Llegó, por fín, el día. Después de tanto tiempo, he empezado a saldar una vieja deuda personal. He visto caer la tarde y ponerse el sol en muchos lugares. Faltaba uno muy especial. Ver, desde el "Albayzín", cómo los muros de la Alhambra van perdiendo luminosidad y el reflejo del sol, dejándome yo caer por la Carrera del Darro, escuchando el murmullo de la corriente fresca a mi izquierda, bajando al bullicio de los "hippies" y titiriteros de la Plaza Nueva, Calle Cárcel Alta, nº 5....
No creo que vaya yo a descubrir a nadie, no es mi intención, la belleza y riqueza patrimonial y cultural de Granada. Sólo quisiera ratificar, con mi modesta opinión, cada palabra, cada elogio, cada piropo. Basílicas, Iglesias, Monasterios, restos árabes, recorridos paso a paso, con sus luces y sus sombras. La luz de la historia y del generoso esfuerzo de quienes se empeñaron en la conservación de esta herencia. La sombra de la falta de cuidado y del ignorante e irresponsable expolio padecido durante siglos. A pesar de ello hay mucho que ver y visitar. Si además, como ha sido mi caso, se cuenta con una guía personalizada por mi hermano de misión afgana, Juan Ferrer, no se puede pedir más.
Merece la pena el castigo infligido a las piernas durante tres días. Es un regalo a los cinco sentidos dejarse llevar junto a muros centenarios, sabiendo que la recompensa es, por ejemplo, la mera contemplación de un retablo barroco como el de la Basílica de San Juan de Dios o, cuanto más temprano mejor, el encanto de los Palacios Nazaríes, de sus patios, artesonados y celosías. El recorrido desde la Torre del Agua, dejando alejada vista de una colosal y blanca Sierra Nevada, rodeado de tupidos setos de arrayán y de glicinias en racimo, descolgadas sobre nuestros pasos, despierta el ánimo y recupera del insomnio de forma instantánea y nos prepara para el encuentro con nuestra historia.
A ultima hora de la tarde constituye una invitación a la introspección entrar en el Refectorio del Monasterio de San Jerónimo y tomarse unos minutos de silencio frente a una austera y oscura representación de una Inmaculada. Personalmente, puedo decir que nada más entrar percibí una sensación muy especial que me llevó a sentarme en un lateral y buscar en sus paredes, en sus suelos, en las mesas y utensilios. Algo misterioso y cautivador que me atrapó gratamente. Acabo de leer en algún foro que hay quien no ha sido capaz de entrar. El que tenga especial inquietud por asuntos misteriosos aquí parece que se presenta una excelente ocasión.
Surtidor de agua del Patio de los Leones.
En un ámbito más terrenal, cuenta Granada con una oferta gastronómica excelente. No podría enumerar todos, aunque un fin de semana, por mucho que queramos, no podemos quedarnos con muchas referencias. Respetando y ratificando las sugerencias de Juan, el Restaurante Bar Oliver, en la Plaza de la Pescadería, para comer en la propia barra y la Antigua Bodega Castañeda, de la Calle Elvira, constituyen dos buenos lugares para tapear. En otro orden, el Restaurante Mirador de Morayma, en el Albaicín, adornado con sus vistas desde la terraza, donde se puede pedir, después de haber comido muy bien, visitar su particular "museo" con una sorprendente colección privada de pinturas, cerámicas y, muy especialmente, su curiosa "capilla pichina".
Para los golosos, dos referencias, amén de los archiconocidos piononos de Casa Isla; los "sefardíes" de la Pastelería López Mezquita y cualquiera de los helados de "Los Italianos". Recomendación personal: TARTA DE CHOCOLATE. (así, tal cual, con mayúsuclas...)
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