lunes, 9 de diciembre de 2013

Salió el sol, por fin.

Trancurren los días y sigo disfrutando de todo cuanto me he perdido durante los últimos meses. A pesar de los horarios escolares y de las rutas correspondientes, queda mucho tiempo para dejarse llevar por las apetencias. Mi vida es muy sencilla y después de haber estado expuesto a las circunstancias y condiciones de la misión, creo haber aprendido a apreciar lo lujosa y satisfactoria que es nuestra existencia. A veces, un simple paseo por el centro de Palma, sin prisas, dejando que aquellos que sí las llevan te superen por derecha e izquierda, parar ante los escaparates,  entrar en las tiendas,  o tomarse un tentempié a mediamañana en cualquier terraza, constituyen pequeños placeres diarios. 

Salió por fin el sol. Las lluvias de los últimos veinte días han dejado las zonas boscosas de los alrededores de mi casa con una lustrosa y variada gama de verdes. Indudablemente, eso infunde un tono positivo a mi estado de ánimo, un tanto marchito después de tanta agua y frío.

Por fin he conseguido coger las raqueta de tenis y ¡jugar en tierra batida! Dejar deslizar el pie sobre la arcilla y contemplar la trayectoria de la pelota, su bote y caída sin poner en riesgo la integridad física, supone un lujo añadido. No obstante, no  habría disfrutado tanto este reencuentro de no haber sido por las horas que eché con Rafa en Herat,  en la maltrecha y dura pista de cemento de la Base. Ójala la pesada tendinitis de mi codo derecho no me impida seguir disfrutando de esta práctica y  me permita retomar la pala de pádel, a sabiendas de que algunos antiguos compañeros de pista me están esperando.

Paloma y yo estamos intentanto habituarnos a correr cada día, aunque sea tan "sólo diez minutos",   y con el ánimo de ir alargándolo poco a poco  y alternándolo con ejercicios de tonificación. Por el momento llevamos ya una semana y no aparecen síntomas de abandono por parte de ninguno de los dos. La vieja lucha de la operación Q/L está dando sus resultados, curiosamente ya en España. Está claro que era una cuestión de alimentación. Pese a no comer mucha cantidad,  la comida en Herat debía ser excesivamente alta en determinado tipo de grasas, porque en no más de dos semanas la ropa empieza a parecer más holgada, especialmente la cintura del pantalón.
 
Mi gato de la semana

Ese zampabollos de raya en medio, que se mueve por la zona delimitada, dando vueltas cabizbajo, mirando hacia el suelo, sin saber muy bien qué hacer, transmitiendo su inseguridad a un montón de personas, haciendo aspavientos como un fanático.....el Tata no mola


 

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