Última semana de año escolar. Acaba un curso que empecé ausente, en la distancia y ajeno a los primeros madrugones y las primeras carreras, cerrando mochilas, con los libros y los cuadernos nuevos, recién forrados y etiquetados. Llega este último lunes de clase y las mochilas no pueden disimular las cicatrices y desgarros de tantas mañanas y tantas tardes, acarreadas en inocentes y sufridas espaldas, arrastradas por suelos de patios, pasillos, aulas, aceras y maleteros de los coches. Algunas han servido de portería de fútbol, si no de propia pelota y ahí siguen, llenas de deberes, conocimientos, notas... Han circulado durante más de nueve meses y rinden, el próximo viernes, sus últimos servicios.
Empiezan las vacaciones de verano y me vienen a la memoria las lecturas recomendadas en mis años de colegial, aquella lista mecanografiada que cada cual subrayaba conforme a sus preferencias y en las cuales comenzaba a perfilarse el gusto literario de cada uno. Había una coincidencia clara en la inclinación por los relatos de Enid Blyton y sus célebres aventuras de Los Cinco ó del Club de los Siete Secretos y nos convertíamos en imaginarios miembros de esas pandillas y vivíamos con emoción sus intrépidas historias.
Acaba el curso y acaban los festivales, funciones, recitales y demás demostraciones de los conocimientos adquiridos con las guitarras, pianos y violines, con el ballet, el canto, etc. en esas galas donde todo son prisas por ser los primeros en ocupar las filas más cercanas al escenario, con toda una bateria de móviles, cámaras, tabletas, y que los tíos, abuelitos y primos vean cuánto hemos aprendido durante esas intempestivas tardes de duro invierno, con vientos, lluvias y frios, luchando contra el tráfico y procurando no perder por el camino muchas horas de estudio y deberes.
Acaban las carreras de la primera hora de la mañana, luchando contra la pereza y el frío áspero que hace fuera de la cama, sin el abrigo del edredón que mima el dulce sueño de los escolares. Acaban las prisas por salir de una vez por todas al rellano de la escalera con el pelo recogido, los zapatos limpios, la merienda en la mochila, el trabajo de sociales, la bolsa de educación física....vuelta atrás... he olvidado el cuaderno de mates....
Empieza, por fín, el verano y esa agradable rutina de levantarse uno sin necesidad de despertar a nadie, sentarse relajadamente con un café con leche hecho como para fin de semana y una tostadita en su punto y sin mas sonido que el de las noticias de la radio, sin anunciar el colacao, como si fuera la visita del embajador de un pais lejano.
Feliz verano a todos y feliz lectura de verano.
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