lunes, 4 de diciembre de 2023

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para inocentes dedos inquietos mover aquel dial esférico con una plantilla de diagonales cruzadas que rotaban con los nombres de capitales de todo el mundo. Con una rueda frontal se desplazaba la esferita y se sintonizaban sucesivamente diversas emisoras. A veces se oían lenguas extrañas, con un sonido entre metálico y psicofónico; de fondo de mar o de un país muy lejano. Serían el árabe, el ruso, el alemán...

Luego vendría una Lavis gris y finalmente una elegante Grundig. Siempre sonó la radio en la cocina.

En cualquier caso, al comparecer nosotros para el desayuno, tazón de leche con eko y pan "migao", la radio ya estaba encendida. 

- ¡Es muy tarde! decía siempre mi madre mientras no paraba de dar vueltas a nuestro alrededor, jamás con las manos vacías.

Sonaban las noticias, a esa hora y en general, durante el resto del día. Se escuchaba Radio Nacional mucho antes de que empezara el primer diario hablado dirigido por Don Victoriano Fernández de Asís, España a las ocho que remataba con su célebre despedida a la rueda de corresponsales:

- Moscú, Berlín, París, Londres, Nueva York, Roma, hasta mañana.

- (a coro estos) Hasta mañana Madrid!

Ya entonces, en cada diario, en los boletines informativo de cada una de las horas, se repetían los nombres de los personajes de aquella actualidad en la que se disputaban su cuota de protagonismo desde los efectos de la guerra fría, pasando por los rescoldos aún humeantes de la guerra de Vietnam, la casuística del telón de acero hasta la permanente tensión en Oriente Medio. Ahí, en aquel escenario, comparecían los nombres de los líderes árabes, jordanos e israelíes (este plural va por ti, Rosita, monina). Golda Meir, Moshé Dayan, Yasir Arafat, el Rey Hussein de Jordania y otros muchos. 

Han pasado, de todo aquello, más de cincuenta años y ahí seguimos, con las mismas tensiones, las mismas guerras, los mismos partidismos. Se emocionaban muchos ciudadanos, hace unos años, cuando se estrenaron La Lista de SchindlerEl niño del pijama de rayas. Esos mismos ciudadanos, algunos envueltos aparatosamente en la simbólica kufiyya sin tener muchas veces un criterio propio sólido, se vuelven contra los judíos por sus atrocidades con los palestinos pero sin valorar el sinsentido de los palestinos en las matanzas de los kibutzs... a dónde podemos llegar con tantas contradicciones emocionales.

Henry Kissinger estaba permanentemente presente en la cocina de mi casa. Desayunábamos, comíamos y cenábamos con él. De las manos de Don Victoriano, de Cirilo Rodríguez, de Eduardo Sotillos o de Luis del Olmo. Ahí estaba el tío Henry, sentado con nosotros, compartiendo el tazón de leche con eko y pan migao, contándonos sus deliberaciones con los líderes de cada tablero donde se pretendía fumar una pipa de la paz imposible: el tablero soviético, el tablero chino, el tablero hebreo, el tablero árabe...

Sigue humeando esa pipa. A falta de paz, que siga encendida por si algún día....cae por fin.


martes, 14 de noviembre de 2023

El forofo

Fiel a los colores de la camiseta del club de sus sueños, el forofo se sienta para aplaudir al equipo de forma incondicional, juegue como juegue y dispuesto a negar la mayor, negarse a reconocer que no juega a nada, que no se lo pasa bien, que el equipo contrario -cuánto más, el eterno rival- juega con mayor sentido y, por supuesto, mejor. Y te va a ganar, por mucho que te enfundes la misma camiseta en cualquiera de sus versiones o equipaciones. Y va a negarse, ese forofo, a reconocer la diferencia. Y será capaz de aliarse con los más radicales de sus vecinos para hacer más ruido y para intentar que el rival llegue a sentirse insignificante. E imponer la infamia.

En el deporte pasa lo mismo. Ese forofo gritará hasta perder su voz, armará su brazo para reventar el tambor, tomará el megáfono para taladrar literalmente los oídos de cuantos le rodean. Justificará la entrada salvaje de su defensa central al virtuoso rival que ya lo había regateado, al que el propio forofo le deseará con toda su mala idea la peor de las lesiones  -una triple rotura de ligamentos, por ejemplo- para que jamás pueda volver a jugar ni amenazar su hegemonía.

El forofo es así, incapaz de reconocer que lo que hace su equipo es una bazofia infumable, por mucho que sus colegas radicales y supremacistas le empujen y le acompañen en esa errática ruta, enfundados en sus camisetas sin enterarse absolutamente de nada.

Yo, hermano forofo, te compadezco porque tiene que ser muy malo de llevar el afecto ciego y abnegado por tus colores frente a una realidad tozuda que deberías empezar a asumir, aunque te duela y especialmente si te duele. Debe ser muy malo de llevar vivir en una pura contradicción, jalándote como ruedas de molino los argumentos de la mentira, el uso y abuso de paráfrasis imposibles, incluso jurídicas, para ilustrar a los más necios, porque en la intimidad de tus reflexiones toda tu vida supiste lo que era esa realidad. De ese equipo y de ese "deporte" sí puede uno desvincularse y, sobre todo, antes de perder la cabeza. Te compadezco, hermano, porque solo un forofo, con una venda delante de sus  ojos, es capaz de engañarse a sí mismo y de seguir aplaudiendo la demolición de cuanto le rodea.

¿Quién hablaba de fútbol?


lunes, 6 de noviembre de 2023

No nos merecen

Días atrás le escuché decir a Julia Navarro,  en una entrevista radiofónica, lo que es una obviedad muy sonora y contundente: "los políticos son un reflejo de la sociedad actual, ni mejores ni peores".

En realidad podemos estar más o menos de acuerdo con tan gruesa aseveración pero muchos lo pensábamos mucho antes de que lo dijera ella y basta con ser moderadamente observador del entorno en el que nos relacionamos con nuestros semejantes para darse cuenta de ello. "Mirémonos a nosotros mismos",  continúa diciendo la escritora para confirmar su opinión. El resultado canta por sí solo. ¿Engañan las encuestas y los resultados electorales?

En la cola del súper, en el cine, en cualquier transporte urbano, en cualquier establecimiento de hostelería... a poco que uno se fije se advierte claramente el pelaje que predomina en la sociedad. No es solo el aspecto, Dios me libre de manifestar tal criterio de juicio, es la actitud, es el aseo, es la postura, es la manera de hablar, la manera de comportarse, los programas más vistos en la televisión... es el clima de indiferencia que transmite una sociedad asomada permanentemente al tiktok y al dictamen inapelable de los y las influencers.

Paradójicamente se da una especial contradicción: es lo que nos merecemos y sin embargo no nos merecen. Somos, en el fondo y en las formas, una sociedad dócil que vive en una permanente digestión. A cada marrón le sucede otro mayor y no basta un palé de bicarbonato para ayudarnos a pasar el primero (desde aquella moción de censura y las advertencias de las visiones apocalípicas, nos decían, de la que se nos avecinaba) y los siguientes bocados (pandemia con su confinamiento, vacunaciones con sus circunstancias, prelaciones y exclusiones, el precio de la luz, el de los combustibles, el disparado ipc, los impuestos, las paguitas de conveniencia...).... y no pasa nada. 

Y ahí seguimos, entre indignados e incrédulos, sin hacer más ruido que el que produce el tecleo y el pitido de recepción del guasap en nuestros chats íntimos, resignados por el regocijo que a algunos nos ha proporcionado, con el escaso orgullo que todavía nos queda, la solemnidad con la que la Corona ha despachado de un plumazo la vulgaridad e inanidad de buena parte de nuestra clase política. 

Creo que son ellos los que no nos merecen.

Verdinas con marisco.



lunes, 23 de octubre de 2023

Está aquí el otoño, otra vez

El otoño se ha empeñado en barrer las aceras. Primero y auxiliado por las primeras rachas de viento duro, ha empezado a trasquilar con ímpetu el follaje caduco de los árboles convirtiéndolo en hojarasca. Aunque poéticamente se preste a descripciones más líricas, la realidad dista mucho de proporcionarme una contemplación amable. Salvo para algún sujeto con elevados  rasgos de melancolía y de nostalgia, el aspecto de la calle resulta aparatosamente  afeado por montones de hojas secas, sucias, pisadas por peatones, atropelladas por los coches y olfateadas por algún gato callejero esquivo al más mínimo contacto con los seres humanos.

El sonido, sin embargo, sí resulta sereno, como calderilla vegetal, que es lo que es al fin y al cabo. Calderilla de las vueltas de la factura de un verano extremadamente duro, nunca excesivamente largo, que parece rendirse, derrotado, por la ruda aspereza del calendario solar.

Ya sólo nos falta, como un tiro de gracia, el cambio de horario, el cambio de armarios y los niños pintarrajeados por culpa del puto jalogüin. Quedan desterrados y proscritos los felices hábitos estivales, la felicidad de vivir con todas las ventanas abiertas, de dormir despelotao encima de la cama y terracear contemplando, en las tardes y en sus noches, las lucecitas lejanas de un horizonte que se nos muestra, ahora, ya muy oscuro e inhóspito a muy temprana hora.

No es ni la melancolía ni la nostalgia, es sencillamente que me apetecía imprimir esta agridulce sensación de lo efímero que resulta el bienestar de vivir con ropa ligera y descalzo. Pues eso. 

lunes, 16 de octubre de 2023

Se ha ganado los galones

Nos han inundado los móviles y otros dispositivos docenas de fotos de ella, muchas de las cuales se han hecho virales (especialmente entre la gente buena, limpia y aseadita) y han circulado de chat en chat en muy pocos días. Es S.A.R. Dª Leonor (cobra especial belleza, ahora más, este nombre tan ligado a nuestra historia) solemnemente uniformada besando la Bandera de España (con mayúscula todo) en un acto que nos envuelve de dignidad, aunque solo sea a los que respetamos la Institución y sus símbolos y nos devuelve el orgullo de buen ciudadano.

Semanas atrás, en un ámbito doméstico, se me planteaba, entre signos interrogativos, qué necesidad tenía esa chica de meterse en esa Academia Militar, ponerse un uniforme y tirarse al barro entre alambres de espino con una pesada mochila y un fusil de guerra, o tener que levantarse a media noche para iniciar una larga marcha con la cara tiznada por maquillaje mimetizante o tener que estar expuesta todo el día a la orden de un superior, o...qué rollo! (cuánta falta hace y qué bien vendría un poquito de mili a nuestros/as jóvenes y sin necesariamente tener que empuñar un arma, no sea que....)

A estas alturas de democracia, lamentablemente,  nadie puede asegurarnos que llegará un día en que Dª Leonor sea coronada, siquiera que pueda, en caso contrario, seguir residiendo en el país del que acaba de besar y jurar su bandera o si, por el contrario, tendrá que verse obligada a buscar residencia en algún país lejano. 

Lo que sí es cierto es que, si al final llegase a reinar, llevará en la cabeza toda la dignidad y conocimiento de la realidad que cabe en el aprendizaje de su "oficio". Y, como no puede ser de otra manera, nada es mejor, entre otras virtudes y méritos de otros oficios que deberá aprender, que conocer por sí misma el barro en el que tienen que saber moverse los militares y haber asistido a formaciones, desfiles y Homenajes a los Caídos rodeados de jóvenes tan dignos y abnegados como ella misma y sentir que se le empañan los ojos mientras que, en primer tiempo de saludo, suena "La muerte no es el final". 

Que nadie tenga que contárselo. Por mucho que uno lo vea, en directo o en televisión, nada es comparable en emotividad a escucharlo de uniforme y rodeado de sus compañeros, presentes unos y ausentes, dolorosamente recordados los de cada cual, otros.

Dª Leonor,  ahora ya se ha ganado los galones. 

A la orden, Alteza!


lunes, 25 de septiembre de 2023

Yo soy él.

Yo soy él. Soy ese padre que, hace cincuenta años, regresando un domingo por la tarde de una excursión o de un fin de semana en el apartamento de la costa, fumaba un ducados tras otro mientras escuchaba el "carrusel". Los pitidos de los goles en Las Gaunas y del penalti en el Villamarín venían adornados con la publicidad estruendosa del "marcador simultáneo Dardo" o de "Los zapatitos de La Corona".

Los hijos que fumaban el humo de su padre en el asiento trasero del Seat o del Simca y - especialmente las hijas- recuerdan con tedio aquel soniquete radiofónico que precedía al regreso a la normalidad del hogar la víspera de la vuelta al cole un lunes más, perfumada por la incómoda certeza de los deberes inacabados y de la endeble consistencia del conocimiento de la lección de latín que tocaba estudiar para primera hora.

A eso suena ese recuerdo y cincuenta o sesenta años más tarde, yo, papá que no fuma, sigo regresando a casa los domingos por la tarde con el inconfundible sonido del tiempo de juego; el de los goles, el de la emoción, el del espectáculo, el de siempre, el clásico, el único, el veterano y el del sonido im-pres-cin-di-ble!!!

Sigo viviendo, literalmente colgado, de una estación de radio que jamás abandoné y que albergó, en tiempos, angustias e inquietudes, insomnios y desvelos, desde mis primeros síntomas del uso de razón.

Prendidos de esos recuerdos suena también el eco de voces y sintonías que se hicieron familiares y que fueron apagándose definitivamente pero que ahora, a medida que nos vamos incorporando -por edad- a ese nutrido conjunto de ciudadanos mayores en todo, se convierten en balizas en un horizonte que ya no parece tan lejano.

En el asiento de atrás del Seat y del Simca, eran las voces de Joaquín Prats o de Vicente Marco. En mi coche era la voz de Pepe Domingo Castaño, capaz de hacer hablar a un tractor o de ponerle voz a una motosierra.

Otra voz que se apaga pero otra baliza en el horizonte.



lunes, 28 de agosto de 2023

De la plancha de Yoli al picotazo del gañán

Empecé esa mañana de domingo acudiendo al pasatiempos favorito de la yoli en jornada de reflexión: sobre la tabla de la plancha tratando de borrar las arrugas de camisas, polos, (niquis o nikis, como tu quieras, Pedrito), algún pantalón, unas servilletas del último evento y muchas camisetas. La arruga es bella pero hace muy poco favor a quien la viste.

La temperatura subía y antes de licuarme encima y a la espera de que empezara la gran final del mundial de fútbol femenino decidí encender el aparato de aire acondicionado. Los goterones de sudor que resbalaban por mi espalda, por mi nuca, por mis brazos y por mi cara amenazaban con echar al traste todo mi empeño en liquidar la montaña de ropa atrasada. Antes de que se advirtiera la llegada del aire fresco tuve que sucumbir y pase de la yoli a la eva (amaral) y decidí despelotar mi torso; por la libertad, por Rocío, por Zahara, por Rigoberta... por la madre que me parió, a la que recuerdo, años 80, ya levantada antes de las seis de la mañana en la coladuría de la calle Miguel de los Santos Oliver, en Palma, al regresar nosotros de farra, con los diarios bajo el brazo y una hermosa ensaimada. A esa hora y no más tarde, con el fresquito de la madrugada, era a la única en que podía dedicarse a la plancha. (ella totalmente vestida, eso sí).

Pensaba en las imágenes de este feroz verano y en los distintos hitos de foto fija que, como cuentas del rosario, han ido jalonando la actualidad. El bocado en la oreja de Rivera, el niño Sancho sobre el motorino y sus herramientas de descuartizador thai, el gallo frito de Cala Barques (lloro y me emociono con su recuerdo) y por último -o penúltimo, que verás como viene algo o alguien y te lo jode- el pico de Rubiales ("uno de los suyos", no lo olvidemos) a la jenny y su maiqueljackson en el palco junto a SM...pero en qué cabeza cabe y qué necesidad. Y como los chistes malos, lo peor, siempre, la explicación, la justificación, la excusa, el exabrupto que suena como una coz en la boca, como un eructo al oído. Y por supuesto las reacciones de los/las/les políticas de guardia en las redes sociales.....

Estamos muchos ciudadanos tan cabreados y hemos acumulado tanta inquina -justificadamente- en las últimas semanas que este gañán se ha llevado los palos propios y los que les pudieran corresponder a otros gañanes y gañanas como él o peores (si cabe).

Si algo positivo hubiera que destacar de este bochornoso espectáculo global es que parece que no está todo perdido y que todavía conservamos, aunque sea por lo que sea y en pequeña cantidad, capacidad de sorpresa e indignación ante la ordinariez y el mal gusto.

Y, finalmente, al margen de todo lo anterior y en el marco actual, yo como súbdito leal, eso es lo que esperaba de S.M. ¡Gracias!

Ay Dios mío, pero qué te hemos hecho? Qué lejos me quedan las Islas Cook!!!

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...