lunes, 13 de febrero de 2023

El vuelo de Marcos (con música de Burt Bacarach)

Era 1983. El Barça todavía era incapaz de llevar a sus vitrinas la ansiada Copa de Europa y -hay que reconocer los hechos- celebraba como éxitos existenciales las ligas (escasas), las copas y las copas de ferias. Y por supuesto, como muestra de excelencia -el oro de los pobres-, una victoria ante su máximo rival.

En esa época todavía vivía yo en Barcelona y era asiduo de las tardes de fútbol en el Nou Camp. Como ya dije con anterioridad, desde mi asiento en una de las gradas bajas (cubiertas), desde pequeñito, junto a mi padre había visto jugar a todos los jugadores cuyos cromos atesoraba e intercambiaba con mis compañeros de colegio. Corrían por la banda al alcance de mi mano Rexach, Rifé, Ramos, Marcial, Pérez y un largo etcétera de las alineaciones que recitábamos de memoria. Y había visto debutar a Cruyff con la camiseta azulgrana, frente al Granada. Y luego a Maradona, más tarde a Schuster, a Simonsen, a Archibald...

Aquel 83, final de la Copa del Rey ante el máximo rival. Creo que se jugaba en La Romareda (Zaragoza) e imagino que la rivalidad había condicionado tensión suficiente como para que ambos equipos estuvieran dispuestos a vender muy cara la derrota. 

En los últimos instantes de aquella retransmisión, en blanco y negro y con el tono anodino habitual del locutor de turno, Julio Alberto se desprendió de la férrea marca del defensa y llegando a la línea de fondo, con aquella izquierda enguantada dibujo un centro perfecto que, tal vez, parecía largo. Pasado el segundo palo apareció la silueta voladora de Marcos Alonso que en escorzo imposible y giro inverosímil de su cabeza alcanzó el balón para alojarlo en la portería del Madrid.

Schuster, atento testigo de la evolución de la jugada y casi sobre la línea de cal de la portería, contempló atónito, como todos los espectadores, que la pelota iba para adentro.

Tal era la tensión, la rivalidad, los temores y los miedos que, en liberación de todo ello, ejecutó aquel visible y ostentoso corte de mangas al portero y resto del equipo del Madrid mientras corría como un loco para abalanzarse sobre Marcos Alonso.

Fue una butifarra  de consumo colectivo, el de toda la afición del barça, herida por sus propios fracasos históricos, pero eufórico por aquella victoria.

El héroe fue Marcos Alonso. El villano, Schuster, que, curiosamente, creo que la temporada siguiente acabó fichando por el Real Madrid. Ya no volvería jamás a romperse los brazos.

Volverá a volar Marcos Alonso y la banda sonora correrá a cargo de un elegante compañero de viaje: Burt Bacarach. Su música forma parte del cordón umbilical que nos une a la generación de nuestros padres. Queda la ardua tarea de explicar a las nuevas generaciones lo difícil que era entonces que el Barça ganara títulos y lo que es música. No sé si merece la pena tanto esfuerzo

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