbuceos improductivos;  ¡qué suerte! ¡qué alivio! que enfrente tenía esa tarde a Soraya SdS, qué buena, a la que no le tembló ni el pulso ni el flequillo y, sin papelitos mal redactados ni peor leídos, le puso las peras al cuarto; clarito, sin pamplinas., Olé!

lunes, 10 de noviembre de 2014

Ya no estábamos tan solos

Especialmente durante los dos últimos meses, al final de nuestra misión, la FSB se había transformado en una estación de enlace, en un intercambiador donde iban y volvían vuelos con cientos de pasajeros y desde donde se embarcaron cerca de cuatro mil toneladas de material para su repatriado a territorio nacional. La actividad en los puntos neurálgicos del "Camp Arena" era frenética. Los hombres del CATO, el personal de control aéreo y el equipazo de Aereotransporte parecían multiplicarse cada día y resultaba imposible cruzarse con ellos por la Base en las horas de asueto. Estaban agotados por las duras jornadas de sol a sol e incluso desde antes de que amaneciera.  En las horas punta del día, cerca del mediodía, con temperaturas todavía muy elevadas, salir más allá de los confines de la zona de vida y tomar la carretera que llevaba al aeropuerto suponía estar dispuesto a tragar mucho polvo, debido al constante tráfico de todo tipo de vehiculos pesados que se desplazaban hasta las diversas plataformas de pre-embarque, llevando todo ese material.

Al alba, el rugido de los Antonov que casi de forma milagrosa tomaban y despegaban en la precaria pista de la Base, rasgaba el silencio de la noche y ponía punto final a mis escasas horas de sueño, provocando que de un salto pusiera los pies en la tierra y comenzara una nueva jornada, a new day in paradise...como solía repetir el gran jefe, como una frase esculpida y repetida hasta la saciedad en cada uno de los anteriores relevos.

A medida que se iban consumiendo las semanas que faltaban para finalizar nuestra misión crecía tambien el nerviosismo y algo la ansiedad por el inminente regreso a casa. Quedaba, no obstante, mucho por hacer todavía. En los corredores de la Base, a según que horas, el tránsito de personal uniformado, de nuestro contingente y el de la de Qala-e-Naw, del Ejército de Tierra, próxima a su cierre definitivo, era incesante; desde una panorámica aérea, probablemente pareceríamos afanosas hormigas en un caótico y disparatado desfile. Los más ociosos, aquellos que ya habían rendido su misión y estaban a punto de subir la escalerilla que llevaba hasta el interior del avión de Air Europa, andaban jubilosos y mataban el tiempo haciendo deporte o sentados en la terraza de la cantina. Otros, los que estabamos todavía pendientes de recibir a los compañeros que nos iban a relevar, cada cual en su puesto respectivamente, evitábamos movernos entre tanto walking dead, que es como se reconocía en la Base al personal que paseaba erráticamente a determinadas horas del día, más adecuadas para estar trabajando en lo propio del cometido para el cual estaba comisionado cada uno de nosotros.

Tan sólo poco antes de la una del mediodía me sumaba a este trajín, corriendo, siempre corriendo,  devorando los escasos seisceintos metros que separaban mi zona de trabajo del corimec de descanso. La finalidad no era otra que sacar mi entidad corporal del sedentarismo de la jornada laboral y montar la red acoplada al cable de acero trenzado que montábamos en la pista polideportiva para jugar a tenis, para cruzarnos la pelota amarilla de un lado a otro de esa pista, Rafa, Juan y yo, disfrutando de manera insólita de este maravilloso deporte en esas tan especiales circunstancias, ahí quisiera haber visto a Nadal o Djokovic.

Llegó el día en el que aterrizaron nuestros relevos a los que, como ya le dije personalmente a Antonio, esperábamos con los brazos abiertos, y no se trataba de una frase retórica. Les esperábamos de verdad, por muchos motivos, porque significaba estar a punto de volver a casa, porque además, en mi caso, mi relevo es un excelente compañero y amigo, con el que habria preferido compartir toda la misión, más allá de darnos el relevo, de haber trabajado con él. Que llegara ese día significaba volver a ver la Base absolutamente poblada, al límite de sus propias costuras, con dificultades en los horarios de comedor, de gimnasio, del café o de la cerveza de después de comer o después de cenar, respectivamente. Pero también significaba desatar muchas emociones entre los compañeros del contingente, desatar una euforia contenida, porque probablemente se acercaba el momento en el que muchos de nosotros nos despidiéramos de forma definitiva, siendo ya muy difícil que la amistad y la relación resultante de esta maravillosa experiencia no se fuera diluyendo con el paso de las semanas, de los meses siguientes, como así está ocurriendo, a pesar de la constancia de un chateo de whatsapp, de algún que otro blog y de unos pocos correos electrónicos. 

Hasta prácticamente el último día no hicimos el "traspaso de poderes", por lo que pude disfrutar casi hasta el final de la suficiente carga de trabajo como para evitar que el exceso de ocio hiciera crecer inútilmente mi ansiedad. 

A menudo me preguntan si volvería a pedir la misión y mi respuesta no es muy clara. Por muchas circunstancias que se dieron, no me importaría pero por muchas otras, creo que no. Al margen de las familiares que pesan y mucho, porque sería imposible que coincidiera con un grupo, con un caudal humano similar al que me tocó entonces. Mas claro, agua.

Eran los pirmeros días de noviembre, ya no estábamos tan solos, ya estabamos más cerca de casa...ya ha pasado un año desde que regresamos.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Hasta los güevos

Lo de nuestra clase política no tiene nombre, bueno si lo tiene, pero yo  no debo pronunciarlo. Lo que si puedo decir es que estoy hasta los mismísimos güevos de ser un pobre paria que se desayuna, almuerza o cena, día sí, día también, un nuevo caso de corrupción, si es que se puede llamar corrupción y no expolio directamente. ¿Cómo no vamos a estar atascados en esta crisis, que no es solamente económica, que es de decencia, de valores, de honradez?

Puestas así las cosas, en un pais donde se evapora el dinero público, donde se generan comisiones vergonzantes y donde algunas entidades financieras riegan sus consejos de administración con tarjetas "to pagao", va a resultar imposible salir del atasco en el que nos han embutido. A nadie va a extrañar que el populismo alce a lo más alto a aquellas opciones políticas surgidas de la noche a la mañana, en una madrugada donde los sistemas de control de legalidad del gasto de algunas comunidades autónomas y ayuntamientos dormían a pierna suelta. No se explica que puedan agujerearse los cimientos de un Estado, a bocados, desde el interior del propio Estado. Nos están robando las vigas (la grifería ya se la llevaron) desde dentro, porque, al parecer, el propio Estado ha desactivado las alarmas antirrobo.

¿Qué nos queda ya por perder? Mi amigo Jaime me abroncaba la otra tarde porque con mi actitud de desprecio y pérdida de confianza en este sistema (lodazal) me aproximo a quienes desean, desde la calle, desde movimientos de origen y carácter asamblearios y planteamientos propios de ciertas repúblicas sudamericanas, dar un vuelco a la situación y acabar con las "castas políticas". ¿Y que hacer? ¿Seguir votándo? ¿A quienes? ¿A los que nos trajeron hasta aquí? ¿A quienes llegaron después con mangueras de bomberos y que apenas sofocado el incendio succionarion lo poco que podía salvarse? Votar, votarles es aplaudirles, es decirles "lo habéis hecho muy bien, machotes!", que sigan así, hasta que le arranquen los pezones a la vaca, a bocados, esta banda de criminales que lucen sus trajes, corbatas y audis, con aires de ricachones provincianos. Pues conmigo que no cuenten, Yo paso.

Luego viene un pollito con cara de más pollito y salen a relucir en primera plana, en papel, en plasma y en lcd, toda clase de álbumes fotográficos, con imágenes del nene con todo tipo de celebritys , desde ex-presidentes, pasando por ministros, presidentes de comunidades autónomas, alcaldes, concejales, banqueros, empresarios de todo pelaje y condición....joder, si ha estado hasta en la sede central del CNI!

¿Qué futuro, qué esperanza nos queda a los ciudadanos de un pais donde triunfan el cohecho y la impostura? Ni el propio Leopoldo Abadía ha sido capaz de contagiarme su entusiasmo positivo en el cierre de su ciclo de conferencias con un epílogo que hoy por hoy no resulta afortunado; "la esperanza". Es admirable la fe del viejo profesor, pero creo que su ilusión no ha calibrado en su justa medida la nefasta y fétida corrupción de esta charca y de muchos de los políticos que ocupan o han ocupado puestos de responsabilidad en alguna de nuestras administraciones públicas.

Estamos en uno de los momentos más delicados, de los que yo tenga consciencia, de los que he vivido, y estamos a punto de presenciar, apenas en una semana, el desenlace, aunque no definitivo, de la tan manida campaña del "nou nou" de noviembre. del dret a decidir, de la consulta, de las urnas de cartón reciclado, de la amenaza de ruptura con el Estado, del devuélveme las llaves de la moto y quédate con todo lo demás.

Que Dios nos ampare!

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...